Los árboles sudan. Mientras usan la fotosíntesis para nutrirse liberan vapor de agua. Así se enfría el medio ambiente. A más árboles, más frescura. A menos árboles, más calor.
En Monterrey tenemos la consigna de acabar con los árboles. Y de tapar la piel porosa de la tierra con cemento, concreto y asfalto.
Si tapamos la piel de Monterrey las plantas dejarán de existir. Por eso los regiomontanos sufrimos ahora más calor que antes. Si impedimos a toda costa que los árboles suden, vamos a sudar nosotros hasta morir. No exagero.
El colmo es la última moda de algunos gobernantes de poner árboles fake, metálicos, con lucecitas eléctricas en los parques.
Es como si nos asfixiaran con una extensión de luces navideñas.
No bastando con esto, los regiomontanos añadimos más calor a la atmósfera usando el carro. Sobre la Avenida Lázaro Cárdenas circulan diariamente 250 mil vehículos.
El lector sentirá el fresco caminando en la Alameda y a un kilómetro morir de calor si se para unas horas en plena canícula sobre ese comal ardiente que es la Macroplaza.
¡Que ironía que el emblema de esa plancha espantosa sea Neptuno, dios acuático!
Los regiomontanos creímos resolver el problema del calor construyendo centros comerciales. Ahí la gente se entretiene viendo escaparates pero sobre todo agarrando fresco artificial.
Pocos saben que el aire acondicionado también genera calor en el medio ambiente.
De modo que se han puesto de moda las plazas comerciales al aire libre. Muy ecológicas pero muy calurosas.
En otro artículo hablaré de la contaminación que empeora el asma y causa cáncer.
Nos alarmamos por las víctimas mortales que provocan las inundaciones, los incendios o el gélido invierno. Casi nadie sabe que los fuertes calores también matan.