EDITORIAL: AMLO asediado por sus adversarios apocalípticos

Sobre la consulta pública del NAIM, los adversarios de AMLO rayan en la hipérbole, la exageración y el humorismo involuntario. Lo de menos es que vaticinen el Apocalipsis en México, como daño colateral a sus sentimientos de indignación; lo peor es que se llevan de encuentro la crítica sensata con sus insultos desaforados. Y así no se puede analizar nada.

Francisco Martín Moreno escribe que México no votó, sino que “fue víctima del mayor engaño de su historia”. Con soberano desparpajo, asegura que México se suicidó. ¿Con pistola? ¿soga? ¿pastillas? No lo aclara todavía y nos gustaría saberlo (nada más por estar enterados).

Raúl Trejo Delarbe comparte la perplejidad (así lo dice él) con la consultora UPS: AMLO hará nuevas consultas para “avalar incluso su reelección presidencial”. Nadie sabe de dónde salió ese temor tan anticipado, pero pone sobre aviso a los mexicanos de una dictadura estilo Maduro o Daniel Ortega, como también lo advirtió el PAN, ese partido ahora transformado en oportunista pitonismo incendiario.

José Antonio Crespo no se contiene en su retahíla de perversiones sociales en las que desembocará inevitablemente la consulta al NAIM: “Arbitrariedad presidencial. Culto a la personalidad. Descalificación sistemática a la prensa. Confrontación con los empresarios. ¿Le recuerda a algún país en particular?”. Crespo celebra como previsible adivino que todos quienes lo leemos (con pena ajena) le responderemos a la cuenta de tres: “Sí, Venezuela”. Y así se relame Crespo por su avispado ingenio y perspicaz malicia.

Remedos de apocalípticos, aprendices de profetas, mediocres adivinos, lambiscones con sus mecenas, los adversarios en la prensa de AMLO afilan sus garras y en el fondo les preocupa que el futuro de México no se acerque a ese infierno con el que sueñan, para ver que tenían razón en su mala voluntad contra AMLO. El tiempo les demostrará sus errores de juicio y no tendrán agujero dónde meter avergonzados la cabeza. Si es que para entonces no los invade un cinismo descarado y sin memoria.