Aquí en confianza: El fortalecimiento de la alianza federalista

No pocos afirman que el federalismo mexicano encuentra su germen en el sistema creado y puesto en práctica en las tierras del Tío Sam; incluso, hay quienes – sin temor al equivoco – reducen a una burda copia del modelo estadounidense la forma de gobierno implementada en nuestro país. Cierto, el sistema federal como mecanismo para dirigir  un estado nacional goza de antecedentes en la Constitución de los Estados Unidos de América; en aquel lado del Río Bravo surgió el primer pacto federal en el mundo occidental. Sin embargo, el federalismo como corriente de pensamiento político comenzó su camino y consolidación en otros tiempos y latitudes; de allá nos llegó a México.

 

En España, a raíz de la invasión napoleónica en 1808, se formaron las juntas provinciales para atender y dar solución a las problemáticas de un territorio ampliamente extendido, el cual acusaba circunstancias adversas. Las Cortes de Cádiz sirvieron – en principio – para regular la existencia y funcionamiento de las referidas juntas, mediante la expedición del correspondiente reglamento. El genio coahuilense se vio dignamente representado en aquel congreso. Un sacerdote y político nacido en el entonces llamado Valle de San Nicolás de la Capellanía, desembarcó en tierras ibéricas con el firme propósito de exigir la descentralización del gobierno virreinal en las provincias novohispanas. El también doctorado en filosofía y leyes representaba únicamente a Coahuila, pero fue un férreo defensor y portavoz de todos los territorios internos occidentales. Su nombre se convirtió en un referente de la época; era Miguel Ramos Arizpe. El producto de aquel encuentro es la Constitución de Cádiz, documento que fue llamado  a convertirse en pieza fundamental para el desarrollo político en el ocaso del virreinato y los primeros años de la emancipación mexicana.

 

Consumada la independencia, Ramos Arizpe fue electo diputado por Saltillo en el segundo Congreso Constituyente, del cual resultó la llamada Acta Constitutiva de la Federación, en octubre de 1823, y la Constitución Federal promulgada un año después, la cual estableció la forma de gobierno que aún nos rige. No en vano, uno de los nuestros es considerado el padre del federalismo en México.

 

La arraigada tradición coahuilense se impone. Ahora, este pedazo de patria destaca nuevamente en el panorama político nacional. Acá se conformó el llamado bloque federalista y es precisamente en las mismas tierras donde este se fortalece.  En una muestra de congruencia, el Gobernador de Coahuila Miguel Ángel Riquelme, acompañado de sus homólogos de Nuevo León y Tamaulipas, se dieron a la tarea de señalar con afinado tino las inequidades del pacto federal y de las fórmulas aplicadas para el reparto de los dineros captados por el centro; luego, se sumaron otros gobernantes que también vinieron a poner el dedo en la llaga. El objetivo inicial empezó a rendir frutos y diversos temas fueron incorporados en las cada vez más frecuentes mesas de trabajo. Si bien, el objetivo inicial fue solicitar la urgente revisión de la Ley de Coordinación Fiscal, el proyecto de unidad podía ofrecer mejores resultados y servir de real contrapeso al poder central; así lo entendieron los líderes estatales y de inmediato pusieron manos a la obra.

 

El pasado lunes, Torreón fue el escenario para que diez gobernadores de la alianza federalista celebraran un nuevo encuentro; desde la “ciudad de los grandes esfuerzos” los participantes solicitaron a la CONAGO incluir temas prioritarios para el país (que no para las entidades en lo particular) en la agenda de la próxima asamblea a la cual ha confirmado su presencia el Presidente López Obrador. Incluso, los mandatarios declararon que de no acceder a su petición, dejarían de asistir a la referida reunión. Dicho de otra forma, los del bloque federalista dejaron claro que no irán a San Luis Potosí solamente a tomarse la foto; pretenden hablar fuerte y que el inquilino de Palacio Nacional los escuche para discutir – al menos – respecto a la reactivación económica, la educación en tiempos de la pandemia y el presupuesto para los estados en materia de salud. Apunte usted la fecha, amable y única lectora, pues el mentado aquelarre es de pronóstico reservado.

 

Aquí en confianza, mientras que el ex presidente Felipe Calderón y el actual jefe del estado mexicano cruzan acusaciones respecto al fantasma de los narcogobiernos y en Nuevo León el Senador Samuel García da de que hablar por la circulación de un desafortunado video cargado de conductas presuntamente machistas, al tiempo que  observa con asombro como se le escapa su ansiada candidatura, en el desierto coahuilense, en donde el sol abraza y forja el carácter, los gobernadores federalistas se disponen a poner en práctica el enunciado que le ha dado mayor lustre a la memoria de Miguel Ramos Arizpe: “yo no he salido de mi tierra a mendigar favores del despotismo; la misión que me confió el pueblo es de honor y no de granjerías”.