EDITORIAL: Alfonso Durazo y la futura franja de Gaza al sur del territorio mexicano

El funcionario clave para cumplir el capricho de freno migratorio que impuso a México Donald Trump no es Marcelo Ebrard sino el sonorense Alfonso Durazo. Marcelo salvó la cara ante su jefe AMLO: se desveló atrozmente, se enfrentó por teléfono a las bravatas del Inquilino de la Casa Blanca, fue ninguneado y vejado por la ruda diplomacia norteamericana (no un puño de acero metido en un guante de seda, como decía Churchill sino el puño de acero simplemente), y al final, fue el soldado héroe que regresa lisiado y mutilado del campo de batalla, pero al cabo sobreviviente de esos manglares fétidos en que se ha convertido la política en Washington.

Sin embargo, el responsable de esta riña pospuesta (así le llamo ahora a las relaciones bilaterales México-EUA) no es Marcelo sino Durazo. Y no podrá salir bien librado del embrollo el Secretario de Seguridad Pública.

Durazo tendrá que sacarse de la manga 6 mil guardias nacionales para apaciguar los delirios anti migrantes de Trump, mandándolos a la frontera sur. Tendrá que dejar sin cobertura de seguridad a más de 6 millones de mexicanos, con los riesgos subyacentes. Tendrá que destinar a esta misión inesperada 3 mil 600 millones de pesos que no contemplaba en el presupuesto de su dependencia. Tendrá que inventar una especie de franja de Gaza a la mexicana, justo en la frontera de nuestro territorio supuestamente libre, en menos de 45 días.

Durazo no la tiene fácil. Si a Marcelo se le dificultó conciliar el sueño por varios días en territorio yanqui, a Alfonso se le complicará cerrar los párpados para descansar en los próximos meses. Le avizoro unas ojeras cárdenas y unas bolsas cargadas de cansancio bajo los ojos. Porque si no cumple con lo pactado, si finge su encomienda, tanto si escatima los recursos, como si los entrega por completo, Durazo será el responsable de las dentelladas y zarpazos que nos soltará de nuevo la bestia del bisoñé naranja. Sin contar con que otra bestia agazapada, que es el crimen organizado, andará a sus anchas en esa zona franca que el gobierno federal descuidará por cumplir los caprichos de su esquizofrénico vecino del norte. No hay forma de evitar el enredo, pero que no piense Durazo en renunciar. Que se resigne a ponerse los zapatos de patriota, se lo reconozcan o no sus enemigos, que no son pocos.