EDITORIAL: Chismes presidenciales en el mitin de Tijuana

No vi en el mitin que presidió Andrés Manuel López Obrador en Tijuana ninguna celebración. Fue una ratificación de posiciones. Tampoco vislumbré ningún plan de arropamiento popular para el mandatario. Incluso hubo voces, como la de Porfirio Muñoz Ledo (por cierto qué acabado luce el pobre) que expresaron críticas puntuales a la actual diplomacia mexicana.

Por si a Marcelo se le nublaba el cerebro con sus efluvios presidenciales (nada raro en él), el padre Alejandro Solalinde destapó a Claudia Sheinbaum, un poco para empatar cartones. Acordado o no con AMLO (lo más seguro es que sí porque al mandatario en cuestión de grillas no se le va una), Solalinde bien pudo ahorrarse la alusión vedada, porque no hubo necesidad: Marcelo dio parte de las negociaciones con EUA, y punto. No pretendió ir más allá. Además, llevaba 24 horas sin dormir y la tensión le provocó una migraña que no se le ha quitado hasta la fecha.

Por otra parte, Marcelo sabe en su fuero interno que tiene más enemigos que aliados en el gabinete de AMLO y se cuida de dar pasos en falso. Pero sería mezquino regatearle méritos: como canciller se anotó un diez. Desquitó bien la quincena.

¿Qué le faltó al mitin de Tijuana? Las voces a la distancia de los mandatarios de Centro América. Parecen borrados del mapa. No dan color. Y peor: no leí a lo largo de la semana pasada, ninguna declaración de los Presidentes de Guatemala, Honduras, El Salvador, solidarizándose con México por la amenaza arancelaria de Trump. En términos llanos, nos mandaron al carajo a los mexicanos.

Pero tal parece que a muchos opinólogos como Denise Dresser les hubiera gustado más el incremento de 25% arancelario que afectar a nuestros “hermanos” centroamericanos. ¿De cuándo a acá?

En política comercial las relacionas con Trump son complejas, nada ideales y eligiendo de los males el menor. Ni modo, ya quisiera uno que fuesen de otra manera, pero las cosas son como son. O sea, de la guerra comercial nos salvamos por poquito, y todavía hay quejicas en México (los de siempre) protestando porque en la batida se nos manchó un poco el uniforme. Injustos y pichicatos. Así se la vivieron.