El Reloj del Apocalipsis alerta que el fin del mundo está inquietantemente cerca

Las guerras, la crisis climática y la inacción política: los ingredientes que han obligado a decretar que el mundo está más en riesgo que durante la tensión nuclear de la Guerra Fría

Si el Reloj del Apocalipsis llega a medianoche no hay vuelta atrás. Nuestra civilización estará perdida, en un punto de no retorno. Por eso su “hora final” es la medianoche: una metáfora de la oscuridad, del fin de los tiempos. Suena alarmista, pero este Reloj, que no mide el tiempo sino cómo de próxima está la Tierra de ser destruida por el ser humano, está diseñado por los investigadores del Boletín de Científicos Atómicos, que alertan que no es amarillismo. Es una realidad estudiada.

El Reloj del Apocalipsis “es un símbolo que representa cuán cerca o lejos estamos de una catástrofe global. Y lo que queremos decir con eso es cuán cerca o lejos estamos de destruir la vida en la Tierra como la conocemos”, explicó a presidenta del grupo de expertos, Rachel Bronson, a la BBC.

Si la simple existencia del reloj suena a alarmista, es porque todavía no has escuchado la distancia que nos separa de la medianoche. En 2018 y 2019 estábamos a dos minutos del fin de los tiempos, ahora solo a 100 segundos, la cifra más cercana desde que se creó el reloj en 1947 ante el miedo de una crisis nuclear por el estallido de las tensiones políticas de la Guerra Fría.

No hace falta elucubrar demasiado el porqué de haber avanzado 20 segundos en el reloj. Como alerta el equipo del Boletín de Científicos Atómicos, entre los que se incluyen 13 premios Nobel, esta peligrosa situación es culpa del rechazo de varios países a los acuerdos nuclearesla falta de medidas efectivas contra la crisis climáticalas guerras que siguen en activo (por ejemplo, Siria) y las amenazas de empezar nuevas (¿acaso nos hemos olvidado de Irán y EE. UU.?).

Bronson ya lo alerta: aunque hasta 2020 se hablaba de “los minutos que quedaban para el fin del mundo”, a partir de ahora el conteo se mantendrá en segundos porque estamos ya en la cuenta atrás. Vivimos un delicado momento que, como ha asegurado el equipo de forma unánime, “está empeorando y exige atención inmediata» y, sin embargo, lo único que vemos son líderes y estados que «denigran y descartan los métodos más efectivos para abordar amenazas complejas».

Lejos queda el 1991, el año en que se registró el número más lejano del fin del mundo: 17 minutos, ya que fue el momento en el que se llegó al fin de la Guerra Fría con los acuerdos para eliminar las hostilidades entre las grandes potencias que se enfrentaron en esa batalla de influencias, EE. UU. y Rusia (anteriormente, la URSS).

Pero es que, incluso, ojalá pudiéramos volver a los “alarmantes siete minutos” (como se anunció en su día) que indicaban las manecillas del reloj la primera vez que se hizo público el proyecto, en 1947. Suena duro, pero así lo afirma el Boletín: estamos en una situación política, ecológica y mundial más tensa y peligrosa que durante la crisis nuclear de la Guerra Fría. No es de extrañar la impotencia y la rabia de tantos jóvenes, como Greta Thunberg, que ven el colapso mundial sin poder hacer nada más que contemplarlo.

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