¿Se merecía Leticia Ramírez su cargo en la SEP?

México es tierra de educadores. Así como tuvimos nuestro “milagro mexicano”, con un desarrollo estabilizador entre 1940 y 1970, con el PIB a una media de 7% anual, tuvimos nuestro “milagro educativo” más intermitente, con ascensos y caídas, cuya duración abarcó buena parte del siglo XX. 

El milagro económico encarnó en la figura representativa (pero no única) de don Antonio Ortiz Mena, a quien le dedicaban el siguiente chiste: “Pregunta: ¿Qué hace Ortiz Mena con sus trajes viejos? Respuesta: ponérselos”. 

El milagro educativo encarnó en la figura representativa (pero no única), de varios Secretarios de Educación. 

Ortiz Mena, el financiero humanista, publicó sus memorias en el FCE como no podía ser menos: revelando su vida pública y silenciando su vida privada. 

¿El motivo? Hubiera sido un libro aburrido. Era un hombre austero, dedicado casi exclusivamente al servicio público. Y a la introspección. 

Jaime Torres Bodet, el pedagogo humanista, publicó sus memorias en el FCE como tampoco podía ser menos: revelando su intensa vida pública y silenciando su vida privada. 

¿El motivo? Era un funcionario público ejemplar, cuya vida se enfocó a reformar el sistema educativo mexicano. Y a la introspección, en su derivación literaria. 

Olvídense del estúpido chisme sexual de su suicidio. Torres Bodet padecía un tumor cerebral, y por eso prefirió quitarse la vida. Además, su paso por el servicio público había concluido con merecidos honores. Ya no veía horizonte en su existencia terrenal.  

Mucho le debe también el moderno sistema educativo en México a Fernando Solana Morales. Durante su gestión como titular de la SEP, don Fernando creó el CONALEP y el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA).

Cierta noche, me pidió mi amigo  Roger Díaz de Cossío (otro gigante de la educación en México, creador de la Telesecundaria), que invitara a mi casa en la Ciudad de México a don Fernando Solana Morales. Fue una velada acaso ordinaria para ellos pero inolvidable para mí. 

Antes de tomar protesta como Secretarios de Educación Pública, las figuras señeras de la pedagogía en México cumplieron una preparación rigurosa en la academia. No eran improvisados. Sabían diseñar políticas públicas y ejecutarlas como una obra de arte. 

¿Qué podemos esperar de Leticia Ramírez, nueva titular de la SEP, en razón de su experiencia centrada casi exclusivamente en materia de atención ciudadana? Nada. 

¿Qué pueden esperar los más de 30 millones de estudiantes? Nada. 

¿Qué pueden esperar los más de 2 millones de maestros? Nada. 

¿Tampoco se podía esperar nada de Aurelio Nuño? Tampoco. 

Pero se supone que AMLO convocaría a las mejores figuras. Y las grandes educadoras mexicanas perdieron su oportunidad. Al menos por ahora y por lo que resta de este sexenio. Igual la SEP.