La victoria de José Antonio Kast marca un giro político en Chile y refleja el debilitamiento del progresismo en la región, frente al avance de nuevas derechas
El contundente resultado de las elecciones presidenciales en Chile, donde el candidato de la derecha José Antonio Kast obtuvo una ventaja superior a los 16 puntos porcentuales sobre la postulante oficialista Jeannette Jara, expone con nitidez una crisis de fondo que atraviesa la izquierda. Se trata de un fenómeno que trasciende el caso chileno y que podría estar manifestándose, con distintos matices, en el conjunto de América Latina.
Apenas han transcurrido algunos años desde el último repunte del progresismo regional. Hacia el final de la década pasada y en los primeros años de la actual, la izquierda latinoamericana parecía recuperar impulso de manera sostenida. Las protestas sociales protagonizadas por sectores populares se multiplicaron en países como Puerto Rico, Ecuador, Haití, Colombia y Chile. En este contexto, y de manera inédita, triunfaron en las urnas líderes como Gabriel Boric, Gustavo Petro y Pedro Castillo en naciones que históricamente habían mantenido una estrecha alineación con Washington.
Sin embargo, las cosas han cambiado, y en los últimos 2 años, la izquierda latinoamericana ha sufrido una aplastante derrota por las nuevas tendencias de extrema derecha que refuerzan la idea del nacionalismo, proteccionismo y medidas estrictas en áreas clave como la inseguridad, la economía y la migración.

Se reúnen Boric y Kast
Este lunes, se dio la reunión entre el presidente saliente de Chile, Gabriel Boric, y el presidente electo, José Antonio Kast, en el Palacio de La Moneda, un protocolo tradicional en el país andino pero que no fue una mera ceremonia de traspaso de mando, sino un gesto cargado de simbolismo político en un Chile que acaba de virar con contundencia hacia la derecha.
Tras una victoria arrolladora —con cerca del 58% de los votos frente a la candidatura izquierdista—, Kast inicia un proceso de transición que revela no solo la profundidad del descalabro de la izquierda chilena, sino también el agotamiento de un ciclo político que, hasta hace pocos años, parecía imparable.
Boric felicitó públicamente a Kast por su triunfo y subrayó su compromiso con la democracia, al tiempo que instó al presidente electo a respetar las políticas de Estado y mantener elementos del llamado “escudo social” construido durante su mandato. Kast, por su parte, agradeció el saludo y defendió la idea de un gobierno de “unidad nacional” que enfrente las emergencias percibidas por la ciudadanía, especialmente en seguridad y orden público.
Este intercambio, aunque cordial, encierra una tensión política innegable. No se trata únicamente de una transición institucional; es el reconocimiento de un giro electoral que marca un quiebre tectónico en la política chilena y, en cierto modo, latinoamericana. La izquierda chilena —y con ella la izquierda regional— había impulsado un relato hegemónico desde el inicio de la última década: estallidos sociales, procesos constituyentes y avances reformistas en diversos países. Hoy, ese relato se enfrenta a su derrota más clara en décadas, obligando a sus líderes a reflexionar sobre cómo reconectar con demandas ciudadanas que sintieron que no fueron atendidas.
Más allá de la cortesía institucional, la foto de Boric y Kast sentados a la misma mesa es la imagen de un momento de inflexión: un presidente progresista reconociendo el ascenso de un líder de derecha radical, y aceptando que la política chilena ha cambiado de rumbo.
LATAM cambia
Con seguridad, el proceso de transición será seguido con atención por observadores dentro y fuera de Chile, porque su desenlace y la agenda que Kast lleve adelante ofrecerán indicios del futuro de la región y de la viabilidad de las grandes narrativas políticas que parecían dominantes hace apenas unos años.
Más que una consolidación estable, lo que se ha evidenciado es un acelerado desplazamiento del péndulo político latinoamericano, con una creciente polarización y una inclinación cada vez más marcada hacia opciones de derecha dura, como lo ilustra el triunfo de Kast en Chile.
Este fenómeno no es exclusivo de Chile. Procesos similares se registraron en Ecuador en abril, en Argentina en octubre, recientemente en Honduras, y de manera particularmente adversa para la izquierda en Bolivia durante los meses de agosto y octubre. En estos casos, las fuerzas progresistas no solo fueron derrotadas, sino ampliamente superadas.
El desplazamiento del voto popular hacia la derecha —y en varios casos hacia la extrema derecha— ha sido transversal. Sectores sociales que históricamente respaldaban a la izquierda han retirado su apoyo a sus dirigentes, sin distinción de edad, género o perfil ideológico. El mensaje del electorado parece inequívoco y plantea a la izquierda regional el desafío urgente de revisar sus diagnósticos, liderazgos y propuestas frente a un escenario político que ha cambiado con mayor rapidez de la prevista.
El Horizonte