Dos sacerdotes jesuitas fueron asesinados en un ataque armado en iglesia de Urique, Chihuahua

El homicidio ocurrió la tarde del lunes al interior de una iglesia del poblado de Cerocahui, cuando los sacerdotes intentaron defender a un hombre que era perseguido por hombres armados.

CIUDAD DE MÉXICO (apro).-Los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales (el padre Gallo) y César Joaquín Mora Salazar, fueron asesinados ayer en el templo de Cerocahui, a dónde llegó un hombre herido por arma de fuego que pidió ayuda. A los sacerdotes les costó la vida.

La Compañía de Jesús, de los jesuitas de México, denunció los homicidios, exigió  justicia y la «recuperación de los cuerpos de nuestros hermanos que fueron sustraídos del templo por personas armadas».

Los jesuitas alertaron que hechos de violencia como los ocurridos en la víspera “no son aislados” y que en la sierra tarahumara como en otras regiones el país, “enfrenta condiciones de violencia y olvido que no han sido revertidas”.

Agregaron que “todos los días hombres y mujeres son privados arbitrariamente de la vida”, como ocurrió con los sacerdotes jesuitas, situación que revela “el dolor que vive nuestro pueblo por la violencia imperante”.

La versión extraoficial indica que el padre Gallo dio la extrema unción al hombre que llegó herido al templo y el agresor asesinó al sacerdote por apoyarlo. El padre Joaquín Mora lo habría defendido y también lo mató. Los cuerpos aún no aparecen.

El presunto asesino es Noriel Portillo, «El Chueco», un hombre joven que en las autoridades de diferentes gobiernos lo han señalado como autor de diferentes hechos violentos.

Según han reconocido autoridades forestales, durante cuatro o cinco años no permitió la deforestación en la región que controla con su grupo armado, perteneciente al cartel de Sinaloa, pero nadie lo ha detenido. Eso, a pesar de que él se mueve con total libertad en la zona 

La versión oficial del gobierno del estado, dice que alrededor de las 18:00 horas de ayer, les informaron del asesinato de tres personas en el poblado de Cerocahui, municipio de Urique, «luego de que un hombre se refugiara en una iglesia para resguardarse de un ataque, sin embargo el victimario lo agredió en el interior, al igual que a dos sacerdotes que se encontraban también en el templo».

En un comunicado informaron también que activaron los mecanismos de coordinación con la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y la Guardia Nacional para brindar seguridad a los pobladores del lugar.

El comunicado se la provincia en México, advirtió en el mismo comunicado en el que condenó los asesinatos:

«También demandamos que de forma inmediata se adopten todas las medidas de protección para salvaguardar la vida de nuestros hermanos jesuitas, religiosas, laicos y de toda la comunidad de Cerocahui.

«Hechos como estos no son aislados. La sierra tarahumara, como muchas otras regiones del país, enfrenta condiciones de violencia y olvido que no han sido revertidas. Todos los días hombres y mujeres son privados arbitrariamente de la vida, como hoy fueron asesinados nuestros hermanos.

«Los jesuitas de México no callaremos ante la realidad que lacera a toda la sociedad. Seguiremos presentes y trabajando por la misión de justicia, reconciliación y paz, a través de nuestras obras pastorales, educativas y sociales.

«Al denunciar lo ocurrido hacemos notar también el dolor que vive nuestro pueblo por la violencia imperante y nos solidarizamos con tantas personas que padecen esta misma situación, sin que su sufrimiento suscite empatía y atención pública.

«Confiamos que los testimonios de vida cristiana de nuestros queridos Javier y Joaquín sigan inspirando a hombres y mujeres a entregarse en el servicio a los más desprotegidos».

El provincial de los jesuitas, Luis Gerardo Mora Madrid escribió:

«Bienaventurados los que buscan la paz y la justicia en medio de tanta muerte y crimen que se vive en el país. El Señor suscita apóstoles del mismo calibre 

Condenamos públicamente está tragedia y exigiremos una pronta investigación para las comunidad»..

Posteriormente se solidarizó con la comunidad de Cerocahui que «hoy vive bajo amenazas , la orfandad de sus padres espirituales», así como con la comunidad de los Jesuitas y en especial  con el sacerdote jesuita Javier Ávila ( El pato), a quien definió como un defensor de derechos humanos, que ha acompañado por más de 40 años «nuestros hermanos /as indígenas de Tarahumara y también a las familias que tienen personas desaparecidas».

Por su parte la Conferencia del Episcopado Mexicano lamentó los hechos y pidió una investigación sobre el crimen de los religiosos. 

Proceso