#EDITORIAL: Chanchullos electorales para dummies (pero no se lo cuenten a nadie)

Es curioso: entre marzo y junio creció en Nuevo León 400% la venta al mayoreo de despensas, material de construcción y electrodomésticos. Estos datos contrastan con el hecho de que uno de cada cuatro negocios han cerrado con la pandemia y más de 90 mil empleados fueron lanzados a la calle en los cuatro meses recientes. 

Podría pensarse que este crecimiento exponencial de despensas se debe a que a la gente de Nuevo León le ha dado más hambre con la pandemia. O que fueron tantos los meses confinados que de buenas a primeras se les antojó remodelar su casa. A la par, también señalo que en estos últimos meses se han incrementado los servicios oculares, dentales e incluso estéticos (cortes de pelo, tratamientos capilares, etcétera). 

Voy a especular por qué este incremento exponencial de bienes y servicios: a las elecciones del 6 de junio. Y déjenme soltar una hipótesis más concreta: están comprando votos. Así de simple. Las despensas, los tinacos, los electrodomésticos, se regalan a cambio del sufragio. Cabe por supuesto la opción más efectiva, de corromper al elector con efectivo (aunque eso pasa ya más bien el mero día “D”, y solamente los operadores muy novatos, por no decirles de otra manera, lo hacen durante la campaña). 

Si estas dádivas, es decir, si estas despensas o bultos de cemento se dan más de una vez, amarran mejor al elector corrompido. Se sabe de votantes que en la medida en que se acerca el día “D” son ellos mismos los que van a los comités de campaña a ofrecer su credencial de elector. Arman una especie de draft: “¿cómo? ¿nomás 300 pesos por mi credencial de elector? Si los de enfrente me ofrecen 350, aparte de dos despensas. Así no, jefe, no se vale, ya no hay valores ni moral”. 

Me cuentan que a un operador electoral se le ocurrió un sistema genial para entrega de dádivas de compra de votos: formó una red social para adquirir despensas a bajo costo, digamos que a un precio simbólico. Y fue reclutando amas de casa en colonias populares. Fue un éxito. Ya este operador electoral seguramente busca cómo patentar su genial idea en el IMPI. ¿Sabrá este genio que incurre en delito electoral? 

Incluso hay cálculos de cifra de gastos irregulares. Se supone que el día “D” un candidato a gobernador gasta en movilización de votantes (vil acarreo) 50 millones de pesos. Y que la compra e inhibición masiva de votos anda alrededor de 350 millones de pesos. Cifra baja si se piensa (como ellos piensan) que es para ganarse una gubernatura. Por cierto, dicen que la compra de votos en efectivo la hacen después de la 1:00 p.m., cuando casi todos los electores ya fueron a votar y los operadores se despachan con las “rémoras de votantes”. 

Esta corrupción de voluntades puede tener dos variantes: o se compran muchas credenciales de elector, o se compra a un líder que representa una buena cantidad de votos. Si por ejemplo, a un operador le encargan una sección electoral que su candidato considera perdida, el operador se encargará de destruir todas las credenciales que en teoría irían a favor del rival. Pero como aquí también aplica el viejo refrán de “ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón”, estos votantes clonan varias veces sus credenciales de elector. Listillos desde chiquillos. 

En el próximo artículo les sigo contando cómo se edifica en la práctica la fulgurante y bonita democracia mexicana. No se pierdan mañana: “Fraude electoral para dummies 2”.