EDITORIAL: Palabras de aliento a Gibrán Ramírez, vilipendiado en redes

El Estado se inventa a sus intelectuales orgánicos. Cuando gobernaron los tecnócratas, brotaron como hongos los analistas económicos. Con Fox predominaron (de tal palo tal astilla) los académicos chacoteros. Con Calderón, aquí y allá, aparecieron teóricos y académicos de la seguridad pública, que (de pasadita), defendían al régimen.

Con Peña Nieto se volteó el chirrión por el palito, y las redes sociales sustituyeron a los intelectuales orgánicos: se entronizaron los youtubers, los instagramers, los influencers. A Peña no le quedó más que despedirse del poder, actuando de patiño de Chumel Torres: cada gobernante tiene los pensantes que se merece.

AMLO también apapacha a sus intelectuales consentidos. Algunos gozan de carrera reputada por sus propios medios y recursos. Es el caso de Paco Ignacio Taíbo II (quien se volvió best seller cuando nos narró por enésima vez la vida, obra y milagros de Juárez, Pancho Villa, etcétera, versión cuentacuentos rojos). ¿Antonio Attolini? Se ha quedado allá arriba, muy lejos de nosotros, en sus casi dos metros de metrosexualidad progresista.

Pero el intelectual consentido de la 4ª Transformación no es Poniatowska (muy reconocida por méritos propios), ni John Ackerman (muy vanidoso para ser de izquierda), ni Hernán Gómez Buera (muy gentleman para ser popular), ni Lorenzo Meyer (muy objetivo para ser propagandista oficial). El académico mimado, estimulado, cosquilleado por la 4T es Gibrán Ramírez. “¿Y quién es ese?” se preguntará algún despistado lector. Si no lo sabe, no lo diga: hay ignorancia que no ennoblecen.

Gibrán Ramírez, de prosa inflada, de reflexiones hondas y profundas, de espacios en medios masivos, de nula sonrisa (¿por qué no se ríe aunque sea de compromiso?), es lo cool, es lo chido, es la neta del planeta moreno. Tanto, que ya se pertrechó un ejército de defensores del joven contra los bots, los haters de Facebook y de Instagram que lo tildan de “feo, gordo, gacho y cachetón”. Estos excesos verbales en la actual Era de la Información (así de pomposa me salió la frase), no debería desvelar al buen Gibrán, porque los intelectuales no están para ganar un concurso de belleza (basta recordar a Monsiváis), sino para defender sus causas de corazón (que a veces, ni modo, resultan ser las mismas que las del gobierno en turno).

A mi como a muchos, Gibrán me parece un chavo listo, machetero, nerd, medio contestón cuando lo “jovenea” (así dice él), Denisse Dresser. Y lo es, aunque a veces el ego se le suba a la azotea y avance por la senda del escarnio, imitando a don Susanito Peñafiel y Somellera.

Con todo, no creo que Gibrán sea un verdadero rival académico para la colmilluda de Denisse, quien por cierto, ya consagró sus días y sus noches, sus desvelos y obsesiones, sus memes y su Twitter, a un solo hombre en toda la faz de la tierra: Andrés Manuel López Obrador. Denisse odia a AMLO. Y como Gibrán es el alter ego juvenil del Presidente, y es el millennial que transubstancia el lenguaje moreno a garabatos académicos (que a veces nadie entiende), pues Denisse también se quiere llevar a Gibrán a bailar el mono de alambre.

Al joven aspirante a intelectual oficial de AMLO le exhortamos con denuedo: no te dejes, defiende tus principios, y si a nadie les gusta, inventa otros, al cabo de lo que se trata es de perdurar en la 4T. ¡Ánimo, campeón!