El uso excesivo del smartphone está destruyendo nuestro sentido de empatía

Aunque nos sentimos libres de compartir y decir lo que queramos en redes sociales, el smartphone está desintegrando la empatía en las personas.

Suena la notificación. Como acto reflejo, a pesar de que estemos en una situación social en persona, revisamos la pantalla del teléfono. La urgencia por saber quién es, de qué se trata, con quién tiene que ver es más poderosa que continuar con la conversación que se estableció de viva voz. Así, el flujo se interrumpió. Al observar estos comportamientos contemporáneos, el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han es puntual al decir que el smartphone ha destruido la empatía entre las personas. Así funciona.

Estar sin estar

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Fotografía: Josh Rose / Unsplash

Durante más de una década, el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han ha descrito cómo nos relacionamos tóxicamente con las redes sociales y la información. Para él, la inmediatez es el mecanismo más certero del capitalismo neoliberal para explotar a los usuarios. Sin que nos demos cuenta, asegura el autor, estamos a merced de los algoritmos de Facebook, Google y las demás multinacionales digitales.

Por ello, Han describe al smartphone como el artífice detrás de la destrucción de la empatía, ya que ejerce control sobre nuestro pensamiento crítico y relacionamiento social, ya que el Otro se convierte en un objeto de consumo:

“Quien sabe lo que sucede en su interior algorítmico se siente con razón perseguido por él. Él nos controla y programa. No somos nosotros los que utilizamos el smartphone, sino el smartphone el que nos utiliza a nosotros”, escribe Han en su más reciente publicación, según lo traduce El País.

Al lucrar con la libertad de ‘desvestirnos’ digitalmente, el smartphone y las redes sociales perpetúan el sistema de dominación capitalista. Por ello, además, somos dependientes a la información y a las plataformas digitales: nos identificamos en ellas porque les damos nuestros datos, privacidad y recuerdos. Al compartirlos en redes sociales, nos creamos una imagen ficticia e incorpórea, que consume nuestro tiempo, esfuerzo y relacionamiento físico.

En otras palabras: cuando registramos la vida a través de una pantalla, estamos sin estar.

Detrás de la pantalla

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Fotografía: Felipe Pelaquim / Unsplash

Para Byung-Chul Han, la clave está en que la era digital es ‘smart’, o inteligente. No porque en sí mismo el smartphone tenga consciencia, sino porque destruye la empatía para alimentar el ego de las personas. “No nos hace dóciles, sino dependientes y adictos”, escribe el autor en su más reciente compilación de ensayos, No cosas. Quiebras del mundo de hoy.

Este mecanismo de dominación funciona porque, en lugar de fomentar prohibiciones y ser restrictivo, atiende a las necesidades de consumo de las personas. Por ello, además, nos resulta mucho más sencillo relacionarnos digitalmente que en persona: los perfiles se adecúan a los datos con los que alimentamos a las redes sociales, por lo que las relaciones son híper-personalizables en la actualidad.

“Al ser tan amistoso, es decir, smart, hace invisible su intención de dominio“, explica el filósofo. Así también, las personas no se sienten dominadas en las plataformas que invitan a la comunicación abierta, y que se alimentan de la información que voluntariamente compartimos. En lugar de sentirnos dominados, nos sentimos libres de compartir y decir lo que queramos, según explica Han.

Sin revolución, a distancia

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Foto: Getty Images

Aunque en la era de la híperconectividad afloran las revueltas digitales en favor de los movimientos sociales —como el feminismo y las identidades de género disidentes—, a los ojos de Byung-Chul Han no son revoluciones reales. Por el contrario, alimentan al sistema de producción capitalista del ‘Me Gusta’, según su propuesta teórica.ADVERTISING

Con ello se refiere a que este tipo de movilizaciones digitales no provocan ningún cambio, sino que favorecen que los sistemas de dominación capitalista se perpetúen. Así también, ejercen cambios hormonales y neuronales en las personas, condicionando su felicidad en términos de la cantidad de comentarios y reacciones que tienen en sus publicaciones.

Por esta razón, además, el smartphone funge como un “objeto de transición”, según explica el filósofo. En principio, es una manera más ‘segura’ de enfrentarnos a la realidad, sin que nos lastime, sin que nos haga daño. Al evitar el conflicto en este nivel obsesivo y dependiente, los seres humanos hemos destruido nuestro sentido de empatía: estar bien todo el tiempo no es real, y es nocivo para nuestras relaciones sociales —cada vez más disminuidas, cada vez más a distancia.

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