A más de un mes de su partida, homenaje a José Agustín, el rebelde y gurú de la contracultura

En el acto, realizado en la escalinata del vestíbulo del Palacio de Bellas Artes estuvieron presentes sus cenizas. Y hablaron su esposa Margarita Bermúdez y sus hijos Andrés, Jesús y José Agustín Ramírez Bermúdez; y la escritora Elena Poniatowska.

CIUDAD DE MÉXICO.-Con una reflexión acerca de lo que habría pensado sobre su homenaje póstumo, en el “imponente recinto” del Palacio de Bellas Artes (PBA), el “sicodélico y original” escritor José Agustín, “el gurú de la contracultura y rebelde de las letras mexicanas”, inició su participación en el acto el poeta Alberto Blanco, amigo cercano del autor de “La tumba”.

Luego del discurso de oficial de la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, y las emotivas palabras de la poeta Elsa Cross, Blanco recordó que hace ya poco más de un mes, el 16 de enero pasado, falleció en su casa de Cuautla el autor acapulqueño, nacido el 19 de agosto de 1944.

En el acto, realizado en la escalinata del vestíbulo del Palacio de Bellas Artes estuvieron presentes sus cenizas. Y hablaron su esposa Margarita Bermúdez y sus hijos Andrés, Jesús y José Agustín Ramírez Bermúdez; y la escritora Elena Poniatowska.

Blanco dijo entender las razones de las autoridades culturales y “aun de la familia” para realizar la ceremonia, en ese lugar, lo cual “habría sido desconcertante, por decir lo menos, para el autor de ‘El rock de la cárcel’, quien seguramente habría reído de buena gana y dicho algunas majaderías, que no voy a repetir”.

Entonces aclaró que no iba en papel de crítico sino como amigo, y recordó que con José Agustín compartió lecturas, comidas, viajes, entre ellos uno a Alemania, y un encuentro justo en el PBA, pero en la Sala Manuel M. Ponce, en honor del poeta de la generación Beat, Lawrence Ferlinghetti, “una noche memorable”, que culminó en el bar Ópera.

Mencionó que en su último libro de ensayos, José Agustín dedica un texto sobre los beat centrado en Ferlinghetti, titulado “Los beat y La noche mexicana”. Ahí escribió que esa generación coincidía “en una profunda insatisfacción ante el mundo de la posguerra, creían que se debía ver la realidad desde una perspectiva distinta y crear un aire libre, desnudo, confesional, personal, social, generacional, coloquial… que tocará fondo y rompiera en los cánones estéticos imperantes”.

Y “yo creo que José Agustín no hizo otra cosa”.

Ese espíritu que caracterizó la obra del también autor de “Se está haciendo tarde”, “Ciudades desiertas”, “Cerca del fuego” y “Tragicomedia Mexicana”, entre otros libros, también fue abordado por Elena Poniatowska, al señalar que “desolemnizó, si existe el término”, la literatura mexicana con Gustavo Sáinz, Juan Tovar, Parménides García Saldaña y Margarita Dalton:

“De su primera novela ‘La tumba’, salió un viento fresco de risa y de irreverencia que despeinó a todos los que se tomaban muy en serio la literatura y apareció en los suplementos de los grandes diarios y se consagraban a través de ‘México en la Cultura’, que dirigían Fernando Benítez, José Emilio Pacheco y desde luego Carlos Monsiváis, los tres grandes personajes de la cultura”.

Él “abrió la cultura a la chaviza a los jóvenes que hicieron de la irreverencia una forma de acercarse a la literatura, a través de ‘La tumba’ y ‘Un chavo bien helado’”.

La familia de José Agustín se dijo agradecida con el homenaje póstumo. Su esposa Margarita y sus hijos Jesús, Tino y Andrés, coincidieron en que le habría gustado ver a sus amigos y sus lectores reunidos en torno a él.

Médico de profesión, Jesús narró que le había tocado vivir sus últimos momentos y ser testigo de cómo cuando ya había entrado en paro cardiorrespiratorio tuvo un momento de recuperación y volvió a respirar momentáneamente para finalmente partir, y lo atribuyó a que siempre había vivido con espontaneidad y una vitalidad que lo hizo transitar por los caminos de la literatura, pero también de la música, los sueños.

En la ceremonia hubo una lectura dramatizada de “Los motivos del lobo”, del poeta nicaragüense Rubén Darío, por parte de integrantes de la Compañía Nacional de Teatro, y música en vivo.

Proceso