Hombres de rosa

Octubre es un mes teñido de rosa y aunque es un color con connotación femenina, la lucha contra el cáncer de mama no lo es. La conmemoración de la fecha es un llamado colectivo, un recordatorio de que prevenir, detectar a tiempo y acompañar es tarea de toda la sociedad. 

El cáncer de mama es la principal causa de muerte por tumores malignos en las mujeres mexicanas. Según cifras oficiales, cada día fallecen en nuestro país alrededor de 22 mujeres por esta enfermedad: casi una cada hora. Y, sin embargo, también sabemos que cuando se detecta de manera temprana, las posibilidades de supervivencia superan el 90%. De ese tamaño es la direfencia que, como sociedad, podemos generar.

Los chequeos periódicos, la autoexploración y la mastografía no son meros trámites médicos: son actos de amor propio y de responsabilidad con la familia. No se trata solo de números ni de estadísticas, sino de historias de vida. Sí de madres que quieren seguir viendo crecer a sus hijos, de hijas que sueñan con acompañar a sus padres en la vejez o de abuelas que todavía tienen abrazos guardados para sus nietos, pero también de hijos, esposos y padres que no soportarían el dolor de despedir a las mujeres de sus vidas.

Es por eso que en esta misión los hombres no podemos permanecer al margen. Aunque el cáncer de mama en varones representa apenas el 1% de los casos, la verdadera responsabilidad de los varones está en ser aliados: en recordar a nuestras parejas, madres, hermanas y amigas la importancia de revisarse; en ofrecer acompañamiento en cada consulta; en motivar a quienes amamos a cuidar de sí mismas. No es exagerado decir que nuestras palabras pueden ser decisivas para salvar una vida.

Porque no se trata de un asunto privado ni exclusivo de género. Se trata de un reto humano, social y familiar. En cada hogar debería hablarse con normalidad de la autoexploración, de la importancia de acudir al médico al menor signo de alarma, de la necesidad de hacerse una mastografía a partir de los 40 años, o antes si hay antecedentes familiares. El silencio y la vergüenza no salvan vidas; la información y la acción, sí.

Los listones que se exhiben en octubre no son de adorno. Son una voz que nos recuerda que la detección temprana es la diferencia entre la vida y la muerte. Que cada consulta puede regalar décadas de vida. Que cada revisión es un acto de amor hacia quienes nos rodean.

Hoy, más que nunca, necesitamos hombres comprometidos, solidarios, sensibles. Que asuman que su papel no es periférico, sino central en esta causa. Porque amar también significa cuidar, insistir, acompañar y hablar de lo que puede resultar incómodo.

Hagamos de este octubre más que un mes de conciencia, un punto de partida. Que cada hombre entienda que tiene en sus manos una responsabilidad vital. Y que cada mujer sepa que no está sola.

El cáncer de mama es prevenible si actuamos a tiempo. En nuestras manos —en las de todos— está transformar el dolor en esperanza y el miedo en fuerza.