Ayer se nos murió María Fernanda Campa, “La Chata”

 

Ayer se nos murió María Fernanda Campa, mejor conocida como La Chata. A mí me caía a todo dar la Chata, desde el día en que me la presento mi amigo Horacio Flores. Antes de que yo naciera, la Chata, menudita, de rasgos afilados y huipil eterno, ya se había graduado como la primera ingeniera geóloga mexicana, y andaba en el Consejo Nacional de Huelga, en los días del movimiento del 68.

No la tenía fácil: su padre, el líder sindical ferroviario Valentín Campa (1904-1999) purgaba una condena desde principios de los sesenta, por el grave delito de defender a los obreros y expresar lo que se le pegaba la gana en contra del gobierno autoritario. Ella andaba de la Ceca a la Meca, visitando en Lecumberri a su padre y luego a los muchachos huelguistas encarcelados.

Con la Chata grabamos varios programas de televisión en 2015, junto con Luis Lauro Garza, que ahora pueden verse en YouTube. Ahí se descosió la Chata, denunciando al gobierno corrupto. Pero también recordó a su padre, tan importante en la lucha por la libertad y los derechos civiles en México. Valentín fue uno de los seres humanos más íntegros de nuestro país. Todo un modelo para la izquierda comprometida. Cuando militaba en el Partido Comunista Mexicano (PCM), y recibió la orden de la KGB para asesinar a León Trotsky, enemigo de Stalin y refugiado en México, Valentín pronunció las palabras que lo definieron de pies a cabeza: “somos revolucionarios, no asesinos”.

Desde entonces la incertidumbre de La Chata consistió en comprobar si su papá sería liquidado por la KGB, la CIA o la policía mexicana. Ella disipó tantas dudas, metiéndose de lleno en las protestas estudiantiles, el lugar más peligroso donde podía estar una joven mexicana. Así que, al igual que su padre, esta geóloga, nacida en 1940, se volvió un blanco para la contrainsurgencia que desplegó el régimen. Vivió de cerca Tlatelolco y guardó en su memoria esos días oscuros. Ahí se hizo pareja de Raúl Álvarez Garín, con quien procreó varios hijos. A Raúl también lo encarcelaron, por ser uno de los activistas principales del 68. Así que visitar familiares presos se volvió rutina para La Chata. Y es que haciendo cuentas, su padre estuvo más dentro de la cárcel que afuera.

Volví a ver a La Chata en calidad de experta en corteza terrestre. La invitaron como ponente del Seminario “Crisis Energética, Civilizatoria y de Medio Ambiente”. Para variar, la hija de Valentín Campa alebrestó la mesa y llamó a las cosas por su nombre. A falta de fuentes de energía no renovables, el fracking se ha convertido en una alternativa para las compañías mineras trasnacionales. Ella prefería denominarla “fracturación hidráulica”. El problema consiste en que al perforar el subsuelo para extraer gas y petróleo, el fracking contamina los acuíferos con químicos venenosos e incrementa la actividad sísmica, con lo que ponemos en peligro el ecosistema.

En pocas palabras, la fracturación hidráulica es tan grave como sufrir la represión de un gobierno autoritario. Sin embargo, es un tema que se conoce poco en la sociedad mexicana y su explicación científica es compleja, por lo que no es fácil sopesar la gravedad de sus consecuencias para el organismo vivo que es el planeta Tierra. Pero nuevamente, esta geóloga mexicana, miembro activo del Instituto Mexicano del Petróleo y fundadora del Laboratorio de geología de yacimientos, denunció la voracidad de un sistema mercantilista, que desdeña la salud de la raza humana. Así, se atrevió a mantener viva la conciencia libre de su padre, y la reafirmó como la hija de quien era. Nunca dejó las andadas. Esta joven de la tercera edad, belicosa e idealista, sabía que su vida era un perpetuo batallar en contra de los demonios de siempre y en defensa de los condenados de la tierra. Por eso a mí me caía a todo dar La Chata. Lástima. La vamos a extrañar.