Aquí en confianza

Cuando pase el temblor

La pregunta que desde el inicio de la presente semana invadió las mentes y las pláticas cafeteras de quienes habitamos este pedazo del globo (y ¿por qué no?, de alguno que otro extranjero curioso) es la que sigue: ¿qué posibilidades existían de que ocurriera un nuevo temblor en México precisamente el 19 de septiembre? La respuesta se dio a conocer casi de manera inmediata tras el último movimiento telúrico registrado en tierras aztecas. De acuerdo a cálculos del investigador de sistemas complejos del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México, el ahora famoso científico José Luis Mateos Trigos, la probabilidad era de 1 en 133 mil 225 o lo que es lo mismo 0.000751 por ciento. Seguramente mi amable y única lectora ahora mismo se preguntará como demonios hizo el mencionado físico para arribar a tal conclusión y honestamente debo reconocer que no tengo la menor idea. Lo único que me queda claro es que la probabilidad era bajísima, aunque no nula y – como en nuestro México di’ oro sucede lo que parece imposible con inusual frecuencia – pues el mentado terremoto se hizo presente justamente en la fatídica fecha.  ¡No señora mía! – debemos aclarar a todas las tías que gustan de opinar profusamente en Facebook –, el terremoto no es un castigo divino producido por los cadenciosos bailes que inundan Tik Tok; tampoco fue atraído con el pensamiento por los cientos de miles de personas que participaron en los simulacros llevados a cabo a lo largo y ancho del territorio nacional. Se trata de una cruel coincidencia y nada más. 

Sin duda fue el año 1985 el que cambio el rostro de México y la manera en la que habríamos de enfrentarnos a las catástrofes venideras; entonces, un sismo de 8.1 grados dejó tras de sí más de 10 mil personas sin vida. El centro, sur y occidente del territorio mexicano sufrieron severos daños que en aquel momento fueron cuantificados en 4 mil millones de dólares. Las imágenes de la tragedia, obtenidas principalmente de los medios tradicionales, aun calan hondo y erizan la piel incluso del más insensible. En 2017 se revivió el aterrador escenario. Poco después de que se realizara el simulacro habitual, en los estados de Morelos, Puebla, Edomex, Guerrero y Oaxaca, así como en la Ciudad de México, se dejó sentir un agresivo movimiento; en esta ocasión el terremoto marcó los 7.1 grados y el saldo resultante fue de 369 personas fallecidas; más de 250 mil damnificados y 180 mil viviendas dañadas, según datos oficiales. Ahí conocimos el significado de un puño cerrado que se levanta, seguido de muchos más; la historia de la perra rescatista llamada Frida y el nombre del tristemente célebre colegio Rébsamen. 2022 no podía quedarse atrás y su 19 de septiembre también quedará grabado en la consciencia colectiva. Esta vez el sismo fue de 7.6 grados y cobró la vida de dos personas. También se contabilizaron – hasta el momento – daños importantes en 153 viviendas; 30 escuelas y 5 puentes, al tiempo que hubo 8 derrumbes carreteros.  

Coincidencia o no, los días 19 de septiembre no podrán pasar desapercibidos en este país. Las y los mexicanos hemos tenido que aprender de los recurrentes desastres naturales. Una y otra vez nuestra tierra ha temblado; una y otra vez nos hemos levantado. En todo caso, lo que parece convertirse en una costumbre no es el temblor del 19S sino el rosario de promesas incumplidas a las personas damnificadas. Ya volvió a cimbrarse el suelo patrio y aun no se destinan la totalidad de los recursos comprometidos para la reconstrucción de los espacios dañados por el evento ocurrido en 2017. Después de cinco años todavía no se realiza labor alguna para rehabilitar 25 unidades médicas; 14 planteles educativos y más de 30 mil viviendas, tan solo en la CDMX. Lo anterior, sin contar las acciones que debieron llevarse a cabo en el resto de las entidades afectadas desde aquel entonces y, por supuesto, los daños ocasionados por este último acontecimiento, mismos que vienen a sumarse a la ya de por si abultada lista de pendientes. 

Aquí en confianza, ante el recurrente reclamo de las personas que completaron un lustro viviendo entre escombros y en un inminente riesgo, cobra especial relevancia la famosa frase del inolvidable Gustavo Cerati, arrancada del tema insignia contenido en álbum “Nada personal” de la banda argentina Soda Stereo, lanzado curiosamente también en el año 1985; al respecto, las autoridades parecen responder a las súplicas de las y los afectados aplicando el estribillo: “despiértame cuando pase el temblor”. Ahí se los dejo para la reflexión.