Alrededor de una veintena de osos de pie en sus dos patas traseras se aglomeran en la plaza central de un pueblo de Rumania, a la altura de sus hombros lucen largos y sendos hilos rojos. No es hasta que uno se acerca a tal escena que queda claro que debajo de las grandes cabezas y garras de los osos, hombres y mujeres de todas las edades cargan el peso de las pieles.
Así comienza esta celebración que tiene lugar entre la Navidad y el Año Nuevo para ahuyentar a los malos espíritus. Los bailarines, también llamados domadores, salen cuando las calles están recién barridas, listas para ser cubiertas de nuevo por la nieve. La celebración ahora se ha convertido en un desfile y un concurso, mismos que se instauraron para mantener viva la tradición que con el paso del tiempo y los problemas económicos ha dejado de ser completamente gitana.
La tradición tiene raíces en los romaníes, el pueblo gitano de Rumania y término en ocasiones utilizado de forma despectiva según quien hable. Ellos solían tener oseznos, los cuales eran utilizados para curar los dolores de espalda cuando dejaban que caminaran por sobre una persona recostada bocabajo. Cuando los cachorros crecían, entonces los hacían caminar sobre placas de metal calientes, obligándolos a dar brincos, simulando un baile.
«La tradición no está muy definida porque los romaníes no escriben su historia. He hecho mi investigación, pero nadie puede descubrir cómo pasaron de dejar que los cachorros vivos caminaran por sus espaldas a la gente vestida como osos». Explica Diana Zeyneb para CNN. 
Diana Zeyneb Alhindawi es la fotógrafa a cargo de la serie Bear Dance; anteriormente ella viajaba por el mundo retratando crisis humanitarias y situaciones convulsas; sin embargo, ha dado un giro al retratar una tradición tan inusual como la de Rumania.
Con las pieles de oso a sus espaldas, después del desfile los grupos se dispersan por las calles del pueblo, caminando hasta las casas a las que han sido invitados a presentarse. Sin embargo, el uso de las pieles también se ha convertido una parte esencial para que la tradición poco a poco pierda fuerza en la vida romaní. En el país se ha prohibido la caza de osos, lo que ha provocado que las pieles se encarezcan y que sólo aquellos que ya las tienen continúen con lo que ahora es una tradición más familiar.
La situación económica de Rumania y de los romaníes en general ha empeorado, lo que los ha obligado a vender dichas pieles e imposibilitado que compren un reemplazo. De la misma forma, menos personas los invitan a sus casas, pues tienen menos recursos como comida, bebida y dinero para estos danzantes. Es por ello que los desfiles y los concursos se han convertido en parte central de la tradición, ya que esto permite que se presenten en ciudades más grandes y los bailarines puedan juntar más propinas.
Además de las personas que portan las pieles, los conjuntos suelen estar acompañados por otros locales que se visten como gitanos —en caso de no serlo—, utilizan máscaras y portan tuberías llenas de pólvora. La pólvora es utilizada para provocar estruendosos tronidos que suponen ahuyentar los malos espíritus del año viejo, sin duda un método mucho más moderno que años atrás consistía en las antiguas antorchas o llamas que solían portar los gitanos que entraban primero a las casas.
Sin duda esta tradición puede resultar controvertida, en especial por el elemento animal, tanto desde la perspectiva del maltrato —cuando los hacían caminar por el metal caliente—, hasta el de la caza furtiva para obtener pieles tan preciadas. Aunque también es innegable el valor estético de la fotografía de Zeyneb, sobre todo cuando sus sujetos son tan particulares y vistosos como estos danzantes.
FUENTE: culturacolectiva