¿Quieres saber las futuras enfermedades que podrían matarte? 

 

Hace años, un grupo de mexicanos nos acercamos a la empresa privada estadounidense 23andMe para conocer sus servicios de análisis genético personal. Hacían falta voluntarios para levantar sus primeros registros clínicos fuera de EUA y expandir globalmente la investigación en medicina personalizada.

A un precio módico (200 dólares), llenamos un test muy sencillo, depositando muestras de saliva en un kit para someterlo a estudios hasta dar con los marcadores genéticos que determinan las enfermedades que padeceremos en un futuro. Obviamente, es imposible salir bien librados de ese registro porque todos estamos genéticamente condicionados a contraer una o varias enfermedades mortales. ¡De algo nos habremos de morir!

Yo fui el primero del grupo en participar como conejillo de Indias: di mi consentimiento para que usaran los datos de mi genotipo lo mismo para contribuir con más información agregada para la investigación científica, como para enterarme de las enfermedades que posiblemente contraeré, según la carencia o presencia de ciertos genes.

En un principio nuestra lista de voluntarios fue muy corta: la mayoría respondía a la invitación con miedo: “no quiero saber de qué me moriré”. Era comprensible: no todos los seres humanos estamos preparados para asumir las consecuencias del análisis de nuestro genoma, que nos indica las predisposiciones con un alto nivel de certeza. Pero con el paso de los años, las personas a quienes invitamos comprendieron que el conocimiento de un gen no es bueno ni es malo. Simplemente es.

En mi caso, quise participar en el Personal Genome Project porque siempre me ha atraído la medición de mi salud. Así puedo planificar mejor mi vida y modificar algunos hábitos que no benefician mi tendencia a contraer ciertas enfermedades que me han sido “programadas”. Por ejemplo, les informo que no tengo predisposición al cáncer, ni al Parkinson, ni al Alzheimer. ¿A qué sí tengo predisposición? Eso me lo reservo para mí solito.