China debe triplicar el PIB per cápita en 15 años para llegar al estatus occidental

China tuvo en 2019 un superávit comercial con Estados Unidos de 330,000 millones de dólares. Las exportaciones totales de bienes y servicios a su rival económico se elevaron a 450,000 millones de dólares, mientras que las importaciones made in USA solo fueron de cerca de 120,000 millones de dólares, sin incluir en estos datos a la región dependiente de Hong Kong.

En 2005, el superávit era inferior, de 200,000 millones de dólares. Bajo esta evolución subyacen las tensiones arancelarias de los últimos años, en los que China ha seguido ampliando el diferencial a su favor, incluso aumentando la base de la oferta y sofisticándola tecnológicamente, mientras que se ha enfocado en incrementar el consumo interno y en crear una clase media propia -superando la fase de fábrica global-, sin renunciar a la fórmula de «capitalismo patrocinado por el estado», como la denominan en Julius Baer, a la que el shock mundial de oferta y demanda provocado por la pandemia ha obligado a recurrir tanto a Estados Unidos como al resto de economías desarrolladas, con históricos planes de estímulo monetario y fiscal que pretenden acelerar la recuperación económica cuando las vacunas pongan freno a los contagios por coronavirus.

Ahora, tras ser la primera potencia en entrar y en salir de la crisis -incluso se espera que cierre 2020 con un crecimiento del PIB cercano al 2% y que en 2021 lo acelere por encima del 8%-, el gigante asiático se atreve a pronosticar que aumentará su renta per cápita -parte de algo más de los 10,000 dólares de 2019- hasta el «nivel medio de las economías desarrolladas» en un plazo de 15 años.

Una ambiciosa meta que requerirá que el país triplique sus niveles actuales hasta 2035, situándolo casi a la par de economías como la de Corea del Sur o la de España, cuyo PIB per cápita se sitúa alrededor de los 30,000 dólares.

China dio a conocer este objetivo junto a su decimocuarto plan quinquenal, que cubre de 2021 al 2025, y una iniciativa de desarrollo a medio plazo que concluye precisamente en 2035. La autoridades del dragón rojo no han detallado objetivos exactos, pero en cambio han expuesto un conjunto de prioridades, que van más allá de una economía en desarrollo, incluido, por supuesto, un llamamiento a aumentar el consumo interno y la autodependencia de la ciencia y la tecnología.

El Partido Comunista (y único) de China indicó a finales de octubre que realizará un «desarrollo económico sostenible y saludable» en los próximos cinco años, en parte incrementando la demanda de sus ciudadanos, según el documento de la propuesta, que publicó la agencia de noticias estatal Xinhua.

«Con una recuperación global sostenida en marcha y el lanzamiento de vacunas comenzando, China debería seguir experimentando una recuperación sostenida», señala Garrett Melson, analista en Natixis IM Solutions, quien comparte «las estimaciones del consenso de expertos que sitúan ese crecimiento alrededor del 8,2% para 2021 y del 5,5% para 2022».

Además, el analista comenta que desde el banco francés «esperamos que los servicios sean los mayores beneficiarios» de esta recuperación, mientras que «los bienes deberían seguir teniendo una demanda sólida», una dinámica que, como destaca, «demuestra aún más la importancia del consumo y la inversión internas para impulsar el crecimiento».

«La política de apoyo que China implementó en respuesta a la pandemia se centró en medidas del lado de la oferta con una relajación limitada de las condiciones financieras […] con la esperanza de que se produjese una fuerte recuperación de la producción que impulsase una recuperación del consumo sin la misma dependencia de la deuda que las crisis anteriores», continúa Melso, quien considera que existía el «riesgo de que la demanda interna nunca se materializase», si bien parece que «los datos recientes se mueven en la dirección correcta», aunque advierte que «un mes no es una tendencia» en referencia a los últimos datos publicados sobre ventas minoristas.

Reacción y recuperación

China fue la primera gran economía en sufrir el shock del coronavirus en el primer trimestre de 2020, lo que, por otra parte, ya se notó en el resto de economías y fue, junto a los primeros contagios en Europa, el desencadenante del crash de las bolsas que se inició el 19 de febrero y que no tocó suelo pasado mediados de marzo.

Si en los mercados desarrollados el tecnológico Nasdaq 100 fue el primer gran índice en reconquistar niveles previos a la sacudida de la pandemia, apenas 20 semanas después, tras desplomarse alrededor de un 30%, el CSI 300, el selectivo de referencia de la bolsa de Shanghái, le siguió muy de cerca, con el liderazgo de compañías que ya tutean a los grandes grupos dominantes de Wall Street y de Europa, como Alibaba o Pinduoduo- los alteregos asiáticos de Amazon-, Tencent -conglomerado de Internet que rivaliza con Facebook-, IQiyi y Baidu-el netflix y el google chinos, respectivamente-, o la automovilística BYD -cuarto fabricante de coches eléctricos del mundo con una cuota en este mercado del 7%-.

Mientras que el PIB se ha duplicado en los últimos diez años, la proporción de la deuda pública de China con respecto al PIB aumentó del 34% en 2010 a más del 63% en el tercer trimestre de 2019

La recuperación de la bolsa china fue antecedida por la economía del país. En abril, el índice adelantado de la actividad manufacturera, el PMI de Caixin, volvió a indicar expansión tras hundirse en niveles de contracción en marzo. En mayo, recayó ligeramente, y desde entonces avanza un fuerte crecimiento, que se refleja en la expectativa de que el PIB aumente un 2% al cierre del ejercicio, la gran excepción de un 2020 demoledor para el resto del mundo.

«La experiencia de China con la pandemia ha sido muy diferente a la de la mayoría de las economías fuera de Asia, tras imponer rápidamente estrictos confinamientos y salir de la crisis más rápido que sus vecinos y otras grandes potencias», reconoce Stéphane Monier, estratega de Lombard Odier, quien observa que «el país registrará un crecimiento del PIB del 8,4% en 2021, frente a las expectativas de la mayoría del 8,1%, antes de retroceder a un nivel del 5,2% en 2022, lo que estaría más en sintonía con su tendencia de crecimiento a largo plazo», y añade que «esto convierte a la economía china en la que más rápido puede volver a la tendencia prepandémica del PIB, incluso sin los beneficios de un programa de vacunación».

Vacuna china

«China ha liderado el desarrollo de vacunas gracias a su exposición temprana a la pandemia de Covid-19 y al continuo apoyo del gobierno«, inciden en Nomura, desde donde afirman, que, «en términos del plan de implementación, el gobierno chino aún no ha anunciado ningún plan específico, aunque autorizó el uso de emergencia de la vacuna el 22 de julio, y grupos selectos (incluidos el personal sanitario de primera línea y los funcionarios de control de fronteras) y ciertas regiones han comenzado a recibir dosis».

Según la Comisión Nacional de Salud de China (NHC), se espera que la capacidad de producción anual de la vacuna contra el Covid-19 de China alcance los 610 millones de dosis para finales de 2020 y más de mil millones de dosis en 2021.

Objetivo ambicioso

«A simple vista, la ambición del PIB per cápita de China para 2035 parece poco realista: la economía del país se ha incrementado en un 6,7% de media anual desde 2015 y asegura necesitar un crecimiento medio del 4,7% en esta década para duplicarse, sin embargo, tal y como escribía recientemente Michael Pettis, profesor de economía en la Universidad de Pekín, esto supone un reto cada vez mayor, ya que la población activa del país asiático está envejeciendo y el crecimiento histórico dependía, en gran medida, del aumento de la deuda», reflexiona Stéphane Monier, de Lombard Odier.

Según la ONU, se espera que la población de China disminuya alrededor del 7% para el año 2035. «Para mantener rendimientos superiores se requiere un auge masivo de la industria y las exportaciones impulsado por las inversiones, generándose así un aumento de la deuda», continúa el experto.

Mientras que el PIB se ha duplicado en los últimos diez años, la proporción de la deuda pública de China con respecto al PIB aumentó del 34% en 2010 a más del 63% en el tercer trimestre de 2019, según los datos del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF). Añadiendo la deuda de los hogares y de las empresas no financieras se obtiene un aumento de la relación entre la deuda y el PIB del 178% al 289% durante el mismo período.

«El país muestra menos tolerancia hacia las discrepancias en Hong Kong, esto se reflejó hace unos días con el encarcelamiento de los activistas por las protestas de 2019»

«En 2018 y en 2019, China estuvo ocupada lidiando con los riesgos financieros relacionados con el desapalancamiento, la desaceleración del crecimiento tras el estímulo entre 2015 y 2017 y la guerra comercial con Estados Unidos, y luego llegó 2020, pero después de la tormenta viene el arcoíris», opinan en Nomura.

Las devaluaciones del yuan desde el verano de 2015 provocaron los principales terremotos en los mercados, junto al Brexit, antes de la pandemia. Desde 2019, la divisa asiática siguió depreciándose hasta el máximo del dólar en los casi 7 yuanes, que registró en septiembre de ese año y en el pico de tensión de la crisis de coronavirus, desde donde el dólar ha caído un 9% para alivio de las empresas norteamericanas.

«Si Pekín puede manejar con éxito algunos riesgos crediticios, China está lista para solidificar aún más su estatus global y reducir significativamente la brecha con el resto de países desarrollados, ya que con Biden en la presidencia de Estados Unidos, las relaciones comerciales vuelven a ser más predecibles», concluyen en el banco.

La respuesta fiscal de China ha sido menos solidaria que la de otros estados, con medidas equivalentes al 4.6% del PIB, en comparación con el 11.8% en los Estados Unidos, el 5.5% en Francia y el 8.5% en Alemania. «Esto responde al menor impacto que ha tenido el virus sobre su economía», remarca Stéphane Monier.

«Consideramos que el principal riesgo para la economía china es un aumento drástico del apalancamiento empresarial», advierten desde Lombard Odier

«En línea con la reducción del gasto fiscal, el Banco Popular de China (PBoC) ha evitado la extraordinaria relajación monetaria aplicada por otros bancos centrales, y una economía china relativamente estable sugiere que los responsables de las políticas podrán mantener la política de tipos de interés en suspenso durante todo el año 2021″, asevera el analista de Lombard Odier.

«Consideramos que el principal riesgo para la economía china es un aumento drástico del apalancamiento empresarial«, advierte, y concluye que «el PBoC debería gestionar las preocupaciones sobre los niveles de deuda de los bienes inmuebles y cualquier signo de desequilibrio en el crédito corporativo, con medidas específicas como las restricciones a los promotores inmobiliarios que emiten bonos en dólares».

Además, la mayoría de economistas indican que la desigualdad y las presiones inflacionistas deben mantenerse limitadas: los precios de los alimentos, que representan cerca de una quinta parte del gasto de los consumidores, deberían seguir bajando, según distintas voces, que relacionan este riesgo con «la seguridad alimentaria».

Dictadura

El presidente chino Xi Jinping ha reforzado su posición con el control del Partido Comunista, dada la experiencia del país con el virus. En 2018, la Asamblea Popular de China eliminó el límite constitucional de dos mandatos presidenciales de cinco años, permitiendo a Xi Jinping permanecer en el poder más tiempo que la década tradicional.

«Mientras tanto, el país muestra menos tolerancia hacia las discrepancias en Hong Kong, esto se reflejó hace unos días con el encarcelamiento de los activistas por las protestas de 2019, además, se están intensificando las tensiones con Estados Unidos en cuanto a cuestiones estratégicas y de competencia con las empresas tecnológicas americanas y europeas», arguye Stéphane Monier.

«Actualmente, China representa la mayor amenaza para la democracia y la libertad en todo el mundo desde la Segunda Guerra Mundial», escribió John Ratcliffe, actual director de inteligencia nacional de Estados Unidos en el Wall Street Journal recientemente.

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