EDITORIAL: El triste final de la carrera política de Felipe Calderón

Ricardo Anaya jugó sus cartas en el relevo del PAN y dejó a Marko
Cortés como dirigente nacional de ese partido. Hay que decirlo: fue
una buena jugada, con menos desgaste de lo previsto. Cortés ya
había crecido políticamente como pastor del rebaño de diputados
panistas, en la pasada legislatura y contra todo pronóstico, terminó
decorosamente su cargo, sin escándalos ni rebeliones internas de
importancia, a excepción del maltrato innecesario a Gustavo
Madero. Cortés, en términos generales, fue un comedido
coordinador de bancada.
Las quejas de Felipe Calderón en contra de Marko, que propició
finalmente su renuncia al partido que lo llevó a la presidencia de
México en 2006, estuvieron fuera de lugar. El poder no se cede por
nada, no se suelta por nada, ni se comparte con los enemigos por
nada. Y la figura de Calderón, ya se vio, a estas alturas, casi no es
nada. Creyó que provocaría un tsunami su renuncia a su militancia
panista, y acabó en agua de borrajas. Supuso que se iría con él una
marabunta de panistas agraviados, y casi lo dejaron solo. Pensó
que tendría eco su convocatoria tácita a formar una nueva
agrupación política y a excepción de un par de articulistas
maiceados, lo dejaron chiflando en la loma.
Para Cortés fue un alivio que Calderón se fuera al fin del PAN. Le
quitó molestias. Como se las quitará próximamente la renuncia de la
cada vez más desaforada Xóchitl Gálvez. El verdadero pendiente
de Marko ya no es el ex mandatario sino la forma como negociará
con un aliado inconstante: Rafael Moreno Valle, quien será (a no
dudarlo) el próximo coordinador de la bancada panista en el
Senado; lo será aunque quiera disputarle el puesto Josefina
Vázquez Mota, reina de todas las derrotas. Otro pendiente de
Marko será controlar a los 103 legisladores que tiene en el
Congreso y a los gobernadores panistas, casi ninguno aliado suyo.
Pero hay que reconocerlo: el PAN no está hecho pedazos como
dictaminan algunos, aunque deberá reconstruir cuanto antes su rol
como principal opositor a AMLO (otras fuerzas le llevan más camino
recorrido y difícilmente las alcanzará).
El tiro de gracia al futuro político de Felipe Calderón se lo dio Jesús
“Rey” Zambada, cuando lo acusó de recibir dinero del narcotráfico

durante su presidencia. Mala señal: si el rio suena, agua lleva. O al
menos, por lo visto, a Calderón lo aguardan enemigos políticos más
poderosos que Ricardo Anaya y Marko Cortés, de quienes tendrá
que cuidarse para que su expediente personal (y ya no solo político)
se siga manchando. Eso sí: peor a tener una mala reputación como
actor político, es no tener ninguna reputación que valga. Y Calderón
es un cero a la izquierda (o más bien a la derecha) y no pinta en el
tablero político del futuro próximo. Ni del futuro lejano. Él lo sabe,
pero se lo calla.