Aquí en confianza: En todas partes se cuecen habas

“Sucede hasta en las mejores familias”; “es la misma gata nomás que revolcada”; “igual chango pero en otra rama”; “en todas partes se cuecen habas”. En su vastedad, el refranero popular aporta variados dichos para describir la acalorada situación política que acontece en las tierras del Tío Sam. Allá también la polarización entre dos bandos de posturas irreconciliables va en aumento, al tiempo que  los líderes morales de los partidos hegemónicos atizan con alegría el anafre; del otro lado del Río Bravo igualmente se desconocen los resultados electorales y se promueve la consigna del “voto por voto, casilla por casilla”; en la nación de las barras y las estrellas, el primer mandatario también pronuncia incendiarias arengas haciendo un velado llamado a la sedición; allá de igual forma se toman por asalto los edificios públicos en medio de agresivos reclamos.

 

En noviembre pasado, los estadounidenses visitaron las urnas para elegir a su presidente. Ante los contundentes resultados, el todavía inquilino de la Casa Blanca afirmó categóricamente que había sido víctima de un fraude electoral, aunque no presentó pruebas para acreditarlo. Desde entonces, la perorata del magnate fue más o menos la misma y los efectos prácticamente inocuos. Sin embargo, el pasado seis de enero el discurso subió de tono. Ante miles de simpatizantes que se congregaron en el monumento a Washington, el neoyorquino arremetió contra sus correligionarios al calificarlos de patéticos y débiles, mientras que exigió detener la certificación de votos que se llevaría a cabo mas tarde en el congreso. Ahí, Donald Trump pidió a sus seguidores “luchar como en el infierno”, porque de lo contrario se quedarían sin país; en el mismo acto, convocó a los asistentes a marchar al edificio del Capitolio y se comprometió a sumarse a la manifestación. Lo que vino después es sabido por todos; los inconformes irrumpieron en la sede legislativa de manera violenta y durante los disturbios se registraron cuatro muertes. En las semanas previas, el aún gobernante calentaba el ambiente a través de Twitter. Al respecto, el 19 de diciembre Trump invitó a la marcha posteando la leyenda: “será salvaje”; twitts similares se publicaron los días 27 y 30 de diciembre, así como el 1 de enero mediante el uso del hashtag #StopTheSteal (detengan el robo).

 

Tras los hechos de sangre ocurridos en el Capitolio, las principales redes sociales (Twitter, Facebook e Instagram) bloquearon las cuentas del presidente norteamericano, bajo el argumento de que tales plataformas habían sido utilizadas para alentar la revuelta. Las reacciones de los partidarios de Trump no se hicieron esperar, por lo que el multimillonario se vio obligado a hacer un llamado a “cerrar heridas”, asegurando que efectuaría el traspaso del poder en forma ordenada. El cambio de actitud se antojó tardío y los demócratas encabezados Nancy Pelosi se frotaban las manos ante la posibilidad de exigir la salida anticipada del aún ocupante de la Oficina Oval; incluso, algunos republicanos de rancio abolengo le voltearon la espalda a su antes mandamás quien, según se dice, quedó más aislado políticamente que en ningún otro momento de su mandato.

 

El ultimátum de los demócratas fue claro y ofrecía tres vías: la renuncia inmediata del presidente (cosa que por lo pronto no ocurrió); que el vicepresidente Mike Pence invoque la vigesimoquinta enmienda a fin de que se declare incompetente al mandatario o bien, iniciar un nuevo juicio político en su contra a siete días de terminar la gestión. El único camino factible parece ser el mentado impeachment, con lo que el magnate sería el primer presidente en la historia del gabacho en ser sometido en dos ocasiones a un procedimiento para su destitución. En el centro del debate ahora se coloca la viabilidad del juicio. Los expertos no se ponen de acuerdo si es posible juzgar a Trump aunque ya haya abandonado el cargo, pero los demócratas tienen claridad en sus propósitos; lo que en realidad buscan es inhabilitar al republicano para desempeñar cargos públicos en el futuro y, con ello, evitar que pueda ser postulado en el 2024 (¡Ah! vivillos desde chiquillos).

 

Aquí en confianza, polémico y controvertido, Donald Trump siempre dejó ver al respetable que levantaría polvo tras su salida. Tal parece que los tonos grises del ostracismo no están hechos para personajes como él. Entre que son peras o son manzanas, nuestros vecinos del norte ya se preparan para gritar a todo pulmón la expresión ritual comúnmente utilizada en la sucesión de las monarquías francesas: “El rey a muerto, viva el rey”. Ahí se los dejo para la reflexión.