Aquí en confianza

Impeachment a la peruana

En los últimos días la República del Perú ha dado de que hablar en la escena política internacional, al tiempo que es considerada como un ejemplo de estado democrático. No les falta razón a quienes así catalogan a la referida nación; sin embargo, como dijera el cantautor mexiquense Fernando Delgadillo: “no todo lo blanco es bueno ni todo lo negro es mal”. A propósito de las incipientes democracias que caracterizan a la región latinoamericana, conviene hacer un recuento de lo vivido en fechas recientes precisamente en la tierra que vio nacer a la inolvidable Chabuca Granda. 

Las crisis políticas no dan tregua a nuestros hermanos peruanos. Del año 2000 a la fecha, el país de marras ha tenido once presidentes, seis de los cuales han enfrentado diferentes procesos que los llevaron a detenciones, arrestos domiciliarios y, en algunos casos, a la cárcel. Apenas en julio del 2021, Pedro Castillo – hasta entonces desconocido por algunos segmentos de la población – asumió la titularidad del Poder Ejecutivo. El arribo del maestro rural a la presidencia de su país fue sorpresivo y – como corresponde – generó una alta expectativa, pues se consideró que desafiaba desde la izquierda a las élites peruanas. Poco duro el encanto; el recién ungido mandatario se vio envuelto casi de manera inmediata en sendos escándalos de corrupción. Tras varios intentos infructuosos, el Congreso peruano estaba listo para una nueva votación con el fin de destituir al presidente a través del proceso de vacancia por incapacidad moral o lo que es lo mismo, un impeachment con sabor a causa limeña, ají de gallina y anticucho peruano. El hombre del sombrero quiso aplicar el siempre confiable madruguete y con voz algo temblorosa, dio un mensaje a sus compatriotas en cadena nacional, a través del cual ordenaba la disolución inmediata del Poder Legislativo y anunciaba que convocaría a elecciones para formar otro Congreso con facultades para emitir una nueva Constitución; además, establecía un gobierno de excepción y, como cereza en el pastel, decretaba un toque de queda a nivel nacional.  

Aunque técnicamente lo anunciado por Castillo no puede calificarse como un golpe de estado, las y los diputados, los adversarios, las fuerzas armadas, la policía, una buena parte de la sociedad e incluso, algunos aliados del régimen vieron en las acciones de Pedro una intentona para convertirse en un líder dictatorial. Por supuesto, las reacciones no se hicieron esperar. Hubieron de pasar tan solo dos horas desde la fatídica aparición televisiva del gobernante para que este fuera destituido mediante el voto de 101 de los 130 parlamentarios y Perú tuviera en la persona de Dina Boluarte, a una nueva presidenta; por cierto, la primera mujer en ocupar tal cago. Pero la cosa ahí no paró; Castillo fue también acusado y detenido por los delitos de rebelión, conspiración y abuso de autoridad; todo esto, en el mismo lapso de tiempo. 

Aquí en confianza, el desenlace de esta telenovela andina es de pronóstico reservado. Por lo pronto, las autoridades peruanas declararon estado de emergencia en el sur del territorio debido a las violentas protestas que han cobrado la vida de al menos siete personas.  Desde prisión, Castillo insiste en que aun continua en funciones y tilda de usurpadora a Boluarte. Por su parte, los gobiernos de Colombia, Argentina, Bolivia y México (tenía que ser) reafirmaron su respaldo al depuesto mandatario a quien reconocen como único presidente de la República Peruana y mientras esto ocurre – para Ripley – el abogado de Pedro Castillo asegura que este fue inducido con drogas para leer el discurso golpista; “le dieron una bebida, una supuesta agua y después de beberla se sintió como atontado.”, declaró el penalista Guillermo Olivera en defensa de su representado. En lo dicho, Perú es un país que se describe como ejemplo de democracia; pese a ello, la inestabilidad política que caracteriza a la milenaria tierra parece no encontrar fin. Irremediablemente, surgen preguntas: ¿Dina Boluarte concluirá el mandato o preferirá convocar a elecciones extraordinarias en aquel país?, entre tanto, ¿Pedro Castillo continuará ostentándose como presidente legítimo o respetará la decisión del Congreso peruano? Corren las apuestas.