Aquí en confianza: París bien vale una misa

Durante años el pueblo francés se encontró ahogado en cruentas guerras civiles originadas principalmente en la fe religiosa. Los postulados católicos en contraposición al protestantismo (y viceversa), fueron el motivo de un sinnúmero de sangrientas batallas. Tal vez, uno de los episodios más emblemáticos de aquella nación lo fue el advenimiento del que ha sido considerado entre los mejores monarcas que ha gobernado al país Galo. Enrique de Borbón, III de Navarra, se convirtió en Enrique IV de Francia, pero antes se vio obligado a cambiar de religión (lo hizo en varias ocasiones antes de ser coronado Rey). Fue bautizado como católico pero siguió la doctrina calvinista que le inculcó su madre, la Reina Juana de Albret.  Para erigirse monarca debía abrazar con devoción la fe católica y así lo hizo. El 25 de julio de 1593, Enrique abjuró del protestantismo y, por esa razón, se le atribuye la frase “París bien vale una misa”, todavía usada frecuentemente para aludir al abandono de algo realmente valioso con el fin de alcanzar un objetivo mayor. Fue precisamente el fanático católico François Ravaillac quien – de certeras puñaladas – dio muerte al Rey, en mayo de 1610. Pese a su “indecisión” religiosa, Enrique IV aún es recordado año con año, frente a su estatua ubicada en Pont Neuf, misma que fue levantada cuatro años después de su muerte; destruida durante la Revolución Francesa y reconstruida hacia 1818.

Hace poco más de un año y medio, un joven economista fue comparado con los grandes líderes franceses de todos los tiempos. Para muchos, Emmanuel Macron era el prototipo del jefe de estado. Con poca experiencia en el servicio público, integró el gabinete de uno de los dirigentes más impopulares de la historia francesa, François Hollande. Su visión lo llevó a formar el movimiento ciudadano ¡En Marcha!, mismo que arrancó en su natal Amiens. A los 39 años, Macron se convirtió en el Presidente más joven de Francia, tras derrotar – en segunda vuelta – a la ultraderechista Marine Le Pen. Sus ideas centristas fueron la base de su discurso y oferta política. Emmanuel sabía que debía enfocar sus esfuerzos en lograr superar las diferencias tradicionales entre la izquierda y la derecha. Se presentó ante sus connacionales como un liberal en el aspecto social; defensor de la globalización y de la empresa privada como factor del desarrollo; partidario de la desregulación económica y protector del modelo de la Unión Europea. Macron prometió reducir 120 mil empleos burocráticos; recortar el gasto público en más de 65 millones de Euros y fijar la tasa de desempleo por debajo del 7%. El joven político representaba la sangre nueva y parecía contar con todas las características necesarias para ser un gran gobernante. Bueno, hasta es dueño de una historia romántica digna de ser contada en alguna telenovela de Telemundo (de esas que se transmiten a las 8 – 7 centro). Se casó con Brigitte Trogneux, quien fuera su profesora de bachillerato; pero el chisme completo te lo cuento luego, mamá.

Ahora mismo, Francia se encuentra envuelta en una violenta crisis social que ya tiene tintes de insurrección. Un grupo de manifestantes autollamados “Chalecos Amarillos” han puesto en jaque al gobierno de Macron. Todo empezó como parte de una sorpresiva protesta por el eventual aumento a los precios del diesel y gasolina. Las inconformidades crecieron rápidamente y se viralizaron a través de las redes sociales. El mandatario francés pasó de ser héroe a villano y ahora es catalogado por sus compatriotas como un  gobernante que favorece a los ricos (un político fifí, para que mejor se entienda).

Ante las marchas y disturbios, Macron ofreció una serie de medidas para mejorar el poder adquisitivo de los trabajadores. Suprimió el aumento a los combustibles; anunció la exención de algunos impuestos e incrementó el salario mínimo a 100 Euros mensuales.

Aquí en confianza, el pueblo (bueno y sabio) forzó al Presidente Francés a dar un golpe de timón en su política económica, lo que generó el beneplácito del respetable. Sin embargo, según analistas, las medidas adoptadas pueden costar a los franceses más de 10 mil millones de Euros, por lo que la Unión Europea ya encendió los focos rojos. ¡Cuidado! la crisis social en Francia y las riesgosas decisiones que debieron tomarse para calmar los ánimos, tuvieron su origen en el empobrecimiento de las clases medias. Ahí se los dejo para la reflexión.