Aquí en confianza

El México de la barbarie

Bajo el subtítulo “el país que no quieres recordar”, Alejandro Rosas y Julio Patán pusieron a disposición del respetable el texto México Bizarro, el cual ya cuenta con una segunda entrega. Historiador uno y periodista el otro, los también articulistas se dieron a la tarea de elaborar un retrato surrealista de esta nuestra tierra del águila y la serpiente, a través de ingeniosos relatos sobre episodios reales que van de lo aterrador a lo verdaderamente chusco. Seguramente, la narración de lo ocurrido el sábado pasado en la ciudad que sirvió de cuna a la Constitución mexicana, vendrá a engrosar las páginas del próximo libro de los referidos escritores; indudablemente, se trata de un capítulo para el olvido en la historia de México. 

Poco o nada puede abonarse para la reconstrucción de lo acontecido. Se trataba tan solo de un partido de futbol, de los tantos que ordinariamente se disputan en una de las diecisiete jornadas que conforman el calendario regular de la liga mexicana del balompié profesional. Corría el minuto 62 del cotejo y los ánimos se calentaron. La gresca inició en las tribunas y se extendió con sorprendente rapidez por todo el inmueble. Los barristas que representaban al equipo local, armados con lo que fuera, arremetieron contra los hinchas visitantes. Las manchas de sangre lograban camuflarse en las playeras rojinegras. La violencia no distinguió género ni edad. Unos buscaban afanosamente ser parte activa del concierto de patadas y puñetazos; otros corrían sin destino fijo tratando de esquivar la cruel embestida. 

A cuatro días de los estremecedores sucesos, el saldo es aún incierto. Aunque inicialmente se habló de la menos 17 fallecidos, las autoridades de Protección Civil y el Gobernador de aquellos lares desmintieron el rumor y aclararon que solo se habían registrado personas lesionadas, algunas – eso sí – de gravedad; pero los testigos presenciales dicen tener otros datos. Paradójicamente, mientras que en Michoacán – tratándose del terrible fusilamiento– hay muertos sin cuerpo, en Querétaro hay cuerpos sin muertos.   

Ahora se sabe que las fuerzas públicas del orden brillaron por su ausencia y que fueron precisamente elementos de seguridad privada los que abrieron los accesos para permitir el choque entre los aficionados de ambos equipos; que en un acto de solidaridad, algunos queretanos entregaron sus casacas a los contrarios para que huyeran ilesos de la batalla campal y que el mismísimo Director Técnico de los llamados “Gallos Blancos”, Hernán Cristante, guió a algunos de los agredidos hacia los túneles y vestidores para que pudieran resguardarse al menos en forma momentánea. 

Frente a lo ocurrido, las opiniones no se hicieron esperar. Algunas feministas, como Estefanía Veloz, atribuyeron los lamentables hechos al género masculino al señalar que lo sucedido es un ejemplo más de que la violencia de los hombres es incontrolable; “ante sus ojos está la vileza con la que se matan”, sentenció la activista. Por su parte, los malquerientes del actual régimen aseguraron que el inmisericorde ataque es producto del encono y la polarización que se recetan todos los días desde el estrado mañanero; “el Presidente ha dividido al país por lo menos en dos bandos y los enfrenta constantemente para lograr con ello sus oscuros propósitos”, se escucha decir a los insistentes detractores. Y para no perder la bonita costumbre de lanzar culpas al pasado, el mandatario mexicano responsabilizó a sus predecesores por la tragedia; “son resabios de los gobiernos neoliberales o de todo el período en el que se apostó a la corrupción y a la impunidad”, dijo convencido en su conferencia de prensa; más allá de eso, no hubo respuestas ni soluciones. 

Aquí en confianza, sin dejar de lado las casusas en las que se anidan los actos de terror y la crueldad, debemos reconocer que sufrimos enfermedades sociales de las somos víctimas, pero en las que – de igual forma – todas y todos participamos directa o indirectamente. Respecto a lo ocurrido en Querétaro las sanciones habrán de llegar, pero cualquiera que estas sean se antojan insuficientes para dar otro rostro a la violenta realidad que hoy por hoy se vive nuestro país. En este creciente clima de confrontación, debemos cuidarnos del fanatismo pues en él encuentran simiente muchas de las más feroces agresiones de las que se tenga memoria.

Quien defendió los derechos de la comunidad afroamericana de los Estados Unidos hasta el momento de su asesinato, Martin Luther King, pronunció en una de sus arengas: “El hombre nació en la barbarie, cuando matar a su semejante era una condición normal de la existencia. Se le otorgó la conciencia y ahora ha llegado el día en que la violencia hacia otro ser humano debe volverse tan aborrecible como comer la carne de otro”. Ojalá esta vez hayamos aprendido la lección.