Les dicen de muchas maneras: chaqueteros, traidores, trepadores, muerde-orejas… Son los políticos mexicanos que han demostrado, sobre todo últimamente, que lo que de ellos menos se puede esperar se llama lealtad.
Ahora que a hace nueve meses a Nuevo León lo gobierna el Partido Movimiento Ciudadano o Movimiento Naranja, viera usted que de la noche a la mañana muchos políticos y políticas amanecieron color fosfo-fosfo… Y esto no se lo creen ni solos ni solas.
En esta carrera de brincolines, en esta guerra sorda de traiciones y chaqueteros, quizá el (mal) ejemplo que más se ha dejado notar es el de los “tatamandones” de Cerralvo, es decir, los hombres de la familia Martínez, que encabeza Baltazar Martínez Montemayor, quien, hasta hace poco juraba y perjuraba ser panista hasta los huesos, y pues no.
Como es de todos sabido, el tal Balta logró colar a su retoño Baltazar Martínez Ríos quien se aventó dos períodos como alcalde del citado municipio, llamado “La Cuna del Estado”.
Pero como no fueron suficientes los seis años, Balta papá se lanzó a la campaña y logró suceder a su junior, quien ya tiene un cargo en el Gobierno de Nuevo León, ahora que papi se unió a Movimiento Naranja.
Y la historia no acaba ahí, porque dentro de poco menos de seis años, Baltazar padre buscará heredar la alcaldía a “Joey”, el hijo menor, a quien ya lograron acomodar en un puesto en Gobierno del Estado, concretamente en el Instituto Estatal de la Mujer. Y es que hay que financiar al menos tres campañas más.
ERA AZUL Y ORO. AHORA ES NARANJA
Otro que dejó a todos con la cara de “what?” fue Mario Rojo Flores, a quien por fin se le hizo controlar la dirección de la alicaída Facultad de Comunicación de la UANL, casualmente ahora que Samuel García es gobernador y a quien logró metérsele hasta la cocina.
De todos es sabido que Rojo presumía hacer honor a su apelativo y ser más priista que Elías Calles, pero todo fue que cuando los tricolores detentaron el poder y el control en la Universidad y siempre le negaran el cargo, para que en una de esas lograra metérsele a Samuel colándose al paco del estadio.
Y ahora sí, Rojo presume que a ver quién lo mueve… Porque los cochupos que se levanta a manera de “asesorías” en varios municipios, no son renunciables, al menos no para él.
Y claro que, como en todos los casos, si usted le pregunta a los interfectos el por qué cambiar de colores, siempre alegarán que es por servir y que el servicio los llama… Claro que no dicen cuál servicio, si el del excusado o el de la letrina.