Un ensayo clínico del laboratorio Vertex promete controlar la diabetes tipo 1

Un ensayo clínico de la empresa Vertex Pharmaceuticals para hallar un tratamiento más eficaz y menos invasivo contra la diabetes tipo 1, promete mejorar la vida de millones de personas en todo el mundo, principalmente a 1.5 millones de individuos que se estima radican en los Estados Unidos.

Un ensayo clínico de la empresa Vertex Pharmaceuticals para hallar un tratamiento más eficaz y menos invasivo contra la diabetes tipo 1, promete mejorar la vida de millones de personas en todo el mundo, principalmente a 1.5 millones de individuos que se estima radican en los Estados Unidos.

Se trata, a grandes rasgos, de un tratamiento que consiste en la infusión de células cultivadas a partir de células madre y que ayudaría a las personas a controlar automáticamente sus niveles de insulina y azúcar en la sangre. El tratamiento está dirigido a suplir de alguna manera las células páncreas que son productoras de insulina y que carecen las personas con diabetes tipo 1. Según Vertex Pharmaceuticals no sería apto para las personas con diabetes tipo 2.

Llegar a este prometedor tratamiento tardo unos treinta años y comenzó con los trabajos del doctor Doug Melton, de la Universidad de Harvard.

El tratamiento ya está siendo administrado a 17 personas voluntarias con diabetes tipo 1. De ellos, el periódico The New York Times contó la historia de Brian Shelton, ahora de 64 años de edad, y que dijo estar asombrado por los efectos positivos que ha sentido en su cuerpo con el tratamiento experimental de Vertex.

“Es una vida completamente nueva (…) Es como un milagro”, dijo Shelton al diario neoyorquino.

El doctor Doug Melton decidió dedicar su vida a una búsqueda para esta enfermedad, cuando hace varios años su hijo, en ese momento de seis meses de edad, comenzó a temblar, vomitar y jadear. Supo entonces que su hijo padecía de diabetes tipo 1. “Es una terrible, terrible enfermedad”, declaró el doctor.

Según reportes médicos contados por el NYT, la enfermedad se presenta más cotidianamente a la edad de 13 a 14 años y a diferencia de la diabetes tipo 2, la del tipo 1 suele ser más letal y avanza más rápidamente sobre la salud del enfermo.

Con diabetes tipo 1, los  pacientes corren el riesgo de quedarse ciegos y de hecho, la diabetes es la principal causa de ceguera en Estados Unidos y también es la principal causa de insuficiencia renal en ese país. Las personas con diabetes tipo 1 además corren el riesgo de que se les amputen las piernas y hasta de morir durante la noche porque su azúcar en la sangre se desploma durante el sueño. 

La diabetes tipo 1 también aumenta en gran medida la probabilidad de sufrir un ataque cardíaco o un derrame cerebral y debilita el sistema inmunológico.

Y a los efectos contra la salud, el costo continuo de la insulina para los tratamientos pega a los bolsillos de los enfermos y sus familias. 

Hasta ahora, la única cura que ha funcionado son los trasplantes de páncreas o los trasplantes de los grupos de células productoras de insulina del páncreas, conocidas como células de los islotes y del páncreas de un donante de órganos. Pero la escasez de los órganos hace que esta posibilidad sea imposible para muchas personas que padecen la enfermedad.

Y cuando se llegó a una posibilidad de acudir a células madres para hallar potenciales tratamientos contra la diabetes tipo 1, el entonces presidente George W. Bush prohibió el uso de dinero federal para la investigación con embriones humanos y células madres, en 2001, que terminó por afectar las investigaciones en este y otros campos de la medicina. 

El doctor Doug Melton trabajó en solitario durante veinte años con un laboratorio para las que contrató a 15 personas para desarrollar el tratamiento contra ese tipo de diabetes. Conforme los experimentos avanzaban, Vertex vio la oportunidad de adquirir al laboratorio, llamado entonces “Semma”, por 950 millones de dólares.

Vertex Pharmaceuticals estima que su tratamiento pudiera estar en el mercado hasta dentro de cinco años, ya con las validaciones de los reguladores médicos de Estados Unidos, aunque se desconoce todavía qué tan accesible puede ser su costo al público.

El Economista