¿Monopolio o competencia?

Desde que la Economía se convirtió en ciencia y la humanidad comenzó a utilizarla como herramienta explicativa de los fenómenos de esa naturaleza, se descubrió que los monopolios eran nocivos para la sociedad. Y así se ha asumido, de tal suerte que la sola palabra contiene una connotación peyorativa y se relaciona con poder, abuso e injusticia. 

Loables han sido los esfuerzos del gobierno mexicano que desde hace décadas ha hecho para combatir los monopolios privados, como la creación de la Comisión Federal de Competencia. Hay otros no tan evidentes, pero no por eso menos importantes, como la influencia de la desaparecida Diconsa para regular los precios en las comunidades rurales donde solo existía una tienda.

La mayoría de los monopolios conducen a un resultado económico muy lejos del óptimo ya que, en el agregado, la pérdida de muchos es mayor, mucho mayor, que la ganancia extraordinaria de uno, así que la sociedad sale perdiendo porque hay una destrucción de riqueza que desaparece como por arte de magia.

Y digo “la mayoría” porque no todos los monopolios son malos. Existen unos, incluso, indispensables para que la sociedad pueda vivir en armonía. Tomemos, por ejemplo, el caso de la acuñación del dinero y la política monetaria de un país. ¿Se imaginan qué sucedería si hubiera más de una moneda en una economía? En Cuba sucede un fenómeno de este tipo y ni qué decir de la inestabilidad y los problemas económicos que esto genera.

Otro caso es el de la fuerza pública. En palabras de Max Weber, el “monopolio de la violencia” es el principal atributo de un Estado. Nadie más puede tomar las armas porque eso convertiría al Estado en uno fallido. Por eso, lo grave de la existencia de la delincuencia organizada y las autodefensas.

De la mano de la anterior está la impartición de justicia y muchas de las actividades que realizan los gobiernos, como la expedición de licencias para conducir y para construir, de placas para el control vehicular o de actas de nacimiento. ¿Qué pasaría si existiese más de un Registro Público de la Propiedad donde se asentasen las propiedades de los ciudadanos o si existiese una nutrida competencia en las agencias de cobro de impuestos?

También en el sector privado existen monopolios que son deseables, pero que deben ser regulados por la autoridad para el beneficio de la población, a través de concesiones. A estos se les conoce como monopolios naturales y como ejemplos podemos citar al suministro de agua, los servicios de alcantarillado, los aeropuertos, las carreteras, los ferrocarriles y la transmisión de la energía eléctrica.

Fuera de esos casos, quizá alguno otro que se me escape, los monopolios se vuelven muy dañinos y no tienen justificación de existir. La competencia es el acicate que nos vuelve a todos más productivos y a las ciudades más desarrolladas, lo que nos hace crecer como individuos y como sociedad.