Los británicos se vuelcan en las elecciones más decisivas en una generación

Millones de británicos desafiaron este jueves al mal tiempo y se volcaron en las urnas en las elecciones más decisivas en una generación. Las largas colas fueron una constante desde por la mañana en los primeros comicios en Reino Unido celebrados en diciembre desde 1923. Se estima que un 70% del censo participó en las segundas elecciones desde el referéndum de la Unión Europea, y con el Brexit en juego.

El primer ministro, Boris Johnson, votó a las 8.15 de la mañana en el ‘hall’ metodista de Westminster junto a su perro, Dilyn, en vez de hacerlo en su circunscripción de Uxbridge and South Ruislip, donde prácticamente no se dejó ver durante toda la campaña. Johnson peleó «por el último voto» bajo la línea de meta y recalcó la necesidad de lograr una mayoría absoluta para poder culminar el Brexit el 31 de enero.

El Partido Conservador llegó a marcar una diferencia de 19 puntos sobre el Partido Laborista de Jeremy Corbyn en los primeros lances de la campaña, pero las distancias se recortaron al final y se quedaron en apenas cinco puntos (41% a 36%), según la última encuesta de ComRes para ‘The Daily Telegraph’. Con esa escasa diferencia, los ‘tories’ no tenían asegurada la mayoría absoluta de 326 escaños (de un total de 650 en liza) y la posibilidad de un nuevo Parlamento colgado se cernía sobre la crítica situación política en Reino Unido.

Corbyn votó poco después de Johnson en su distrito electoral de Islington, en el norte de Londres, acompañado de su esposa, la mexicana Laura Álvarez, invisible durante toda la campaña. Un ciudadano disfrazado de Elmo se aproximó a ellos y fue retenido por la policía. Corbyn le quitó miga al incidente y votó sin mayores problemas.

En su maratón del último día, con más de 700 kilómetros recorridos entre Glasgow y Bedford, Corbyn urgió a los votantes a derribar el ‘establishment’ y propiciar «un cambio real» en el país. Durante su campaña, y tras declararse neutral en un hipotético segundo referéndum, el líder laborista dejó el Brexit en segundo plano y centró su campaña en la defensa del Sistema Nacional de Salud (NHS) y en las reformas económicas.

A sus 70 años, Corbyn se jugaba en estas elecciones su ‘ser o no ser’ como líder del Partido Laborista. Una nueva derrota ante el Partido Conservador podría abrir la espita para la sucesión del improbable líder que ha propiciado un giro a la izquierda del laborismo, arropado por la corriente interna Momentum. La mayoría de los militantes laboristas han cuestionado sin embargo su ambigüedad ante el Brexit. La campaña estuvo marcada por la dimisión de su ‘número dos’, el moderado Tom Watson, y la desaparición en campaña de su portavoz para el Brexit, Keir Starmer, y su portavoz de Exteriores, Emily Thornberry, todos ellos defensores de la permanencia.

La líder del Partido Liberal Demócrata, Jo Swinson, votó en compañía de su marido, Duncan Hames, en su distrito electoral de East Dunbartonshire. Swinson, de 39 años, ha sido criticada por no saber capitalizar el voto de la permanencia y permitir una caída del 20% al 12% de su partido en las encuestas. El mensaje Stop Brexit no fue suficiente para calar en un electorado que al final se escoró hacia las filas laboristas por la llamada del voto útil. La candidata tuvo que encajar también ataques por su contribución a las políticas de austeridad del Gobierno de colación Cameron-Clegg, en el que llegó participar al frente del Departamento de Empleo.

La ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, acudió también a votar con su perro en Glasgow. Sturgeon vaticinó una notable recuperación del Partido Nacional Escocés (SNP) ante la renovada promesa de un segundo referéndum de independencia en el 2020.

El líder menos visible durante la jornada electoral y durante los últimos día de campaña fue Nigel Farage, al frente del devaluado Partido del Brexit, reducido a un 3% en las encuestas. Farage reiteró a última hora la intimidación sufrida por sus 274 candidatos a manos del Partido Conservador, mientras capeaba la acusación de haberse convertido en el Grinch de estas elecciones prenavideñas. Según un sondeo de YouGov en los así llamados distritos marginales, el Partido del Brexit podría contribuir a última hora a que el Partido Laborista ganara al menos 16 escaños por el voto robado al Partido Conservador. Farage se defendió alegando que su partido había dado batalla sobre todo en los feudos laboristas y que no había comprometido el resultado final de los ‘tories’: «Hay 130 escaños que los conservadores no han ganado en 50 años y que nunca van a ganar».

A última hora, sin embargo, Johnson redobló sus esfuerzos para intentar captar a los últimos votantes del Partido del Brexit, con la mirada puesta también en los votantes pro-Brexit del Partido Laborista en sus bastiones del norte de Inglaterra: «Incluso para los que no hayan votado nunca al Partido Conservador y quieren ver nuestro país fuera de la UE, esta es su mejor oportunidad para ser oídos. No les vamos a decepcionar». El mensaje del ‘premier’ cayó sin embargo en saco roto en Irlanda del Norte, acusado de «traición» por el Partido Democrático Unionista, que puede ver sin embargo menguada su representación parlamentaria de diez a ocho diputados, por el voto táctico instigado por Sinn Féin. Johnson se ha convertido de repente en la bestia negra de los de los unionistas, que le acusan de imponer una aduana interior en el Mar de Irlanda con su acuerdo del Brexit pactado con Bruselas: la primera «patata caliente» que le espera al nuevo Parlamento tras las elecciones del 12D.

En un mensaje dirigido a millones de británicos por email, Johnson trasmitió una sensación de urgencia por el recorte de distancias en los sondeos y por la alta movilización de los votantes laboristas: «El viernes por la mañana, el líder del país entrará en Downing Street dispuesto a poner en marcha sus políticas. Ese líder puedo ser yo, o puede ser Jeremy Corbyn. La única distancia entre nosotros dos puedes tú ¿Has votado ya?».

En otra carta misiva similar, Corbyn reclamaba así el voto para los laboristas: «La única cosa peor que cinco horas más de un Gobierno ‘tory’ son cinco años más… Cinco años más de aumento de la pobreza, de bancos de alimentos, de desdén hacia las necesidades de la gente normal. Cinco años más de vender el Sistema Nacional de Salud a los multimillonarios amigos de Donald Trump».

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