EDITORIAL: El Schindler mexicano

Tras el hundimiento de nuestros buques petroleros “Potrero del Llano” y “Faja de Oro” por submarinos alemanes, México abandonó su neutralidad, y mediante decreto presidencial aprobado por el Congreso, finalmente declaró la guerra a las potencias del Eje el 28 de mayo de 1942.

La participación de nuestro país en la conflagración fue más bien pasiva. Se instituyó el Servicio Militar obligatorio, se fortaleció la presencia militar en lugares estratégicos y se apoyó el abastecimiento de Estados Unidos, tanto en bienes de exportación como en mano de obra, entonces sí muy bienvenida.

Hubo, sin embargo, otras dos acciones adicionales. Una, lucidora y del dominio público: el envío del Escuadrón 201 al combate aéreo en las Filipinas, y otra discreta y menos conocida: la valiente participación de nuestro cuerpo diplomático en la Francia ocupada para salvar miles de vidas.

Enviado como Cónsul General a París en 1939 por el presidente Lázaro Cárdenas, Gilberto Bosques Saldívar se transformaría en un héroe discreto que pondría en alto el nombre y la dignidad de México. El primer obstáculo que enfrentó fue el reconocimiento que haría el gobierno francés al de Franco y su declaratoria hostil hacia los refugiados republicanos. Al ser éstos reclamados por el fascismo español para juzgarlos y, con toda seguridad, ejecutarlos, Bosques y su equipo echaron a andar la maquinaria consular para expedir visas.

El primer esfuerzo fue exitoso y 1,500 republicanos españoles abordaron el “Sinaia” con destino a México. Después vendrían el “Ipanema”, con mil, y el “Mexique”, mismo buque que trajo un par de años antes a los “Niños de Morelia”, con dos mil refugiados. Cuando los embarcos fueron suspendidos por la incursión de Francia en la Guerra, aún quedaban 200 mil españoles refugiados en territorio galo.

Con la ocupación alemana de Francia las cosas se complicaron aún más: la policía francesa se convirtió en enemiga y la Gestapo rondaba cerca, enviando a los refugiados españoles a campos de trabajos forzosos y a los judíos a los campos de exterminio. Extralimitando sus funciones, la legación mexicana instaló el consulado en una cochera en Marsella (incluyendo un centro de fotografía) para agilizar los trámites.

Bosques consiguió y habilitó dos castillos, el de Reynade para varones, y el de Montgrand para mujeres y niños, refugiando ahí a más de 1,200 personas. Al ser despojado de esos inmuebles, propuso al Presidente Ávila Camacho la ruptura de relaciones con Francia. Éste aceptó. Como consecuencia, el ejército alemán confiscó los recursos del Consulado y Bosques fue detenido junto a su familia y el resto del cuerpo diplomático.

Tanto valían nuestros valientes compatriotas, que un año después de ser recluidos fueron intercambiados por prisioneros alemanes a razón de 12 de éstos por cada mexicano. Nuestra representación diplomática había logrado salvar la vida, mediante la expedición de visas, a más de 40 mil judíos y refugiados.

Gilberto Bosques, exponente del humanismo, generosidad y valentía que nos caracteriza, y considerado el “Schindler mexicano”, murió a los 102 años.