EDITORIAL: Cuba: 60 años de una Isla que se hunde por la corrupción

Con su típica redacción ampulosa y solemne, Yeidckol Polevnsky felicitó por Twitter al gobierno de Cuba por el 60 aniversario de su Revolución. Sin la mínima crítica al actual orden de cosas en la Isla, Yeidckol merece ser citada “in extenso”.

“En el 60 aniversario de la Revolución que nos mostró que la dignidad, la solidaridad y la batalla de las ideas son las armas más poderosas de los pueblos, enviamos al Gobierno y al Pueblo de Cuba nuestra alegría y parabienes. Un mundo mejor es posible”.

Uno también puede ser defensor del gobierno cubano, hasta que se viaja no como político mexicano encumbrado (con todas las comodidades de estancia preferencial), sino humildemente en plan de negocios. Entonces Cuba muestra su verdadera cara actual: el posible inversionista sale corriendo, despavorido, esquilmado y ofendido, de un perfecto infierno. Algo similar narra en sus estupendas novelas el célebre novelista cubano Leonardo Paduro, aunque sin cacaraquearlo mucho, para que no le quiten sus privilegios.

Al respecto, narro una anécdota personal. Con un amigo cubano, (ortodoxo eso sí a más no poder con el Estado), pensé poner un bar-teatro en el barrio Miramar, en lo mejorcito de La Habana. El proyecto acabó como un calvario. La energía eléctrica la cortan cada veinte minutos. Los aparatos eléctricos se descomponen con todo y reguladores: no resisten el incesante  cambio de voltaje.

No hay una red de proveedores que no sea a través del “mercado negro” (operado por las propias autoridades). Nada se consigue regularmente por la derecha (comprensible siendo comunistas). No hay técnicos capacitados que no tengan que improvisar “diablitos” y “puentes hechizos”. ¿Ancho de banda? Malo y caro. Pedir un permiso comercial legalmente es una hazaña de titanes: tendrás que repartir moches a granel y someterte a las vejaciones de la burocracia. Son inclementes. Hasta en los aeropuertos.

Finalmente, si prosperas, y tu bar se llena de turistas, el junior de un generalote, uno de los actuales “mirreyes comunistas” que mandan en la Isla, y hacen y deshacen a su antojo, te quitará tu negocio a la mala, para ser el nuevo dueño. Con ese descaro, de esa manera se las gastan allá. Así son las cosas hoy en La Habana.

Antes, la carestía de la vida en ese valiente país, que tanto admiramos de jóvenes, se atribuía al bloqueo comercial norteamericano. Y tenían totalmente razón. Ahora, la pobreza, la incompetencia burocrática, la espantosa corrupción en todos los órdenes, se debe a su gobierno. Tener un modo de vida honesto requiere coraje.

Todo está envejecido en Cuba: la industria, el comercio, la vida social; todo arcaico, desbaratado, deteriorado. ¿Ánimo revolucionario? No existe, se consumió por tanto abuso: lo que quieren las nuevas generaciones, los millennials (que allá también hay como en todo el mundo), es tener una vida digna, sin tanta corrupción legitimada por los altos mandos. Y que Raúl Castro, con su pelele Miguel Díaz-Canel las deje en paz. Por respeto al gran pueblo cubano, que ha vivido de todo, Yeidckol Polevnsky no debería vitorear a sus gobernantes: ya no se lo merecen como antes.