EDITORIAL: Un regalo de Año Nuevo a AMLO con doble intención

Lo peor para quienes están cerca de AMLO es decidir qué regalarle en estas fechas al Presidente de la República. Andrés Manuel debe ser medio fijado con los regalos que recibe y no será fácil darle al clavo.

Tendría que ser un presente no suntuoso, no caro, para nada ostentoso, que muestre austeridad republicana y al mismo tiempo deje satisfecho al mandatario. O sea, está en chino. Se sabe que AMLO aprecia los libros, sobre todo los de historia, aunque los que ha escrito carecen de rigor académico. Se sabe que le gusta la poesía, aunque cuando habla no es muy poético que digamos y cuando Silvio Rodríguez le recita un poema, como que se queda ido.

Pero regalarle un libro de poemas a AMLO no sería mala idea, si bien Paco Ignacio Taibo II puede enviarle todos los libros que guste, porque tiene a su disposición completa el Fondo de Cultura Económica. Ahí está el más grande catálogo de poetas en México (sin incluir al poeta de moda que se llama Carlos Urzúa Macias).

De manera que yo le regalaré a AMLO no un libro de alguno de sus poetas preferidos, sino una anécdota de un poeta de su predilección, que en este caso es Jaime Sabines. Es sabido que don Jaime fue priista de corazón y el sistema autoritario del PRI le regaló varias curules en su vida, pero AMLO también fue en su juventud militante del PRI y el defectito se le quitó con la edad (o a lo mejor no). La que le regalaré, es una anécdota con moraleja, que como todas las de su especie, aparece al final de texto.

Pues bien, don Jaime Sabines padeció mil y un enfermedades. Entró al quirófano decenas de veces. Esto no le impidió escribir los poemas que ahora repiten los jóvenes enamorados, la gente de bien y quienes tienen pérdidas familiares. Sus dolencias no le estorbaban para escribir.

Pero hubo un tiempo en que Jaime Sabines estaba sano. Y los fines de semana viajaba a Texcoco a la hacienda de un compadre suyo que era médico. En esa casona comían, charlaban y se tomaban todas las marcas de rones del mundo hasta el amanecer. De todos los rones, el que más le gustaba a Sabines era el Havana Club.

Una madrugada don Jaime Sabines se puso pedo de más y sintió una revelación divina (aunque él no era muy creyente) de regresar cuanto antes a su casa de la Ciudad de México. Ni el doctor ni su familia pudieron disuadirle de que se quedara a dormir en la hacienda. Se montó en su carro y se fue sin decir adiós.

El compadre médico, bastante  preocupado, fue a seguirlo en una camioneta. Avanzó algo así como media hora y vio en la primera curva de la carretera el carro volcado de don Jaime con las llantas al aire. Bajó rápidamente a ver si seguía vivo su compadre. Estaba Sabines de cabeza, con las piernas para arriba, pisando muchas veces el acelerador. Se acercó a escuchar al poeta y este le dijo: “ya se atascó esta chingadera”. Aquí se acaba la anécdota. Ahora viene la moraleja.

AMLO debe entender que no se obsequian regalos sin alguna intención oculta. Este regalo trae su intención obvia. Y consiste en que el mandatario entienda que en lo que lleva de gobierno, no le ha atinado a mejorar la seguridad pública en México. Así diga lo contrario, a AMLO no le mortifican tanto los levantones diarios, los secuestros y los asesinatos.

La seguridad pública en México está de la patada y pinta para empeorarse este año que comienza. AMLO cree que en el tema del narcotráfico estamos atascados cuando en realidad estamos muy mal, en el fondo de un cráter, en el peor de los mundos posibles. Enderecemos el carro. O tendrán que llamarle a una grúa externa. Y eso a nadie nos gustará. Feliz Año, Presidente.