#EDITORIAL: La batalla de la mente

Todos los días amanecemos con noticias aterradoras que nos trasmiten un escenario desalentador. Los muertos se cuentan por miles, los contagiados por decenas de miles, las empresas seriamente afectadas por cientos de miles y los desempleados por millones. Con esa pesada carga de negatividad es difícil innovar, emprender, producir, crear.

Un cuento popular relata que en un pequeño pueblo de un país lejano, una afable señora poseía una exitosa fonda que, con la ayuda de algunos empleados, atendía personalmente. Gran calidad y servicio ofrecía a sus comensales, quienes abarrotaban diariamente el local.

Una crisis sin precedentes azotó aquel país. Los negocios comenzaron a despedir trabajadores y a cerrar sus puertas. Todos tuvieron problemas, menos aquella fonda que seguía atiborrada de clientes. ¿Por qué no llegaba la crisis ahí? Porque su dueña no veía televisión, no tenía acceso a las redes sociales ni leía los periódicos y, por lo tanto, para ella la crisis no existía.

Un buen día, una amiga –de esas que llegan sin que se les llame-, le preguntó cómo era posible que no hubiese tomado medidas contra la crisis, como lo hacía todo el mundo. Le mostró, además, las notas relacionadas con el tema.

Inmediatamente la mujer hizo los cambios necesarios: despidió personal y escatimó en la compra de insumos. Pronto, la calidad y el servicio comenzaron a mermar, al igual que la clientela. El negocio no tuvo más remedio que, como todos los de aquel pueblo, cerrar sus puertas.

Los seres humanos reaccionamos a estímulos y construimos nuestros paradigmas en base a nuestros sentimientos, y lo que sentimos proviene de nuestros pensamientos, y lo que pensamos tienen como fuente principal la percepción: lo que percibimos del mundo, del entorno y del medio que nos rodea.

Ahora, más que nunca, la información se ha democratizado de una forma tal que ya no es exclusiva de los medios de comunicación. Las fuentes informativas se han multiplicado y su velocidad de diseminación se ha exponenciado. Cualquier persona con un celular inteligente es un reportero y tiene acceso, a través de las redes sociales, a llegar a las grandes masas en cuestión de minutos.

Es cierto que es imposible evitar el bombardeo de información inútil e indeseada que nos ataca permanentemente. Pero lo que sí podemos hacer es vigorizar nuestra razón y fortalecer nuestro ser interior. No dejemos nuestro cerebro vulnerable a la artillería de las noticias negativas. Levantemos las defensas y demos ahí la pelea. Las batallas contra las crisis se ganan primero en la mente de cada individuo.