El MoMA da voz a los protagonistas del diseño latinoamericano

“Elaborando la modernidad: el diseño en América Latina, 1940-1980”, a través de más de 100 objetos —que incluyen muebles, diseño gráfico, textiles, cerámica y fotografía—, permite comprender transformaciones políticas, sociales y culturales en seis países, según narran las curadoras.

NUEVA YORK, N.Y.- Con la exposición “Crafting Modernity: Design in Latin America, 1940-1980”, el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) examina a gran escala el diseño moderno de esas décadas, centrándose en seis países: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Venezuela.

Las curadoras, Ana Elena Mallet, historiadora de arte radicada en la Ciudad de México, y Amanda Forment, asistente curatorial del MoMA en el departamento de Arquitectura y Diseño, indican que ésta es la primera vez que un museo de esta altura abarca ampliamente el tema. Aunque se ha escrito muy poco a nivel regional, las curadoras destacan la similitud en los procesos de modernización que compartieron y que encabezaron el desarrollo del diseño doméstico en América Latina (AL).

La exhibición, que permanecerá abierta hasta el 22 de septiembre, mira al periodo posterior a la segunda Guerra Mundial, paradójicamente una época de gran crecimiento económico y rápida modernización en la región. Y es que los estragos que causó la conflagración en Europa interrumpieron el flujo de bienes, y los países de AL tuvieron que remplazar productos tradicionalmente importados con una producción nacional. Así, apoyarse de estos materiales fácilmente disponibles promovió un crecimiento exponencial de las industrias, generando oportunidades profesionales para los diseñadores.

A finales de los setenta, sin embargo, una serie de crisis económicas se desató debido al encarecimiento de las materias primas y deudas externas impagables. La llamada “Década perdida” de los ochenta marcó el final del modelo desarrollista, en el cual el Estado promovió la modernización y fomentó un mercado interno para los bienes de consumo.

Mallet. Lo funcional y lo estético. Foto: Wikipedia.

A través de más de 100 objetos, que incluyen muebles, diseño gráfico, textiles, cerámica y fotografía, procedentes de la colección del MoMA y de colecciones públicas y privadas de Estados Unidos, Europa y América Latina, la exposición intenta mostrar cómo el campo del diseño en esta última ofrece una valiosa plataforma para examinar y comprender transformaciones políticas, sociales y culturales.

Comenta Mallet:

“América Latina es una región muy amplia y compleja. Cada país tiene sus matices, y eso es lo que intentamos mostrar. Nos han enseñado una narrativa del diseño en la que la modernidad se ve en Europa y Estados Unidos, pero en América Latina la idea de modernidad era muy diferente. Estamos aprovechando la oportunidad para analizar el diseño, especialmente el diseño residencial, y reflexionar sobre las formas en que expone las narrativas culturales y políticas en la región. Creo que esta exposición le está dando voz a América Latina para contar su propia historia. No hay muchos libros que cuenten esta historia compartida (el conocimiento transmitido, los matices, las narrativas) y eso es muy importante.

“Esperamos acercar al público a las estrategias que se han utilizado en el campo del diseño en América Latina para reflejar las visiones multivalentes y complejas de la modernidad. A través del estudio de los objetos, la cultura material y otras formas de expresión, se pueden entender las diversas aproximaciones al territorio y su cultura y los distintos matices que hay en América Latina”.

Cien obras pioneras. Foto: Cortesía MoMA. 

A la entrada, dibujado en la pared, se encuentra un diagrama que reúne por país a los diseñadores y sus conexiones entre sí. Para estudiosos de esta disciplina, tal interpretación sería clave para sus investigaciones, ya que hay muy poco material ilustrando esta época de polinización intercultural y la red de círculos creativos multidisciplinarios.

La primera sección se enfoca en interiores domésticos como espacios de experimentación para la vida moderna que, según las curadoras, fueron fundamentales para fomentar el diseño. Las formas arquitectónicas modernas sirvieron de inspiración a los diseñadores para crear muebles, textiles y otros artículos domésticos y proporcionar confluencias estéticas para armonizar con los espacios. En entrevista con “Cinco Centros”, Mallet declaró: “Yo creo que hay una parte importante del diseño que para que sea diseño tiene que ser siempre funcional, pero para que sea un diseño importante, relevante, necesita ser un diseño que tenga una alta carga estética. Yo creo que es un poco lo que se ve en esta exposición, que lo estético no deja de lado lo funcional”.

“Casa de vidrio”. Brasil, 1951. Foto: Cortesía MoMA. 

Como ilustración nos presenta la “Casa de vidrio” (Brasil, 1951) de la diseñadora Lina Bo Bardi, italiana radicada en Brasil. La construcción, afirma “Architectual Digest” (AD), junto con aquellas diseñadas por Philip Johnson y Ludwig Mies van der Rohe, se consideran entre las tres casas de vidrio más importantes en la historia de la arquitectura moderna. En este salón también vemos fotos de la casa estilo colonial en Pampatar (Venezuela, 1953) del historiador, crítico de arte y fotógrafo venezolano Alfredo Boulton, donde los muebles fueron diseñados por Miguel Arroyo, quien se desempeñó como director del Museo de Bellas Artes en Caracas. Se escribe que él fue el primero en asumir el diseño de muebles modernos en su país, con líneas simples y geométricas, señalando que el estilo de vida del país pasaba de lo rural a lo urbano. En esta sala podemos ver las creaciones de varios diseñadores, entre ellos Bo Bardi, Arroyo, Matta y Porset, permitiendo visualizar no sólo su juego estético íntimo con la arquitectura, sino también el uso en su creación de materiales nacionales como fibras, maderas, cueros y lanas.

En la siguiente sección se aborda el surgimiento de la profesión del diseño en AL y cómo los círculos creativos facilitaron nuevas oportunidades para el crecimiento industrial en la región. Las curadoras nos informan que “las prácticas y tendencias de diseño formal fueron introducidas a través de inmigrantes y diseñadores y arquitectos latinoamericanos que se formaron en los principios de diseño de vanguardia en Estados Unidos y Europa”. Como ejemplo, Clara Porset, quien se exilió de Cuba en 1935 y se estableció en México, tuvo la oportunidad de estudiar en Europa y Estados Unidos, de conocer a Walter Gropius, fundador del movimiento Bahaus, quien la animó a seguir su vocación por el diseño. También a otros pioneros de la vanguardia como los maestros de Bahaus Anni Albers, y su esposo Josef Albers. Escribe Alejandro I. López en “AD” (junio 2020):

“Clara desarrolló una visión integral del arte y el diseño, reconociendo la importancia de crear una producción en masa que aprovechara la tecnología existente y al mismo tiempo, la necesidad de mantener vivos los métodos artesanales, todo con la intención de provocar un impacto positivo en la vida de las personas. Inspirada por las piezas creadas artesanalmente en México, Porset borró la línea entre arte y artesanía para impulsar un diseño tan estético como funcional”.

La “butaca” mexicana con asiento de piel, de Clara Porset. Foto: Cortesía MoMA. 

Su “butaque” (que en español se convirtió en “butaca” y se refiere a una silla baja y curvada con estructura de madera y asiento hecho de piel de animal, apareció en Venezuela en el siglo XVI), toma prestada de las sillas precolombinas conocidas como duhos, y la X de las sillas plegables traídas a América por los colonizadores españoles. Para Porset, el “butaque” es un reflejo de la compleja identidad cultural de México que ella adaptó para las comodidades modernas. Diferentes versiones de esta silla se pueden encontrar en toda América Latina.

Otra excelente ilustración de dicha polinización es la difusión global de la silla “B.K.F.” que también se encuentra en el salón. En 1937, tres arquitectos visionarios, Antonio Bonet, de Barcelona, y Juan Kurchan y Jorge Ferrari Hardoy de Buenos Aires, coincidieron en el estudio parisino del renombrado arquitecto suizo-francés Le Corbusier. Al año siguiente, el trío se mudó a Buenos Aires y fundó el Grupo Austral, un colectivo que ejerció gran influencia en el panorama de la arquitectura y el diseño latinoamericanos a partir de los años treinta. Uno de sus proyectos iniciales fue rediseñar la “Tripolina”, una silla portátil hecha de madera que se originó a fines del siglo XIX, popular entre los militares. El Grupo Austral sustituyó de forma innovadora la base de madera por tubos metálicos, un material de moda de la época; se bautizó “B.K.F.” por las iniciales de sus creadores. En 1940, el curador del MoMA, Edgar Kaufmann Jr., visitó Argentina y adquirió dos de ellas, una para el museo y otra para su residencia en Pensilvania diseñada por el arquitecto estadunidense Frank Lloyd Wright en 1935. La “B.K.F.”, también conocida como silla “Butterfly” rápidamente se convirtió en un símbolo de la vida moderna, amueblando casas en Estados Unidos, América Latina y más. Hoy en día se encuentra en almacenes como Wayfair, Walmart y Pottery Barn.

El último segmento de la muestra explora la creación de un legado colectivo a través del impacto de los talleres y las industrias locales. A medida que la región experimentó un aumento del consumo, las empresas locales prosperaron. Dentro de este dinámico panorama, diseñadores como Michael van Beuren (México), quien se entrenó en la Bahaus en Alemania, encontró en su país adoptivo un amplio mercado donde la clase media quería acceder a mobiliario directamente conectado con los moviemientos modernistas. En Brasil, Geraldo de Barros irrumpió en el mundo del arte con “Fotoformas” (1946-1952), fotografías experimentales abstractas y luego como líder en el movimiento de Arte Concreto, cuyo principio era la creación de arte autorreferencial desprendido de tradiciones naturalistas, adoptando formas geométricas y colores fuertes. El movimiento tomó inspiración de Ezra Pound en “Make It New”, su imperativo modernista (1934). Después de una trayectoria de estudios en gráfica y diseño en Francia y Alemania en 1951, de Barros abandonó la fotografía y regresó a Brasil, donde en 1954 fundó Unilabor, la exitosa empresa de diseño de muebles, y en 1964 Hobjecto. Asientos de estos diseñadores se encuentran en la sala.

Televisión portátil. De Roberto Nápoli (1975). Foto: Cortesía MoMA. 

Mirando al mundo de la industria electrónica, la muestra incluye un par de bellos ejemplos de la producción de la fábrica Noblex -“nobleza obligada”-, originada en un barrio humilde de Buenos Aires en 1936. En casi 80 años ha revolucionado la electrónica, el diseño industrial y la publicidad. Con inicios en el taller de reparación Nobleza Radio, Armando Plal, junto con su hermano Alfredo, comenzó a comercializar sus propios receptores con una idea novedosa: con garantía de los propios dueños, cada comprador pedía un modelo y se armaba a pedido el kit, con calidad artesanal y alta fiabilidad, dados los originales sistemas valvulares. Nobleza impondría las míticas líneas de radios mueble Tono Glorioso, la emblemática de transistores Carina, y entre ellos los icónicos televisores portátiles de colores Micro 14, estos últimos representados en la exposición con la televisión en rojo vivo de Roberto Napoli (1975).

En Colombia, Manufacturas Metálicas se creó en 1950 en un taller donde los trabajadores eran carpinteros, los procesos eran manuales y los técnicos se enfocaban en la funcionalidad del producto, dejando a un lado factores fundamentales del diseño como la comodidad, sistemas de sujeción, ergonomía, ventilación y estética. Es ahí que encontramos la semilla de lo que hoy se conoce como Muma, creadores de la silla “Mariposa” (no confundir con la silla argentina del mismo nombre), el primer asiento hecho en polímero termoplástico en el continente, cuyo éxito le abrió las puertas al mercado de mobiliario industrial. Bajo la dirección de Óscar Muñoz, hijo del fundador de la empresa e ícono del diseño, Muma creó diferentes productos que significaron un antes y un después en la historia del mobiliario en Colombia, Latinoamérica y el mundo. Ésta fue la primera empresa colombiana en producir en serie muebles a nivel local, iniciando con sillas y pupitres escolares, hasta transformarse gracias a su desarrollo tecnológico e innovación en la empresa MUMA en el año 2009. Entre sus creaciones se encuentra la “Silla Siesta”, que “nace de la necesidad de encontrar comodidad en diferentes espacios de nuestra vida cotidiana”.

La silla “Mariposa”. Colombia. Foto: Cortesía MoMA. 

Igual que Noblex y Muma, los talleres locales y las industrias artesanales, como el caso del taller de Cynthia Sargent (México), surgieron también como fuerzas fundamentales. Sargent, quien se mudó a México de Nueva York en los años sesenta, entró en el mundo del arte y diseño mexicanos con el objetivo de hacer uso de prácticas de diseño probadas y comprobadas en el país. Junto con su marido y colaborador artístico Wendell Riggs, formó la empresa epínoma Riggs-Sargent, produciendo telas a gran escala que tuvieron fuerte acogida con la élite. En 1960, la pareja fundó Bazaar Sábado, un mercado que comenzó con veinte artesanos y hoy reúne cientos de artistas y artesanos en un importante centro de arte, diseño y artesanía al sur de la capital mexicana.

Explica Mallet:

“Parte de lo que me interesaba hablar en la última sección de la exposición eran estas industrias nacionales: Para nosotros en América Latina, la artesanía es una industria. Da muchos puestos de trabajo, crea una tradición y también es bueno para la economía. Algo de lo que Amanda y yo hablamos cuando viajamos fue, al final, cuando este sueño de industrialización murió en los años 80, cuando el neoliberalismo comenzó a surgir en la región, la artesanía resistió. Lo que me parece realmente interesante es cuando hablamos de la artesanía como resistencia y de la artesanía como modus operandi para los diseñadores latinoamericanos aún hoy. En los últimos diez o quince años, he notado que los diseñadores están repensando el uso de métodos de diseño tradicionales, no con apropiación cultural, sino con respeto”.

La exhibición enseña que el diseño latinoamericano no tiene nada que envidiarle a los europeos. Más bien, disfrutamos del intercambio estético entre artistas extranjeros de lejos y aquellos que vinieron a ubicarse en América Latina, y los nuestros, y el enriquecimiento que han aportado nuestras tradiciones artesanales, visuales y culturales. A un nivel más personal, conocer un poco mejor de dónde y cómo nos llegan ciertos muebles que vemos a diario, nos da el placer de la familiaridad.

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* Editora colombiana radicada en Manhattan, traductora en español paraWomen’s Media Center de Nueva York. La colaboradora de Proceso es también editora de periodismo para el Centro de medios comunitarios Newmark Graduate School of Journalism (CUNY).

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