EDITORIAL: El último adiós

En las redes sociales circula un video muy emotivo que ha causado revuelo en el sector mundial automotriz. Se titula “El último día” y en él aparece, con una cálida música instrumental de fondo, Dieter Zetsche despidiéndose de su equipo como Director Ejecutivo de Mercedes Benz.

En las imágenes, el directivo alemán sale de su oficina y es recibido con efusivos aplausos en el lobby del Corporativo. Algunos de sus exempleados se toman la típica selfie con él. Entrega su gafete a la salida y su chofer le abre la puerta trasera de su Mercedes Clase S para irse a su hogar.

Parte de su equipo lo espera afuera del edificio para darle el adiós. Taciturno, nostálgico y con expresión adusta, echa una última mirada a la estrella de tres picos encerrada en un círculo, emblema de la marca, ubicada en las alturas del complejo directivo.

Al llegar a su casa, despacha a su chofer y se queda de pie, despidiéndolo mientras se aleja. Al final aparece la leyenda: “Gracias, Dieter Zetsche, por tantos años de inspiradora competencia”. El video lo firma BMW.

El cortometraje incluye también una parte jocosa: al quedarse solo, el supuesto Zetsche, “al fin libre”, abre el garaje y sale conduciendo un flamante convertible BMW i8 Roadster dorado. Más allá del toque de comedia sobre su rivalidad, lo importante es el justo homenaje que su acérrimo competidor le ofrece.

Zetsche salió por la puerta grande. Dejó a Mercedez Benz como una de las principales empresas automotrices en el mundo y, con su visión y asignación de importantes recursos para investigación y desarrollo, la encaminó por la senda de la innovación, la movilidad inteligente y el uso de energías alternativas. Además, cumplió con una doble meta en aparente conflicto: renacer el señorío de la marca y rejuvenecer su imagen.

El mensaje de la BMW es trascendental y digno de aquilatarse: la competencia, lejos de ser un ente destructivo al que debemos estrangular, puede ser nuestro mejor aliado. La competencia nos obliga a innovar, a ser más productivos, a ofrecer un producto diferenciado, a ser más eficientes. Nos lleva, pues, a ser mejores.

En los negocios, e incluso en la política, no hay mayor bendición que contar con un competidor de altura, que nos inspire y motive, como a la BMW. Si destruimos a nuestros adversarios, matamos irremediablemente a nuestra gallina de los huevos de oro.

Cuidemos a nuestra competencia. Y cuando sea el caso como el de Zetsche, rindámosle homenaje. Eso nos dignifica y nos hace más grandes.