Los perros son las víctimas peludas de la pandemia por COVID-19

El miedo, la incertidumbre y la desinformación llevó a millones de familias a abandonar a sus perros durante la pandemia por COVID-19.

Son perros, ¿qué podría pasarles en la pandemia? Parecería que no mucho, pero la llegada del SARS-CoV-2 también les cambió la vida. Algunos fueron abandonados por falta de dinero o paciencia, otros más terminaron en hogares de humanos que no pensaron bien las cosas antes de adoptarlos.

Miedo, abandono y muerte

perros pandemia
Fotografía: Aiony Haust / Unsplash

Era enero de 2020, México no tenía ni un caso registrado de coronavirus. Las noticias que venían de China registraban miedo, abandono e incluso la muerte de los animales de compañía tras correrse el rumor y tergiversar las declaraciones de Li Lanjuan.

La reconocida epidemióloga e integrante de la Comisión Nacional de China dijo en televisión:

“Si sus perros corren afuera y entran en contacto con el brote o personas infectadas con el virus, entonces sus mascotas también deben ser puestas en cuarentena, debido a que la epidemia se propaga entre los mamíferos. Debemos tomar precauciones contra otros mamíferos”.

Días después, la Organización Mundial de la Salud declaró que no había evidencia de que los animales de compañía, como perros o gatos, pudieran infectarse con el nuevo coronavirus, pero el daño en las redes sociales ya estaba hecho.

En Wuhan, epicentro de la pandemia, la crisis con los animales fue la peor. Tras el cierre de la provincia muchos de sus ciudadanos no pudieron regresar a casa cuando salieron a celebrar el Año Nuevo Lunar. Sus animales quedaron en casa abandonados. También hubo narraciones que decían que si se registraba una persona enferma de COVID-19, las autoridades mataban a todos los animales de la casa como medida de prevención. A dichas situaciones se sumaron el abandono de perros y gatos y que incluso algunos propietarios le dieran muerte a sus animales debido al temor a la pandemia.

El 27 de febrero se registró el primer caso de SARS-CoV-2 en México y las mascotas experimentarían su propia pandemia. Los ojos que registran el abandono o lo que pasaba con los animales de compañía son los que están a cargo de los refugios para animales, sus cuidadores o los veterinarios.

Alfredo Márquez, responsable del refugio Caminando a su lado, cuenta cómo la gente asustada y malinformada acudía a él para deshacerse de sus perros durante la pandemia. Para Márquez fue una labor titánica convencer a la gente de no abandonarlos.

Cambio de suerte

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Fotografía: Emerson Peters / Unsplash

Paseadores de perros como Karla Trejo atestiguaron una imagen que empezó a ser frecuente en los inicios de la pandemia.Eran abandonados dentro de los corrales en los parques y más de una vez encontró gatitos bebés en los basureros. La escena era bastante común y complicada porque era difícil conseguirles un hogar.

La pandemia también cambió la vida de Daniel Rojas, un paseador en la zona de la Condesa: los perros dejaron la guardería y los paseos por quedarse en casa con sus humanos. Eso también le afectó económicamente cuando le anunciaron que ya no podrían darle el sueldo que recibía antes de la pandemia. Y es que de tener al menos 40 perros a diario, el paisaje en el parque se volvió tétrico y desolador. Daniel es estudiante de Derecho y con su sueldo sostenía sus estudios. Todos los días viajaba de Ciudad Nezahualcóyotl a la colonia Condesa y en sus recuerdos estará un parque totalmente solitario, ajeno de la vida que lo caracterizaba.

Siempre hay un perro que te cambia la vida —aún en la pandemia. El de Alfredo fue un rottweiler y después de esa adopción comenzó la historia de su refugio. El testimonio de Alejandra Luna es diferente: Tamara, una pastor belga, salió de su casa, y en su búsqueda comenzó a dar casa a los animales que encontraba en la calle pensando que su perra se encontraba en esa situación y ahora está al frente de Adopciones Luna & Tamara.

Para Erika Fernández el can que le cambió la vida llevaba el nombre de Homero, un perro que rescató afuera de la televisora donde ella trabaja y que estaba en pésimas condiciones.

Responsabilidad vitalicia

Alfredo, Alejandra y Erika pueden narrar lo que ha sucedido en la pandemia con los animales. Alejandra lo expresa como un compromiso: 

“Un perro adoptado es una responsabilidad de 10 años”, pero la pandemia rompió ese compromiso. Ella registró el abandono por ignorancia y miedo y también empezaron a devolver a los perros adoptados, en ocasiones porque los tutores de las mascotas tuvieron dificultades económicas y no pudieron sostener más los gastos de sus animales.

Las situaciones eran muchas. Erika puede recibir 50 reportes en los buzones de la cuenta de Instagram de Amor sin raza y en su cuenta personal en un solo día. Sumando ambas cuentas, Erika tiene casi dos millones de seguidores. En los picos de la pandemia se presentaba una nueva problemática: le escribían cuando alguien había muerto por COVID-19 y sus familiares no querían quedarse con los animales. Erika se pregunta: “¿Cómo no puedes tener el perro de tu abuelita? ¿Cómo no puedes tener el perro de tu mamá?”.

En temas como el abandono, los humanos a cargo de los refugios tienen que tomar la decisión sobre a quién ayudar. Aunque pueden recibir a cualquier perro, han puesto en la mira casos especiales. El refugio Caminado a su lado se encuentra en la alcaldía Tlalpan, en San Pedro Mártir, una zona con alto índice de abandono en la CDMX. Alfredo tiene ahora 76 perros pero ha tenido hasta 100.

Él reporta maltrato y sobrenatalidad de los canes en su zona. Ahora, en pandemia, ha elegido apoyar a los perros más amolados. Ha recibido muchos viejos y a pesar de que elegir es una situación complicada, a veces lo acorralan cuando le comentan que si no les recibe al perro lo dejarán por ahí.

Sin apoyo

Alejandra, después de su embarazo, ha optado por rescatar cachorros y perros de talla pequeña, aunque también ha elegido perros de raza nacidos en criadero que compra a precios muy bajos porque son perros de desecho y les encuentra un hogar. Ella tiene 10 años en el rescate. Erika le ha dado prioridad a casos más complicados: rescata a canes con fracturas y ha decidido ir hasta las últimas con ellos. También ha puesto en su mira a las perras que serán mamás porque los cachorros tienen mucha oportunidad. Una semana, además de sus otros rescates, tuvo hasta 45 recién nacidos.

Otro de los problemas que vivieron los refugios es que los apoyos bajaron y dejaron de recibir donativos y croquetas. La gente responde al llamado; sin embargo, levantarse un día sin tener cubierto el tema de las croquetas para la hora de la comida siempre les apachurra el corazón.

Paciencia y compromiso

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Fotografía: Freestocks / Unsplash

Adoptar es decirle sí a tu perro todos los días. Se puede vivir con la idea perfecta de una adopción, pero cuando cualquiera se decide a hacerlo debe saber que perderá más de un par de zapatos en el camino, aprenderá a ignorar la pata del mueble que luce roída como recuerdo de los primeros dientes y lidiará con la pipí y popó hasta que los animales entiendan cuál es el espacio ideal para hacer sus necesidades.

Luego, el corazón se entrega. A veces los perros son ese lugar en el corazón donde se deposita todo ese amor que uno posee, amor desinteresado e infinito. El vínculo que se puede hacer con un animal es enorme, a veces, como ahora en la pandemia, es el perro o el gato el que da fe de tu existencia, es el que te mira, acompaña o te obliga a dar un paseo en el confinamiento.

‘Boom’ de adopciones

La pandemia ha tenido momentos de todo tipo y después del abandono vino el boom de las adopciones. Erika, en seis años que lleva rescatando perros, cuenta que en el confinamiento ha sido el tiempo en que más ha rescatado y dado en adopción. En Amor sin raza el máximo de las adopciones se dio entre julio y agosto de 2020. Un mes tuvo 50 adopciones, cuando en temporadas normales suceden siete o 10 al mes.

Ana Grimaldo y Alejandro González decidieron irse a vivir juntos en pandemia. Ya habían hablado de adoptar un perro y, a los 15 días de instalarse, Ana le preguntó a Alejandro: “¿Ya?”. Y así adoptaron a Tonal, una perrita sin raza que en la primera foto causó ternura con su pelo blanco y negro desaliñado. Tonal era la última cachorra de una familia de escasos recursos del Estado de México.

En el trámite de adopción le dijeron a Ana que era la cachorra más fea de la camada, a lo que ella sólo pensó: “No hay perrito feo”. Ana y Alejandro hacían home office y les resultó el tiempo perfecto para adoptar. Si de algo pueden quejarse es que las plantillas son el objeto preferido de Tonal, y así ha dejado varios zapatos sin sus respectivas plantillas. Hasta aquí todo bien.

Procesos imperfectos

Las adopciones no son perfectas y a veces no se cumplen las expectativas o resulta un tema complicado. Es el caso de Arantxa Hernández, su familia es de Tamaulipas y su tía recogió un perro en Playa Miramar. El can pesaba 2 kilos 100 gramos, estaba desnutrido y lleno de pulgas. Es un pitbull azul y uno de los temas importantes en su rescate es que en la zona la raza es usada para peleas de perros, así que lo trajeron hasta CDMX para darle una nueva vida.

Jagger es ahora su nombre y es un desastre. Todo se come, todo rompe, llora por todo y se orina por todos lados. Arantxa había pensado en adoptar otro perro, pero Jagger llegó como una sorpresa a sumarse al equipo que ella tenía con Stich, otro perro de 10 años con el que tiene un vínculo especial. 

Pensó, como muchos, que una adopción le haría muy bien con la ansiedad, pero no fue así: ahora tiene más ansiedad que antes. A eso se ha sumado que razas como la de Jagger necesitan paseos de dos horas al día y para Arantxa eso ha sido un problema cuando en sus salidas descubre que la gente que ha vuelto a sus trabajos camina, come o fuma sin cubrebocas en su ruta para pasear. Ya contrató un etólogo y han trabajado con pequeñas acciones para que todo mejore, y aunque pensó darlo en adopción también resolvió: “Aquí nadie se raja, nadie abandona a nadie”.

Mafer Nieto también adoptó perros en pandemia, así llegó Laila a su vida, una mestiza que podría parecer una minilabrador negra. Ella se sentía muy sola y adoptar fue la alternativa por la que eligió. El proceso ha sido complicado porque Laila parece ser una perra muy nerviosa que se orina en los peores momentos, por ejemplo, antes de sus reuniones de trabajo.

Le mordisqueó un brasier nuevo, masticó la pata de un mueble y destruyó el marco de la puerta del baño. Mafer tenía muchas expectativas sobre su acogida y ahora trabaja con la idea de lo mucho que se romantiza la adopción. Lo que descubre es que los animales son la nueva maternidad millennial y que adoptar también mide si podrás ser paciente con un hijo. Sin embargo, Laila ha cambiado sus rutinas y la ha obligado a salir un poco. Ahora las dos juntas han hecho nuevas amigas durante sus paseos.

La perra vida

adopción perros
Fotografía: Pixabay / Pexels

Los perros huérfanos de la pandemia son otro tema que no se puede ignorar. En Luna & Tamara devolvieron un perro que habían dado en adopción luego de que toda una familia enfermó y murió, quedando sólo un hijo enfermo. Estas historias se repiten una y otra vez. Así sucedió con Roca, una bóxer blanca mezcla con bull terrier de tres años.

Cuando su humana falleció por COVID-19, su hija entró en un dilema: no quería a la perra, pero tampoco quería darla en adopción, así que pensó que su alternativa era dormirla. Pero eso no sucedió y al final consiguieron una casa para ella.

Los perros que se han quedado sin sus humanos se han convertido en un dilema. También con ellos se han tenido que tomar decisiones muy duras, pero esa no es la historia de Alejo. Enfermó de COVID-19 a finales de mayo de 2020 y pasó por los procesos difíciles de inicio de la pandemia:había poca información sobre el padecimiento, los médicos desconocían los procesos y enfrentó un espacio de negación donde aun con una prueba positiva negaba irse al hospital para no contagiarse de COVID-19.

Decisiones delicadas

Él tenía dos perritas, una yorkie llamada Luna, y Muñeca, cruza de maltés con poodle… o algo parecido a un maltipoo. Ambas con diferentes personalidades. Luna, la consentida de papá; Muñeca, una perra vaga que gustaba salir de día y regresar a casa de noche para comer e irse a dormir. Cuando Alejo enfermó, Luna no se movió de su lado y Muñeca encontró un rincón y no volvió a salir. 

La enfermedad evolucionó muy rápido en Alejo y el daño fue severo. Estuvo 14 días en el hospital, Luna ladró y lloró todo ese tiempo y dejó de ladrar cuando Alejo murió. Ana Urrea, su hija, siente que las dos perras lo sabían. Luego vino la decisión de Ana y su madre de quedarse con las perras y hacerlas una manada con Jákita, una labrador con mezcla de airdale, y Bageera, una pug. No fue sencillo: pensaron dar una en adopción, pero cuando llegaba la hora de elegir no podían hacerlo. Ahora no se ven sin la manada y la presencia de las perras ha sido importante en el proceso de duelo, pues significan tener todavía un poquito de Alejo.

Condiciones atípicas para los perros tras la pandemia

animales de compañía
Fotografía: Skitterphoto / Pexels

Micna es una golden que fue un regalo de Navidad en 2019 y se crio como perra de pandemia. No salía y su única socialización fue con su hermano chihuahua que no la quería. Cuando comenzaron a llevarla a la guardería era muy asustadiza de los humanos, de otros perros y de los estímulos de la calle.

Los perros de la pandemia fueron adoptados en condiciones atípicas. Crecieron en un ambiente que no es normal, no tuvieron paseos ni socializaron con otros perros o humanos, perdieron la oportunidad de interactuar con estímulos como los motores de camiones o los encuentros con bicicletas. Dejaron de practicar sus habilidades sociales y esta situación los hizo proclives a desarrollar problemas de miedo y agresión.

Ahora que la gente ha regresado a las labores de trabajo, los perros adoptados durante la pandemiahan vuelto a los paseos. Lo que detecta Karla, como paseadora, es que los humanos no quieren dejarlos solos en casa, y cuando los perros salen están muy ansiosos y efusivos de salir. Las situaciones pueden ser muchas, como el caso de Zula, una weimaraner que sale de paseo dos veces al día y cuyos tutores han resuelto que les sale más barato así porque Zula sabe abrir el refrigerador y ya los ha sorprendido comiéndoselo todo.

El regreso a los empleos ha traído diferentes situaciones, como que la gente ha tratado de devolver a sus animales, y la otra es que los perros empiezan a experimentar estrés por separación.

Yamedi López y Mariana de la Torre son dos veterinarias etólogas que trabajan juntas desde hace 10 años. A ellas suelen consultarlas como última opción, después de que los humanos de los perros han tratado con todo y sin éxito. Ambas piensan que todavía no está muy arraigada la cultura de tratar emocionalmente a un animal, sí, tal como consultar a un psicólogo, pero de perros, por lo cual trabajan con el comportamiento.

Sus consultas de pandemia aumentaron con el tema del apego: muchos perros mostraron agresividad y también un problema por el exceso de interacción. Los animales también tienen fobias u otras patologías, muchas veces como consecuencias del aislamiento.

Antes de abandonar hay que pensar que existen alternativas para trabajar con los animales. Yamedi y Mariana se ocupan de formular dinámicas pensando en “el perro que tú quieres” y explican que deben cubrirse sus requerimientos básicos: tener una rutina, actividad física, actividad mental y criterios uniformes de manejo. En conjunto, se trabaja para establecer ciertas normas de conducta.

El estrés por separación puede ser considerado un problema de los animales, pero también es un conflicto de los humanos. Jahel Cerón, psicóloga y terapeuta Gestalt, describe cómo muchos perros se convirtieron en animales de asistencia emocional, tanto que ha escuchado frases como: “No me imagino ahora mi vida sin él”, o dilemas como:

“Creo que voy a renunciar, voy a buscarme un trabajo que me permita el home office, porque no estoy dispuesto a sentir el temor de qué va a ser mi vida y qué va a ser de mi animal si no estamos juntos”. Jahel explica que desde la perspectiva humana hay mucha angustia por el apego y la separación, y que puede ser recíproca.

Cerón reconoce que muchas de las adopciones en pandemia se dieron en un contexto de aburrimiento y soledad, ya que había mucha necesidad de llenar vacíos y generar vínculos. El problema fue que en lugar de establecer vínculos los humanos usaron a los animales como un satisfactor. Cuando las circunstancias cambiaron con la vuelta al trabajo y ya no quisieron seguir con sus mascotas fue porque han cambiado sus necesidades y satisfactores. El abandono es una de las peores cosas que puede vivir un animal.

Por eso, antes de adoptar hay que considerar la historia previa a la adopción, las necesidades a cubrir por raza y tamaño, el tiempo que se le va a dedicar y los costos de cada etapa del animal. Ahora, una condición extra es considerar qué ocurrirá con la mascota cuando termine la situación de la pandemia.

El encierro nos ha sorprendido a todos, y no podemos decir que estábamos preparados para lo que iba a suceder. Los animales de compañía han atravesado estos dos largos años con nosotros yno pueden quedarse fuera del plan.

Recomendaciones para una adopción de perros (más allá de la pandemia)

  • Conoce la historia del perro que vas a adoptar.
  • Investiga los temas relacionados con su raza y tamaño.
  • Elabora presupuestos para comida y vacunas para cada etapa del animal.
  • Conoce los precios de las consultas veterinarias.
  • Considera gastos para trastes, juguetes, cama y otros accesorios.
  • Planea la actividad física que tendrás con tu perro.
  • No olvides que ante cualquier eventualidad puedes consultar un especialista.

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