Brasil busca a 345 empleados de una mina devorada por toneladas de residuos

“Conversé con muchas personas y nadie oyó la sirena de alarma “, explica Carlos Diniz, un trabajador que espera noticias de su esposa. Las autoridades confirman nueve muertos

Brasil vive la repetición de una catástrofe humana y ambiental ya conocida. De nuevo, la presa de residuos de una mina cedió, creando un descomunal río de lodos que arrasó todo lo que encontró a su paso, incluido el comedor de los trabajadores de la instalación. Lenilda, la esposa de Carlos Diniz, trabajaba en la cantina y es una de los 345 empleados a los que nadie ha logrado contactar desde el viernes. “Los compañeros me contaron que, a la hora de la rotura, ella salió corriendo, pero el lodo le atrapó las piernas”, relata Diniz este sábado ante el centro de operaciones instalado en una universidad de Brumadinho, municipio en el que se ha producido la tragedia. Se desconoce qué originó la rotura del dique de la explotación minera, operada por la empresa Vale.

Un suceso similar hace tres años, en una instalación cercana, también en el Estado minero de Minas Gerais y en la que también operaba la misma compañía minera, causó la mayor catástrofe ambiental del país sudamericano.

Diniz, que trabaja desde hace 20 años en tareas de mantenimiento de Vale (la mayor compañía minera de Brasil) es uno de las decenas de familiares que buscan información. Su turno empezaba a las cuatro de la tarde, poco después de que la presa se derrumbara. “La última vez que vi a mi mujer fue por la mañana antes de que ella saliera a la mina. Mis hijas no dejan de preguntar por la madre”, explica con ojos mareados. Supuestamente había un sistema de alarma pero existen dudas de si funcionó. A Diniz los colegas a los que ha consultado le dicen que no. “Conversé con muchas personas y nadie oyó la sirena de alarma “, explica. Las instalaciones tenían los permisos pertinentes en regla, según la secretaria de Medio Ambiente de Minas Gerais.

El gobernador de Minas Gerais, Romeu Zema, es pesimista. “Desgraciadamente, las probabilidades de encontrar supervivientes son mínimas en este punto. Seguramente solo rescataremos cadáveres” ha declarado. El panorama es desolador. Un mar de lodo rojizo ha inundado una enorme extensión.

Las autoridades han confirmado este sábado nueve muertos y han contabilizado 345 empleados de Vale con los que no han tenido contacto desde el suceso y unos 180 a los que han logrado localizar. Pero todavía no hay estimación ninguna de si el derrame de los más de 12 millones de metros cúbicos de desechos férricos contenidos en tres balsas afectó a aldeas cercanas a las instalaciones de la mina. Brumadinho tiene casi 40.000 habitantes. Los equipos de rescate tienen localizados cuatro puntos en los que creen que puede haber supervivientes, según ha explicado el teniente coronel Godinho, coordinador adjunto de Defensa Civil de Minas Gerais. Los bomberos han hallado con vida a 15 familias en la zona afectada.

Desde el instante en que llegaron las primeras noticias de lo ocurrido en Minas Gerais, todos en Brasil pensaron en la catástrofe de mina Mariana. Incluido el presidente de Vale, Fabio Schvartsman, que lo mencionó en su comparecencia el viernes, horas después del suceso, mientras las acciones de la empresa caían fuertemente en Bolsa. “¿Cómo puedo decir que aprendimos después del accidente de Mariana?”. La rotura en 2015 del dique de residuos de aquella mina, cercana a la de Brumadinho, derramó 40 millones de metros cúbicos de residuos (casi cuatro veces más que ahora) que mataron a 19 personas. Pero aquella lengua de lodo fue especialmente letal con el medio ambiente porque recorrió 600 kilómetros hasta que desembocó en la costa de Espírito Santo. Mina Mariana era propiedad de Samarco, una firma participada por Vale y el grupo BHP. Las operaciones en mina Mariana siguen paralizadas a la espera de obtener una nueva licencia. Las empresas que explotaban la instalación lograron un acuerdo judicial para pagar 20.000 millones de reales (4.600 millones de euros), paralizando demandas civiles que les reclamaban una cantidad varias veces superior.

El desastre aumenta además el recelo con el que las organizaciones ambientalistas perciben al Gobierno de Jair Bolsonaro que, aunque finalmente ha decidido no retirarse del acuerdo de París contra el cambio climático, sopesó desmantelar el Ministerio de Medio Ambiente para fundirlo con el de Agricultura. La técnica utilizada para construir la presa colapsada es, según los expertos, la más barata y menos segura. “Si la ley prohibiera la construcción de represas ascendentes (hechas con los propios residuos) por encima de las comunidades humanas, como hacen muchos países, tendríamos menos desastres”, afirma Guilherme Meneghin, fiscal responsable del caso del desastre de Mariana.

El presidente Bolsonaro, que sobrevoló este sábado la zona afectada, ha tuiteado que es «difícil estar ante este panorama y no emocionarse». Y ha añadido una promesa: «Haremos todo lo que esté a nuestro alcance para atender a las víctimas, minimizar daños, averiguar lo ocurrido, que se haga justicia y prevenir nuevas tragedias como las de Mariana y Brumadinho por el bien de los brasileños y del medio ambiente». Los ministros de Medio Ambiente, Minas y Energía, y Desarrollo regional viajaron el viernes a Brumadinho para evaluar los daños.

“La empresa no puede salir impune, estoy orgulloso de trabajar en el valle, pero la gente necesita pagar por ello», sostiene Diniz mientras sigue buscando algún indicio sobre el paradero de Lenilda. “Siempre hubo miedo de que algo sucediera en la represa”, añade.

Brasil ha sufrido en las últimas décadas varias catástrofes como esta de Brumadinho. Solo en el Estado de Minas Gerais existen 450 presas de contención de residuos de la minería de los que 22 no tienen la estabilidad garantizada, según la secretaría de Medio Ambiente regional.

La presa que colapsó el viernes obtuvo en diciembre pasado la autorización oficial para el reaprovechamiento de los residuos y el desmantelamiento del depósito, según Medio Ambiente de Minas Gerais. El máximo ejecutivo de Vale, la propietaria, ha explicado que las instalaciones fueron auditadas periódicamente por firmas que avalaban su estabilidad. Una de las auditoras fue la alemana Tüv Sud, según Schvartsman.

Con los ojos hinchados de llorar, Bianca busca información sobre su marido, Fauler Douglas, que trabajaba para una subcontrata de Vale. No logra encontrar el nombre de su esposo en ninguna de las listas. La enfermera María Cristiane, empleada de la empresa minera, intenta calmarla y ayudarla. Cristiane, que entraba a trabajar a las siete de la tarde, no ha podido dormir pensando en los colegas desaparecidos. “Perdí la esperanza por los que trabajaban en el consultorio conmigo y estaban allí a la hora de la tragedia. El lugar fue uno de los primeros en ser alcanzados por el lodo”, revela.

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: El País