Aquí en confianza: Las mujeres están locas

Para Martha, Dora Alicia, Regina y Nuria 

 

Solo las mujeres son capaces de movilizar a un país entero y paralizarlo al día siguiente. De la estridencia de los cantos y consignas, a la estremecedora quietud de su anunciada ausencia.

Primero fueron las marchas en las que se dieron cita decenas de miles de mujeres a lo largo y ancho del territorio mexicano. Tan solo en la Ciudad de México, los reportes oficiales indicaron la presencia de 80 mil manifestantes; cifra conservadora que queda corta frente a las más de 120 mil almas que – según los enterados – recorrieron las calles capitalinas para luego concentrare en la plancha del Zócalo, pese a que las autoridades habían limitado su acceso con barricadas. Otras localidades también registraron nutridas movilizaciones; entonces, la voz se hizo una y el grito era el mismo: exigir un alto a la violencia de género.

El 8 de marzo no se celebra; se conmemora. No se extiende una felicitación; se muestra la solidaridad y el respeto de los que deben acompañarse las acciones cotidianas de todas y todos; ellas lo sabían bien y – sin el menor recato – salieron a luchar por aquello por lo que ni siquiera tendrían que mover un dedo, pues se trata de sus más elementales derechos. El agua de las fuentes se tiñó de rojo; los enérgicos pasos resonaban en las paredes de los edificios que, como mudos testigos, presenciaron su clamor. Como era de esperarse, la obscuridad pretendió eclipsar el histórico momento. Una turba llegó para ensuciar la protesta que hasta entonces había sido pacífica. Vestidas de negro y embozadas, algunas prefirieron enderezar sus demandas a través del desprecio a las normas; hicieron pintas, rompieron cristales, dañaron monumentos e incendiaron puertas.  Sin embargo, las conductas antisociales desplegadas por algunas, no deben ser usadas como fundamento para lanzar ácidas críticas en contra de aquellas que decidieron ser protagonistas de su legítimo reclamo, ni mucho menos para nublar el verdadero sentido de la lucha feminista; lo repito, el verdadero sentido de la lucha feminista.

Luego, a la mañana siguiente, vino el ensordecedor silencio. En un hecho sin precedentes, las calles lucieron vacías; lo mismo ocurrió en oficinas, bancos, hospitales, tiendas, mercados y plazas públicas. El hartazgo se materializó en una autoimpuesta retirada.  Las graves voces, las de los hombres en profano diálogo, se escuchaban tratando de dar su punto de vista sobre lo que acontecía, sin tener mayor explicación para ello. Al menos durante un día, la anormalidad logró que se visibilizara lo que socialmente se había normalizado: el acoso, la agresión sexual, la muerte.  El paro nacional de mujeres estaba en marcha y aunque algunas no pudieron sumarse o no quisieron hacerlo, la inmensa mayoría se dio a la tarea de sacudir consciencias. Si bien, las consecuencias del movimiento no se verán reflejadas en la estadística; al menos, no de forma inmediata, las mujeres mexicanas lograron lo que se antojaba imposible: el reconocimiento a su invaluable aportación social. Sin ellas nada se mueve; lo dejaron más que claro.

En recurrentes ocasiones, he hecho manifiesta mi empatía por las causas de las mujeres y las de quienes –  sin serlo – han sufrido los horrores de la violencia en contra de ellas. Hoy, desde este modesto espacio, alzo la voz por tu esposa desaparecida, para que la mía llegue siempre con bien a casa. Levanto la mano por tu hija violada, para que la mía nunca sea tocada sin su consentimiento. Endurezco el puño por tu hermana acosada, para que la mía no tenga que sufrir el miedo provocado por un hostigador y elevo una oración por tu madre asesinada, para que la mía goce de la vida y la felicidad que en derecho le corresponden.

El novelista británico galardonado con el Premio Nobel de Literatura, William Golding, afirmó y coincido: “Creo que las mujeres están locas si pretenden ser iguales que los hombres. Son bastante superiores y siempre lo han sido. Cualquier cosa que le des a una mujer lo hará mejor. Si le das esperma, te dará un hijo. Si le das una casa, te dará un hogar. Si le das alimentos, te dará una comida. Si le das una sonrisa, te dará su corazón.”