10 motivos para viajar a Canadá al menos una vez en la vida

Amistad sería una extraña palabra para describir a un país, pero sí podríamos relacionarla con uno y sin duda sería Canadá. La televisión no miente cuando se ríe de su extrema amabilidad, pero es que justamente su ideología y su historia está basada en simple amistad. A diferencia del resto de América, las naciones nativas de esa parte de norteamérica encontraron un punto de respeto y entendimiento con los colonizadores franceses, creando una sociedad armoniosa cuya ideología se mantiene hasta nuestros días.

 

Esa historia escucharás si visitas el Museo Nacional de Historia Canadiense, el cual se encuentra en el centro de Ottawa, Ontario en la provincia de Quebec. Diseñado por el arquitecto de ascendencia aborigen, Douglas Cardinal, más que un Museo, parece un recinto en el que se le hace honor a esas antiguas civilizaciones que podrían considerarse los primeros canadienses.

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Antes llamado el Museo de la Civilización, es un perfecto lugar (sin esquinas, ya que estas pueden albergar espíritus) que relata de manera honesta el proceso que tuvo Canada desde la llegada de los pueblos aborígenes hasta la colonización, cubriendo hasta la modernidad. Mirando casi de frente al Parlamento, sirve como un testigo de cómo nace esa fama de amistad y respeto. Pero eso no es todo lo que hace a Canadá. Sus increíbles vistas de otoño, los interminables campos en los que existe naturaleza por todas partes, las decenas de lagos que existen en el Outaouais y las montañas laurentinas son más que suficiente para desear quedarse ahí y nunca regresar hacia donde partimos.

 

I

Parc Oméga

Al norte de Montebello

 

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 2Imagen oficial.

Pocas cosas pueden describir la experiencia en Parc Omega, un parque estilo safari alejado de la ciudad, en el que, no sólo existe una vista insólita, sino que es posible interactuar con los animales que lo habitan y aprender más sobre los rituales de las primeras naciones. Ciervos, osos, coyotes, zorros, pavos, jabalís: todos viven en un espacio libre, donde pueden vivir de forma segura. Es otra lección del respeto que tienen en ese país por la naturaleza y lo que ésta ofrece. Como un dato extra: en el lugar trabaja un guía experto y reconocido zoólogo llamado Serge Lussier, quien diseñó un mirador para los lobos y parece tener un completo control sobre los animales. Su explicación sobre cada una de las esquinas del parque, la manera en que interactúan los animales y la belleza que encuentra en cada uno de ellos es una experiencia por sí sola. Visitarlo sin ayuda resulta agradable, pero una guía indudablemente ofrece un mejor entendimiento sobre el espacio y por qué es tan bello tener tanta vida a nuestro alrededor.

 

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 3Imagen: Little Miss Ottawa.

 

II

Fairmont Le Chateau Montebello

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También en Montebello se encuentra el bellísimo hotel Fairmont Le Chateau. Construido en su mayoría por madera hace más de 90 años, es posiblemente uno de los espacios más acogedores en toda Canadá. Una hermosa chimenea situada en el centro del hotel ofrece abrigo para las familias que deseen pasar el tiempo en el lobby, y para aquellos que buscan aventura, ofrece incontables actividades que van desde golf hasta ski, trineo de perros, paso en bicicleta o natación en la enorme alberca que tiene, donde también hay espacio para algunos jacuzzis. La experiencia de quedarse entre sus habitaciones es mejor en otoño, cuando el frío aún no es tan intenso y se puede caminar alrededor de sus espacios, simplemente recibiendo la calma y el silencio de la naturaleza. Es como estar en un espacio perdido, tan abierto que no parece haber nadie en algunos kilómetros a la redonda. Es un hotel convertido en poema.

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Dentro del hotel está el restaurante Chantignolles, un sencillo pero impresionante salón con una cocina francesa incomparable. Cada uno de sus platillos (entre los que resaltan los filetes y el salmón) es absolutamente un deleite que debe disfrutarse con alguno de los incontables vinos que ofrecen en su carta. Perfecto para compartir con una pareja, antes de entrar al cuarto y disfrutar toda la experiencia que ese extraño pero encantador castillo ofrece.

 

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III

Gatineau Park

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De vuelta a la naturaleza, el parque Gatineau es un parque protegido de 361 kilómetros cuadrados salido de un sueño. Si lo que buscas es ver las hojas de colores y los maples cayendo en tu cabeza, ese es el lugar para visitar en otoño. Su insólita vista hacia el Lago Pink es posiblemente lo mejor de su recorrido ya que los árboles parecer reflejarse en las aguas de ese lago que desde hace décadas fue cerrado para su conservación.

 

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Recorrerlo a pie significa encontrarse con algunos destellos de animales, cielos salidos de una pintura (esperemos que cuando viajes esté el clima perfecto) y aunque parece parecer breve, puedes sentarte a disfrutar las vistas, sintiendo por completo el aire canadiense.

 

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IV

Biscotti & Cie

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Foto oficial de Biscotti.

Cerca de Gatineau Park, en esa misma área con kilómetros enteros de espacios abiertos, que es como un eterno road trip, se encuentra un pequeño espacio dulce y tranquilo para compartir una tarde con amigos. El Café Biscotti es un sencillo espacio, parecido a un hogar de madera, con sabores gourmet a un pequeño precio. Los sandwiches son la especialidad, pero sin duda debes probar los estilos diferentes de pizzas. Hay de salmón con camarones, pavo con higo, una vegetariana o hasta de estilo coreano. De igual forma es un café como cualquier otro pero todos los panecillos que venden y las opciones dulces para acompañarlos son imperdibles. Puede que alguien entre a comer y salga con más alimentos para seguir con el deleite. En la parte de arriba cuenta con un mezzanine que es como otro café por su cuenta, y aunque sólo pases una hora ahí dentro, parecerá la parada perfecta en un largo viaje.

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V

Brasseurs du Temps

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Regresando a la ciudad, en Ottawa se encuentra este lugar. Conocido más sencillamente como el BdT, este pequeño restaurante en Gatineau también es un must, no sólo por las deliciosas hamburguesas, sino porque dentro tiene un largo paseo por su propio Museo de la Cerveza, el cual ofrece una rápida pero exhaustiva introducción a su historia y a la historia de la cerveza en Canadá. De igual forma, existen algunas salas en las que puedes ver el proceso de creación de sus cervezas artesanales, de las cuales tienen más de 6 opciones, cada una con un sabor y estilo diferente. Por otra parte sus papas a la francesa (la sensación en Canadá) son posiblemente las mejores en todo Quebec, y sus hamburguesas no se quedan atrás. Con un menú que incluye cordero, res y otras alternativas para quienes buscan algo diferente, cada una está preparada a la perfección. El estilo es silencioso, un poco tradicional y veraniego así que es un stop bastante común para pasar una tarde cualquiera disfrutando de excelente comida.

 

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Las montañas Laurentinas

 

VI

Mont-Tremblant

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Alejándose de lo cálido de Gatineau u el Outaouais, las montañas Laurentinas son el paraíso terrenal para aquellos que aman encontrarse en medio de la nada, pero con una comodidad increíble. Mont-Tremblant es un resort que vale cada dólar que cuesta. Aunque es un poco imposible para aquellos que tienen bajo presupuesto, sin duda es un sueño al cual aspirar, ya que es un enorme espacio que alberga múltiples hoteles, restaurantes y tiendas que sirven como la pequeña ciudad bajo una montaña que sirve para hacer ski en invierno o para hacer tirolesa y encontrarse con vistas incomparables. Ya que se encuentra a 20 minutos de cualquier otra unidad habitacional, es básicamente un paraíso alejado de la civilización que sirve sólo para relajarse, caminar y volver al hotel para entrar en calor con un vino, o ir a uno de los restaurantes que van desde lo informal hasta lo absolutamente fancy para pasar el tiempo y olvidarse de lo demás.

 

VII

Le Choux Gras

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 15Imagen oficial.

Aunque perfecto de día, es necesario visitar este restaurante durante la noche. Es un privado y perfecto espacio romántico que desde el primer momento en el que entras, te entrega un aura de calma y estilo. Abrumador a momentos, no exige vestimenta elegante y sin problemas te convierte en un ser distinto, listo para comer pato foie gras, o algún platillo fancy que desconozcas. Honestamente, es un poco complejo describir tal complejidad culinaria, ya que para el ojo no entrenado todo parece perfecto y es que así es. Es la experiencia necesaria para vivir dentro de Mont-Tremblant sin prestar ningún esfuerzo. El servicio es encantador de inicio a fin y te harán sentir como si fueras la única persona en ese lugar.

 

VIII

La Diable Microbrewery

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 16Imagen oficial.

 

Still en Mont Tremblant, y en un lado mucho más sencillo se encuentra este dulce restaurante perfecto para los amantes de la cerveza, ya que también cuenta con varias opciones caseras para beber (la mejor es La Diable original) y un menú bastante amplio que va desde pastas, hasta sandwiches, hamburguesas, pescado y cualquier elemento básico que esperaríamos de un lugar de este tipo. Su poutin –debemos decir– es uno de los mejores en todo Canadá (al menos de los que este viajero conoce) y es imperdible, al igual que su hamburguesa de cordero. Es una experiencia culinaria de un tipo distinto, y si pudiéramos hacer una metáfora, se encontraría entre el fanciness de Le Choux Gras y Brasseurs du Temps.

 

VIII

Coco Pazzo

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 17Imagen oficial

Tercer restaurante del circuito Mont Tremblant. El Coco Pazzo es otra experiencia fancy pero mucho más sencilla que no debe perderse por su menú italiano. Es posiblemente la mejor comida italiana en todo Tremblant, ya que usa algunos productos que sólo crecen en una granja italiana que exporta sus productos a Canadá. Sin demasiado rodeo ni pretensiones, se enfoca precisamente en la comida. Las pastas son imperdibles, obviamente, pero si eres un amante de la carne, sin duda esto será el paraíso, ya que cada uno de los platillos que llegan a la mesa, no pierden su jugosidad, mantienen un toque de elegancia, pero invitan a devorar hasta el último bocado, mientras se acompaña de un vino blanco o tinto (y si no sabes, el mesero puede ayudarte a encontrar el perfecto para acompañar el platillo elegido). Es una experiencia distinta y sencilla que complementa a la perfección esa necesidad de perderse en la montaña.

 

IX

Lake Tremblant

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 18Imagen: CroiseresTremblant

En las faldas de Mont Tremblant se encuentra el lago del mismo nombre, donde puedes tomar un sencillo viaje en bote para admirar todo el paisaje a tu alrededor y olvidarte por un momento que te encuentras en un resort. Aunque es bastante sencillo, es perfecto para vaciar la mente y concentrarse sólo en la vista y la naturaleza. Dentro del bote da la sensación de estar en ningún lugar del mundo, perdido a la deriva, pero algo en los árboles que rodean el lago y la montaña que se divisa a lo lejos, hace que todo eso se sienta acogedor. Existe un sentido de calma en estar rodeado de todo lo que ofrece Canadá en espacios que lo sintetizan como ese lago, ya que nos sentimos protegidos y a salvo, a pesar de estar en medio de la nada.

 

X

Auberge du Lac Morency

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 19Imagen: QuebecOriginal

Último lugar en esta lista, y la conclusión perfecta para un viaje dentro del mundo de colores canadiense es este resort mucho más sencillo que se asemeja a una serie de cabañas unidas. Es un espacio enorme donde se albergan distintas edificaciones donde duermen los visitantes, y se encuentra en la costa de un lago igual o más bello que los anteriores. Es justamente un lugar para descansar y divertirse en familia remando, lanzando hachas (es increíble), caminando en los alrededores, o mantenerse cozy en su sala de descanso y juegos donde puedes jugar un scrabble bebiendo un café. Asimismo, existe un circuito que puede recorrerse en Jeep para tener una vista perfecta desde las alturas hacia el lago (y con suerte ver algunos perros huskies).

 

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Para los amantes de otro tipo de chill, está el comedor donde se encuentra la barra, con una vista perfecta hacia el lago. Al centro de toda la naturaleza, vale la pena salir a caminar en las noches de alguna de las unidades y simplemente respirar el aire mientras se ven los árboles extendiéndose a lo largo de kilómetros que parecen infinitos.

 

 

Dentro de toda la belleza en el Outaouais y las Laurentinas existe la síntesis del espíritu canadiense. Un circuito de naturaleza y la ciudad es suficiente para entender por qué es un país conocido por sus sonrisas, su apertura y amabilidad. Rodeado de todos los colores es normal sentirse tranquilo y no querer destruir, sino construir. La comida es perfecta, las vistas, los pisos, la gente. Quebec es el lugar perfecto para enamorarse de Canadá y debes ir al menos una vez…pero te advertimos, puede que quieras quedarte ahí y nunca volver.

FUENTE: culturacolectiva