Aquí en confianza: Campesinos en México, ¿la esperanza rota?

Con el tema “Evoluciones”, Fernando Delgadillo daba inició a un concierto en el Parque Naucalli de la capital mexicana. Era una noche fría la del 13 de febrero de 1999, cuando el cantautor hacía sonar los primeros acordes de su guitarra. Aquella presentación, dividida en dos volúmenes, representaría el séptimo y octavo disco (de estudio) del originario de Naucalpan de Juárez. Atrás habían quedado los tiempos en los que a lado de Rodrigo Solís y Gonzalo Ceja, integrantes del llamado colectivo SEIMUS (Sociedad de Escritores y Músicos Urbanos Subterráneos), el creador de la llamada música informal grababa sus propias canciones en álbumes caseros que eran después distribuidos en las íntimas audiciones que entonces realizaba, principalmente en el emblemático “Sapo Cancionero”. “Como ha hecho falta en estos días un capitán; un héroe; una señal y no veo más que extrañas pistas de sueños que se pierden en el mar”, reza una estrofa de la canción de marras.

Lo hemos afirmado en otras ocasiones, millones de mexicanos cifraron las esperanzas de cambio en un hombre y un proyecto. Encontraron en él al capitán que llevaría a buen puerto un barco que no pocos veían a la deriva. Los campesinos de México no fueron la excepción; creyeron en la palabra empeñada.

Apenas el pasado 28 de noviembre, cientos de miles de personas provenientes de diferentes comunidades rurales del país marcharon desde Reforma hasta el Zócalo  para refrendar su apoyo al entonces Presidente Electo. El acto fue aderezado con sonoras arengas que retumbaron en los muros del Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana y, mediante las cuales, se invitaba al campesinado mexicano a unirse a la transformación que estaba próxima a iniciar. Ahí, se escucho decir a Marco Antonio Ortiz Salas, líder de la Coalición de organizaciones democráticas urbanas y campesinas: “nos declaramos aliados de Andrés Manuel López Obrador”. Por su parte, Víctor Manuel Villalobos Arámbula, quien ya calentaba el brazo para ocupar la Secretaría de Desarrollo Rural (entonces SAGARPA),  señaló que estaban siendo analizados los programas de apoyo correspondientes y dijo: “haremos las adecuaciones para que éstos tengan como objeto apoyar realmente a los campesinos”; “porque salvar al campo, es salvar a México”.

Días más tarde, el mandatario mexicano ofrecería un largo (larguísimo) discurso tras su toma de protesta. Caía la tarde cuando el hijo predilecto de Macuspana, al recibir el “bastón de mando” de los Pueblos Originarios, se comprometió a no mentir; no robar y no traicionar a sus compatriotas. Ahí, el recién ungido gobernante, aseguró: “Se atenderá sin discriminación, pero se aplicará el principio de que – por el bien de todos –  primero los pobres”. Dentro de los compromisos asumidos destacó el de rescatar los ejidos y a los pequeños propietarios, aplicando un apoyo sin igual al campo mexicano. Pero lo más importante, “no habrá divorcio entre el pueblo y el gobierno”, sentenció el tabasqueño.

A escasos ocho meses de aquellos acontecimientos, el panorama es otro. El incondicional espaldarazo que recibió el Presidente por parte de los representantes de las principales agrupaciones del ramo, empieza a diluirse. La semana pasada se vivió una intensa jornada de bloqueos carreteros, marchas y  plantones en edificios públicos, por parte de campesinos que exigen al gobierno de la República que se liberen los recursos destinados al campo. Los hechos se extendieron a veinticinco entidades y los manifestantes acusaron que la prioridad de la actual administración son los programas sociales y la capitalización de PEMEX, mientras que las promesas que otrora les hicieron, han sido del todo incumplidas.

Al respecto, habrá que recordar que la dependencia encargada del sector sufrió un significativo recorte. Para este año, la SEDER funciona con el presupuesto más bajo de los últimos trece, lo que representa un decremento de más del 25%. Además, el Ejecutivo dejó sin asignación financiera – al menos – diez programas relacionados con el desarrollo agrario y rural. A esto habrá que sumar que la mencionada Secretaría aún no ejerce algo así como 31 mil millones de pesos, lo que – según los enterados – ha provocado enormes afectaciones en el desempeño de los programas aún existentes.

Aquí en confianza, los malpensados empiezan a sospechar que el desdén al campo mexicano por parte de la 4T tiene su origen en el poco atractivo que éste supone en términos electorales. Sin embargo, más allá de urnas y sufragios, las zonas rurales siguen concentrando porcentualmente el mayor número de personas que viven en condiciones de pobreza. De acuerdo con datos del CONEVAL, seis de cada diez individuos que habitan en comunidades rurales enfrenta alguna carencia económica; además, es ahí donde se agrava la falta o precariedad de los servicios educativos y de salud. Si se trata de atender primero a quienes más lo necesitan, el diálogo social entre el gobierno y la gente del campo es impostergable.

Ante la desigualdad, la explotación y la demagogia, ¿se habrán roto – de nueva cuenta –  las esperanzas de los campesinos mexicanos o seguirán buscando al capitán; al héroe o una señal? Ahí se los dejo para la reflexión.