Los cables sueltos de la transición energética

El gobierno federal se fijó la meta de producir 37% de su energía con fuentes renovables (en sus cálculos, ese indicador anda actualmente en alrededor de 16%). Pero, si quiere llegar ahí, antes tendrá que poner orden, sobre todo en los proyectos de alta escala, pues no hacerlo podría romper la inercia que llevó al sector a números récord en los últimos años, luego de la aprobación de la reforma energética que les abrió la puerta a los privados para su ingreso a la generación eléctrica.

Entre los puntos álgidos, la actual administración pretende que los concesionarios asuman los costos de la construcción de redes de transmisión y almacenamiento, los cuales han debilitado financieramente a la CFE.

Y se suma la cancelación de las controvertidas subastas de largo plazo, que daban a los privados la oportunidad de vender energía a los sectores público y privado.

Todo comenzó con la reforma energética, promulgada en diciembre de 2013, que permitió un crecimiento exponencial de las energías limpias, sobre todo la solar y eólica.

Estas energías también recibieron el impulso de los Certificados de Energías Limpias (CEL) y el acuerdo de la Conferencia sobre el Cambio Climático en París (COP), en el que México se comprometió a producir 35% de su electricidad mediante energías limpias, lo que también estableció en la Ley de Transición Energética de 2013.

Los resultados de estas iniciativas llegaron muy pronto. En 2014 había sólo dos centrales solares en operación, que generaban 70 MW, según indican cifras de la Asociación Mexicana de Energía Solar (Asolmex). Hoy, entre paneles instalados en techos y centrales, el país alcanza 3,500 MW de capacidad de generación, sin contar con que hay entre 10 y 15 nuevas instalaciones en construcción.

“Hemos crecido más de lo que se estimaba que íbamos a tener ahora”, dice Israel Hurtado Acosta, secretario ejecutivo de Asolmex. “Es decir, nosotros esperábamos tener esta cantidad de [3,500] MW para 2020, en realidad. Cumplimos las metas dos años antes”, agrega.

La Asolmex calcula que, de seguir este ritmo, para 2024 habrá 18,000 MW de energía solar, de los cuales 6,000 MW provendrán de instalación en techos y 12,000 en centrales a gran escala.

En el sector eólico pasó algo similar, aunque en un periodo de tiempo más largo. El primer proyecto a gran escala llegó en 2006 y el año pasado ya había 53 parques eólicos en 13 estados del país, indica la Asociación Mexicana de Energía Eólica (Amdee). Para este año, se prevé que entren en operación alrededor de 20 nuevos parques.

En 2018, el mercado ganó, con el uso del viento, 929 MW más de capacidad instalada en operación, con lo que alcanzó 5,000 MW, un récord que podría volverse a romper este año, si se suman entre 1,500 y 1,800 MW, como prevé la institución, la cual espera que, de aquí a 2024, se inicien operaciones por otros 10,000 MW en proyectos que ya están identificados.

“Tenemos el potencial, en este periodo, de triplicar la capacidad instalada con la que terminamos 2018. Con esto, a su vez, esperamos llegar a 18 estados del país”, vaticina Leopoldo Rodríguez Olivé, quien es presidente de la Amdee.

Primer round

La transición energética hacia fuentes renovables requerirá tiempo, pero también poco más de 30,000 millones de dólares (mdd) en una primera etapa, que comprenderá todo el sexenio, y un total de 200,000 mdd, estima la Unidad de Energías Renovables de la Secretaría de Energía (Sener).

Sin embargo, la CFE, instancia que será el centro de esta transformación, no cuenta con estos recursos, por lo que la administración federal tendrá que echar mano de capitales privados. Los primeros invitados serán las empresas nacionales, aunque es muy posible que falte dinero y sea necesario recurrir al capital extranjero, con créditos o inversión de riesgo, o con transferencia de tecnología.

Pero antes de que esto ocurra, la administración federal decidió meter el freno a la industria, para arreglar algunos problemas que dejó la apertura energética, la cual tuvo el acierto de dejar los mecanismos para que crezcan las renovables.

“El gran cambio de política energética, que esperemos esté sucediendo con el nuevo gobierno, es que está analizando para qué quiere la energía, cuál es la demanda de la sociedad y de las empresas, para así dar soluciones de acuerdo con la problemática social y preservando el medio ambiente, considerando la parte económica como un insumo importante, pero como un insumo adicional”, manifiesta Manuel Martínez Fernández, investigador en el Instituto de Energías Renovables de la UNAM.

FUENTE: forbes