“Dejé de dormir, de comer». Las cicatrices que deja un trabajo tóxico

Tres profesionistas contaron sus experiencias luego de trabajar en un entorno que no cuidó su salud mental.

«Comencé a aceptar que el trabajo que tenía en ese momento no me hacía bien, porque casi todos los días me iba al baño a llorar”, este es el recuerdo que guarda Karen de uno de sus primeros trabajos. La especialista en redes sociales asegura que sufrió distintos abusos en ese espacio, que fueron desde trato hostil por parte de sus superiores, hasta encerrarla en la oficina.

Para Yadira, quien se desarrolla en el ámbito de la producción, un espacio de trabajo poco sano la llevó a pensar que era una persona no apta para la labor que llevaba desempeñando por cerca de cinco años en el mismo lugar.

“Sentía que en realidad era yo misma quien no estaba dando el ancho para desempeñar las labores que me correspondían. Pasaron meses desde la primera vez que me hicieron sentir mal para darme cuenta que no era yo la que estaba haciendo algo incorrecto”, relata.

Para ambas profesionistas, trabajar en un espacio “tóxico” –como lo denominan- las marcó al grado de temer por trabajos a futuro y las sumió en una depresión que tuvieron que tratar de la mano de un psicólogo.

“Dejé de dormir, de comer. Recuerdo que mi único alimento, desde las 6:00 horas, que es cuando yo entraba, hasta la hora que saliera, solo era agua fría. La persona que en ese entonces era mi novio y mi familia, me decían que ya dejara ese lugar, pero tal cual como ‘The Devil Wears Prada’, yo decía que debía aguantar un año más para que eso pesara en mi currículum”, comenta Karen.

Trabajo digno y liderazgos sanos para cuidar la salud mental

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el trabajo decente contribuye a la salud mental; sin embargo, un estudio de OCC apunta que 75% de los mexicanos no está satisfecho ni feliz con su situación laboral actual. El estudio “Panorama Laboral en México” realizado por Pluxee, revela que 54% de los colaboradores en el país se encuentran insatisfechos dentro de su ambiente laboral.

Las largas jornadas de trabajo en México y el agotamiento que traen consigo tampoco ayudan. Datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) señalan que 75% de los mexicanos padece fatiga por estrés laboral, superando a países como China y Estados Unidos.

Regina Athie, cofundadora y CEO de Cuéntame, una plataforma empresarial de salud mental personalizada basada en datos, señala que un entorno laboral que no cuida la salud de sus colaboradores tiene como resultado distintos escenarios, que van desde pérdidas de talento, económicas y baja productividad.

“En México 20% de la población tiene depresión, y estas personas se ausentan 10 días al año, en promedio. Si esto lo puedes atender (en el trabajo) – además de todo el beneficio social porque van estar mejor para sus familias, sus amigos, etcétera- generas ahorro para tu empresa”, comenta la cofundadora de Cuéntame.

Athie agrega que, desde su perspectiva, el éxito está en los líderes y la implementación de “seguridad psicológica”, es decir la creación de una cultura de salud mental en el espacio de trabajo desde quienes toman las decisiones.

“Al fin y al cabo, los gerentes son los que se encargan de operar, entonces ahí es dónde está el lugar en el que hay que influir. De nada sirve que el C level (jefes de compañías) tenga una estrategia súper clara si las gerencias no saben cómo ejecutar o permear un espacio de seguridad psicológica”, comento.

Pero qué pasa cuando ese liderazgo sano no existe. De acuerdo con la consultora Gallup, 75% de las renuncias están vinculadas de manera directa o indirecta con los gerentes o jefes directos. Del total, 17% se va por un mal clima laboral.

“Una vez íbamos en un auto dos de mis jefes y yo. Estaba sentada en medio de ellos y no recuerdo por qué empezó la pelea entre ellos, se empezaron a gritar, a hacer rabietas y manotadas y tuve que intervenir de réferi (…) ese trabajo terminó cuando me vi llorando en un baño antes de renunciar”, señaló para Expansión una consultora pública quien prefirió mantener su identidad en el anonimato.

Alejandro Pérez Galindo, socio de People Advisory Services de EY, comenta que cuando los líderes son empáticos con las personas, hay una transparencia en la toma de decisiones y respaldo, “la gente se retiene o se queda más tiempo. Sin embargo, lo que sucede -analizando en un estudio de EY- es que el 52% de las personas dice que su líder no es empático”.

Yadira relata uno de los episodios en los que no encontró esta empatía en el equipo del que formaba parte. “Uno de mis amigos caninos recién había fallecido y yo me sentía fatal, aun así cumplí con mi trabajo, pero al parecer al productor no le gustó la imagen que yo aportaba en ese momento. Me mandó un mensaje expresando que mi imagen no era la adecuada para el programa y que debía volver a grabar con una mejor apariencia. No accedí, era de noche y yo no le veía sentido a volver a grabarme en ese mismo día; mi ánimo no iba a cambiar de un momento a otro y él no lo entendía, ni siquiera le importaba, sólo me exigía”.

¿Qué viene después de un trabajo tóxico?

Para las tres profesionistas que brindaron su testimonio, estar en entornos laborales en los que carecieron de atención al cuidado de su salud mental las marcó de manera permanente.

Hubo miedo de que su siguiente trabajo fuera igual, pero eso se transformó en estrategias para poner –en la medida de lo posible- un alto a estas prácticas o encontrar espacios más sanos.

“Después de salirme de ese lugar, me daba miedo encontrar otro trabajo, porque me creí que mi trabajo no era lo suficientemente bueno, además que cuando me llegaban a preguntar la razón por la que había dejado el empleo, siempre decía que había encontrado otra oportunidad. Ahora le pregunto a las personas que me llegan a entrevistar, cómo es que ellos lidian con situaciones de acoso laboral”, explica Karen.

Yadira señala que la retribución pasó a segundo plano y aunque sí busca que paguen de manera justa por su labor, su foco ahora está en cuidar su salud mental.

“Ahora busco primeramente un trabajo que me guste, un lugar donde me sienta segura, útil e incluida, y por supuesto, dentro de todo lo malo que esta experiencia pudo dejarme, también me dejó muchas enseñanzas para reconocer cuando algo está atentando contra mi salud emocional y mental”.

La asesora pública señala que ahora busca poner límites antes de que la situaciones atenten contra su bienestar y la rebasen.

Aunque en estos tres casos las modificaciones vinieron de las colaboradoras, Athie apunta que las empresas son las que deben buscar alternativas que les permitan ofrecer lugares sanos de trabajo con una lectura correcta de las necesidades de sus colaboradores.

Expansión