EDITORIAL: Niños quemados vivos

En el penúltimo capítulo de esa buena novela de Mario Vargas Llosa titulada “Tiempos recios” (la más reciente del peruano), se narra cómo las hijas pequeñas de Johnny Abbes, sicario del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, fueron quemados vivos en Haití por un comando paramilitar.

Así lo narra Vargas Llosa: “… luego de realizar aquella terrible matanza, habían rociado unas latas de querosén en la vivienda y le habían prendido fuego. Ella había visto desaparecer aquella casa en un montón de cenizas y subir a sus camionetas y partir a los asesinos y pirómanos, seguramente convencidos de haber llevado a cabo un trabajo muy bien ejecutado”.

Abbes se había casado con la hija del sindicalista mexicano Vicente Lombardo Toledano y era un redomado canalla. La opinión pública mundial repudió el hecho y denunció las prácticas bestiales en Haití, país moralmente tan envilecido que justificaba la muerte de los menores de edad, simplemente porque el padre era una mala persona.

Esto sucedió en Haití en 1961. En México está sucediendo hoy mismo. Diariamente son asesinados cien mexicanos en promedio, a causa del narcotráfico. Tres de cada cien, son niños, menores de edad, que estaban en el lugar y en el momento equivocado. Los  criminales (y no solo ellos) están convencidos de llevar a cabo un trabajo muy bien ejecutado.