EDITORIAL: Germán Martínez cree salirse con la suya

Germán Martínez es un ser perverso. Culpa a Carlos Urzúa de su renuncia al IMSS, pero sabe que está mintiendo. Y todos sabemos que miente. Los titulares de cualquier dependencia o entidad federal, como lo es el Director General del IMSS, le entran al cargo, consientes de que en la vida real el coco de su encomienda será siempre el Secretario de Hacienda. Ahí se curten los buenos políticos. Y se chamuscan los malos.

Mentía aquel viejo grillo cuando decía que la política se hace con “saliva y pulque”. En las altas esferas, la política se hace en el toma y daca, negociando recursos. El mejor gallo gestiona una buena partida para su gallinero, el gallo capón (o sea, el capado), se queda sin un quinto.

A veces, el encargado del IMSS (quienquiera que este sea, da igual) suelta indirectas a la prensa, alude a un posible quiebra del instituto, amenaza discretamente, patalea y aletea. Todo para llamar la atención, por la buena o por la mala, al colega que controla el erario público. Así consigue presionarlo para que le suelte más dinero. O para que lo manden por un tubo En el peor de los casos, se salta las trancas y va y convence al Presidente en una audiencia personal. En esa media hora arregla hábilmente su situación financiera empantanada.

Pero con su renuncia, Germán Martínez no hizo política, hizo lo único que sabe hacer: dejar el tiradero para irse tan campante. Con su carta mafufa, estrafalaria, no quiso quemar al Secretario de Hacienda; quiso darle un golpe bajo a AMLO, abusó de su confianza; se burló de su protector y de quien lo rescató del rincón del olvido a donde lo habían remitido sus anteriores jefes.

Si acaso, AMLO cometió un error de buena fe, una metida de pata que no fue la primera ni será la última: le dió un escaño legislativo a un malagradecido, para luego meterlo en su gabinete. Parece nuevo: el malagradecido (hombre o mujer), terminará por volver muy orondo a su cómoda diputación, a la mullida senaduría que es casi el paraíso, donde no ocupará desgastarse en el estira y afloja para inyectarle dinero a la dependencia a su cargo. Porque los legisladores realmente no hacen política ni gestionan recursos; se la pasan en el puro lujo, riéndose de los titulares de las secretarías de Estado, que sí tienen que trabajar para sacarle a su jefe AMLO, la bola del cuadro. Ojalá no pongan a Germán al frente de ninguna comisión: ya sería el colmo premiar a quien gusta de morder la mano y pintar un dedo.