EDITORIAL: ¿Por qué AMLO sale al quite de los aztecas, 500 años después?

Pedir disculpas por excesos históricos de un Estado, una Corona o la curia episcopal no es ninguna novedad. Forma parte de cierto protocolo diplomático poco socorrido. Obvio, tampoco se llega a nada en estos casos, porque es pura retórica hueca, a menos que las disculpas vengan acompañadas por una jugosa indemnización, cosa que nunca ocurre. ¿De qué sirvió que recientemente la Iglesia Católica pidiera perdón por la mala forma como trató a Galileo Galilei? ¿De qué sirvió que Japón o Alemania pidiera perdón por la II Guerra Mundial? ¿O por la ocupación colonial a Corea del Sur? De nada. Si acaso, se reivindica moralmente la memoria de las víctimas.

AMLO no comete ningún disparate al pedirle a España y a la Iglesia Católica que se disculpe por los excesos cometidos durante la Conquista de México. No fue un imbécil al pedir esto, como sí es un imbécil Arturo Pérez-Reverte al insultarlo en Twitter, siendo uno de los novelistas más inflado por el marketing y el establishment cultural español, cuando no rebasa los linderos de la más pinchurrienta mediocridad literaria.

Acaso AMLO traía en mente durante la mañanera a Hernán Cortés actuando como un genocida en la matanza de Cholula o a Pedro de Alvarado asesinando a mansalva, en una sola noche, a casi todos los nobles aztecas en Tenochtitlán. Sin embargo, sí podemos acusar a AMLO de falta de tacto, de poca mano izquierda: ha metido muchos fierros en la lumbre y añadir otro más a la candente lista, solo opera gratuitamente en su contra. ¿Para qué ganarse un malqueriente extra, ahora con el gobierno español, por exigir disculpas históricas sobre crímenes cometidos hace 500 años, si además no vienen acompañadas de ninguna indemnización? Hasta los púgiles más rijosos saben que en una pelea de box, sobre un ring, no conviene agarrarse contra todo mundo. Hay que seleccionar a los rivales y trompearlos de uno en uno, sin que te echen montón. Pero Andrés Manuel agarra parejo y un día se lo van a descontar, por atrabancado y díscolo (ya le dijo Ricardo Salinas Pliego que malamente no confía ni en su propia sombra).

Yo preferiría, aunque no venga a cuento, que exijamos perdón a EUA por robarnos la mitad de nuestro territorio, cuando ya ambas eran naciones formalmente constituidas. O a Francia que nos mandó al ejército de Napoleón III, a pesar de que en pocos años los retachamos de nuevo a Europa con el rabo entre las piernas y un dizque monarca disecado en una caja de madera de pino.

Mandemos pues una carta a Trump y otra a Macron, sabiendo de antemano que dormirán el sueño de los justos. Y a otra cosa mariposa, para no perder el tiempo, ni la saliva ni las mañaneras, acusando a naciones amigas como España, cuando hay tanto pillo corrupto priista caminando tan campante por las calles de Madrid y que al cabo necesitaremos extraditarlo de la Madre Patria. Ya verán que se nos ofrecerá pronto, y a ver si los majos agraviados nos cumplen sonrientes el favorcito legal.