
Robert Kennedy Jr. ha lanzado un ataque radical contra la infraestructura de vacunas de EU. Su estrategia no implica prohibiciones absolutas, pero el efecto acumulativo podría resultar igual de perjudicial.
Las vacunas son uno de los mayores éxitos de la salud pública de todos los tiempos. En los últimos 50 años, han salvado aproximadamente 154 millones de vidas. Sin embargo, en Estados Unidos, tanto el acceso a las vacunas como la confianza pública en ellas se ven sistemáticamente socavados, no por conspiracionistas en línea, sino desde las más altas esferas del gobierno.
En enero de 2025, Robert F. Kennedy Jr., vinculado desde hace tiempo con la desinformación sobre las vacunas, fue confirmado como secretario de Salud de Estados Unidos.
A pesar de las presiones recibidas durante sus audiencias de confirmación en el Senado, Kennedy insistió en que no se oponía a las vacunas y se comprometió a mantener los estándares científicos.
Siete meses después, sus acciones cuentan una historia diferente.
Kennedy ha lanzado un ataque radical contra la infraestructura de vacunas de EU: ha desmantelado los comités de supervisión, sembrado dudas sobre la ciencia consolidada, politizado la seguridad de los ingredientes, limitado el acceso a las vacunas y suspendido la financiación de la investigación.
Su estrategia no implica prohibiciones absolutas, pero el efecto acumulativo podría resultar igual de perjudicial.
En Estados Unidos, el Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización (ACIP) desempeña un papel fundamental en la política de vacunación, ofreciendo recomendaciones basadas en evidencia sobre los calendarios de vacunación. Hasta hace poco, sus miembros eran reconocidos expertos en inmunología, epidemiología y enfermedades infecciosas, todos ellos verificados ante la opinión pública y con responsabilidades claras.
La pugna en contra de la vacunación
En mayo de 2025, Kennedy anuló la recomendación del ACIP sobre la vacunación contra la COVID-19 para mujeres embarazadas y niños pequeños. Al mes siguiente, disolvió el comité de 17 miembros, alegando presuntos conflictos de intereses. En su lugar, nombró un panel más reducido que incluía a personas con posturas antivacunas bien documentadas.
Esto rompió décadas de precedentes: por primera vez, los miembros del ACIP fueron seleccionados personalmente por el secretario de Salud sin la debida verificación, capacitación ni garantías de independencia. En julio, los miembros expulsados del ACIP publicaron un comentario en The New England Journal of Medicine, advirtiendo que el proceso de recomendación se enfrentaba a una “ruptura sísmica”.
En agosto, Kennedy prohibió a sociedades científicas respetadas asesorar al ACIP, alegando parcialidad. Esto eliminó otro freno a la independencia del panel.
Mientras tanto, Kennedy ha reabierto debates largamente cerrados. Ha pedido una “reevaluación” del calendario de vacunación infantil, de los ingredientes estándar de las vacunas e incluso, según se informa, ha retomado la afirmación —completamente desacreditada— de que la vacuna triple vírica está relacionada con el autismo.
Esta última ha sido refutada por múltiples estudios revisados por pares, incluyendo un metaanálisis con más de 1.2 millones de niños.
En la primera reunión del ACIP bajo la nueva dirección, el panel de Kennedy analizó el timerosal, un conservante a base de mercurio utilizado en algunas vacunas contra la gripe. Los científicos de los CDC debían presentar sus pruebas, pero fueron retirados de la agenda. En cambio, la única evidencia presentada provino de Lyn Redwood, crítica de las vacunas y cofundadora del Proyecto Mundial de Mercurio, una iniciativa que precedió al grupo Defensa de la Salud Infantil de Kennedy.
Su presentación pareció incluir al menos un estudio inexistente, pero el ACIP prohibió el uso del timerosal en las vacunas contra la gripe, una decisión que Kennedy luego extendió a todas las vacunas estadounidenses.
Aunque el timerosal ya se utilizaba en muy pocas vacunas, la forma en que se eliminó —basándose en evidencia errónea y en aportes limitados de expertos— sienta un precedente peligroso.
Kennedy también ha criticado el hidróxido de aluminio, usado en muchas vacunas para reforzar la respuesta inmunitaria. Su artículo de revisión contradice la amplia evidencia revisada por pares que respalda su seguridad. Las sales de aluminio están presentes en vacunas contra la hepatitis A y B, la enfermedad meningocócica y el tétanos.
Restricción del acceso y la innovación
Las repercusiones de los cambios de Kennedy van más allá de la supervisión. En julio, el ACIP anunció que revisaría las recomendaciones sobre vacunas infantiles, la hepatitis B al nacer y la vacuna combinada MMRV (una sola dosis que protege contra sarampión, paperas, rubéola y varicela).
Estas directrices determinan qué vacunas cubren las aseguradoras públicas, como Medicaid. Debilitarlas podría hacer que las vacunas resulten inasequibles para las familias de bajos ingresos.
Kennedy también ha cuestionado el Programa de Compensación por Vacunas, que ofrece indemnizaciones por efectos adversos poco frecuentes y protege el suministro de vacunas de litigios. Está considerando ampliar la elegibilidad para incluir el autismo, a pesar de que el consenso científico refuta cualquier vínculo, y podría permitir más demandas.
Estos cambios podrían disuadir a las compañías farmacéuticas de ofrecer vacunas en EU.
Kennedy ha insistido en que todas las vacunas nuevas deben someterse a ensayos controlados con placebo, ignorando que las vacunas recién desarrolladas ya cumplen este estándar. Solo las versiones modificadas de vacunas aprobadas, como las anuales contra la gripe, están actualmente exentas por razones éticas.
Si Kennedy prohíbe ingredientes ampliamente utilizados, como las sales de aluminio, las empresas podrían verse obligadas a reformular las vacunas, lo que desencadenaría ensayos clínicos completos innecesarios —el proceso multifásico normalmente requerido para vacunas completamente nuevas— y retrasaría el acceso a refuerzos.
En mayo, el fabricante Moderna retiró su solicitud para una vacuna combinada contra la COVID-19 y la gripe, alegando dificultades regulatorias. Días después, el departamento de Kennedy canceló 700 millones de dólares en financiación para una vacuna contra la gripe aviar de Moderna, a lo que siguieron recortes en la investigación de vacunas contra el VIH y en plataformas de ARNm para prevención del cáncer.
Otros países pueden continuar la investigación sobre vacunas, pero la retirada de EU deja un gran vacío.
Desestabilizando la confianza global
Quizás lo más preocupante sea el mensaje. Kennedy ha cuestionado repetidamente la necesidad de las vacunas infantiles, ha difundido desinformación, ha exagerado los riesgos y minimizado la amenaza del sarampión.
También ha atacado a las revistas médicas, calificándolas de corruptas, y ha amenazado con prohibir a los científicos del gobierno publicar en medios respetados como The Lancet y The New England Journal of Medicine, dos de las revistas científicas más prestigiosas del mundo. En su lugar, ha propuesto alternativas estatales. Su propia revisión sobre el hidróxido de aluminio se publicó en un medio no arbitrado.
En tan solo unos meses como secretario de Salud, Kennedy ha transformado la política de vacunas y la confianza pública en Estados Unidos. Ha afirmado repetidamente que el mundo científico y médico es corrupto y que no se puede confiar en el consenso. Esta retórica es especialmente peligrosa en un momento en que la vacunación ya es baja y sigue disminuyendo.
Pero las consecuencias no se limitan a las fronteras nacionales. Cuando la cobertura disminuye en un país, el riesgo de brotes de enfermedades aumenta a nivel global, como se observó en el reciente brote de sarampión en Canadá.
Kennedy ha demostrado determinación e ingenio para socavar la ciencia de las vacunas, a menudo mediante métodos complejos, opacos o difíciles de explicar públicamente. Sin emitir una sola prohibición, ha debilitado los cimientos de la disponibilidad y la confianza en las vacunas en Estados Unidos.
En el siglo XIX, la esperanza de vida promedio en EU rondaba los 40 años. Muchos niños morían de infecciones hoy prevenibles. En una época en la que las realidades mortales de enfermedades como el sarampión han desaparecido de la memoria colectiva, resulta escalofriante considerar la posibilidad de volver a la era prevacuna.
*Christina Pagel es Catedrática de Investigación Operativa y Directora de la Unidad de Investigación Operativa Clínica de la UCL; Sheena Cruickshank es Catedrática de Inmunología de la Universidad de Manchester.
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