¿Cien años de soledad como serie de entretenimiento?

Una plataforma de servicio de streaming hará de la novela “Cien años de soledad” una costosísima serie. Dicen que la adaptación se estrenará en 2023. 

No estoy de acuerdo. Gabriel García Márquez tampoco hubiera estado conforme. Una buena manera de valorar a un novelista no estriba en hacer de sus libros series televisivas sino repitiendo alguna narración suya como si se la contáramos a un niño. 

En el caso de García Márquez sería la ruta más fácil: la mujer más bella del mundo ascendiendo a los cielos en sábanas inmaculadas, viejos tristes con unas alas enormes pegadas a la espalda, y la estirpe de los Buendía, condenada a cien años de soledad, sin una segunda oportunidad sobre la tierra.

Pero hay algo en García Márquez más milagroso que un barco encallado en mitad de los manglares. Queda su prosa y su fantasía desbordante. Queda su genuino arte de jugar con las palabras. Quedan sus fábulas  para ser contadas al más inocente de los mortales. Queda su capacidad para crear mil y un personajes tiernos, que no obstante sus limitaciones de toda índole, ostentan un orgullo invulnerable. 

Cualquier lector de García Márquez aprende que lo más valioso en la vida es defender su dignidad a pesar de las inclemencias y desgracias que nos atosigan. 

Una vieja abuela ciega engaña a su familia memorizando cada mueble y objeto de su casa, fingiendo que mantiene su mirada intacta. 

Un coronel promueve treinta y dos levantamientos armados consciente de que los perderá todos. Otro coronel espera estoico 15 años a que le confirmen su pensión de veterano de guerra y alimenta a un gallo para que le brinde los beneficios de ilusorias apuestas futuras en un palenque.

La viaje abuela vivirá hasta los 120 años, con los nietos brincando sobre su cuerpo frágil  y escondiéndola en los roperos. El coronel morirá con su memoria perdida en los laberintos del olvido. El otro coronel no recibirá nunca su pensión y necesitará los setenta y cinco años de su vida para responderse puro e invencible: “mierda”.

Y es que los personajes de García Márquez son dignos porque crecen donde los plantan, como los árboles. Se ofrecen tal como son y demuestran que una brizna de calor humano resulta más milagrosa que un bebé nacido con cola de cerdo. 

Cualquier lector de García Márquez se quedará con las ganas de ofrecer su consuelo a gente como Úrsula Iguarán o Aureliano Buendía. La literatura del colombiano consiste en que nos hace más sensibles al dolor del prójimo y a la soledad ajena: con él corroboramos que todo ser nace para aliviar la pesadumbre de otro ser.

Con Úrsula Iguarán, el lector comprende lo duro que debe ser ir enterrando a las personas que uno estima: familiares, amigos, conocidos. Y erigirse en una especie de reina solitaria sin reino ni grandes honores. Esta pobre abuela vivirá esperando 120 años a que le digan “ahora tú”.

Uno de los cuentos que más me gustan de García Márquez es “La tarde prodigiosa de Baltazar”. Un carpintero pobre construye para el hijo del hombre rico del pueblo la más hermosa jaula de pájaros que hayan contemplado ojos humanos. Como a última hora sus compradores se rehúsan a pagarle, el carpintero le regala la jaula al niño y se marcha de la mansión sin un centavo en la bolsa.

¿De qué materia está compuesta la dignidad de ese carpintero? ¿Por qué la dignidad es un atributo personal más poderoso que todos las maravillas juntas del realismo mágico? 

La imagen del carpintero que se marcha con la frente en alto y el honor intacto, nos alienta para seguir viviendo nuestras humilde biografía de hombres y mujeres auténticos, aunque no menos reales que cada uno de los personajes inmortales que nos legó don Gabriel García Márquez.