Sin miedo

Los Premios Nobel representan una celebración del ingenio y el esfuerzo humano en campos que van desde la ciencia y la literatura hasta la paz mundial. Estar atentos a ellos nos permite conocer las grandes ideas y avances que están moldeando nuestro mundo en la actualidad.

La semana pasada se anunció el Premio Nobel de Economía 2025, otorgado a Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt, tres economistas que durante años han estudiado una de las preguntas más antiguas y más urgentes: ¿por qué unos países crecen y otros no? Su respuesta puede parecer sencilla, pero encierra una lección poderosa para todos: el crecimiento no es automático, no ocurre por casualidad y casi nunca llega rápido ni sin resistencia.

El comité del Nobel destacó que su trabajo ayudó a entender cómo la innovación y la tecnología son las verdaderas fuerzas detrás del progreso. Lo llamaron “destrucción creativa”: cuando lo viejo cede paso a lo nuevo, cuando un oficio desaparece pero surgen diez diferentes, cuando un país se atreve a cambiar su modelo productivo para generar desarrollo.

Y si algo tiene sentido hoy, en plena era de la inteligencia artificial, es precisamente eso. México, como el resto del mundo, vive una transformación silenciosa: fábricas que automatizan tareas, oficinas que usan algoritmos para decidir, escuelas que empiezan a enseñar con ayuda de robots o plataformas digitales. Pero los economistas premiados enfatizaron que el crecimiento no viene de la tecnología en sí, sino de cómo los países la adoptan, la regulan y la convierten en oportunidades reales para su gente.

Las lecciones que deja este Nobel son especialmente útiles para México:

  1. El crecimiento no se genera por sí solo. No basta con esperar que lleguen inversiones o nuevas máquinas; se necesita invertir en educación, ciencia y talento local. 
  2. El crecimiento es impredecible. Nadie sabe de dónde vendrá la próxima gran innovación, pero sí sabemos que los países que se abren al cambio, a la competencia y al aprendizaje constante, son los que mejor la aprovechan.
  3. El crecimiento no se da de inmediato. Los frutos de las reformas, de la educación o de la innovación no se ven de un año a otro. Requieren paciencia, continuidad y visión de Estado.
  4. El crecimiento encuentra resistencia. Siempre habrá quienes teman perder privilegios o empleos, quienes prefieran el pasado a el miedo a lo desconocido. Pero sin romper inercias no hay progreso.

Los galardonados explican que, a lo largo de la historia, los países que prosperaron fueron los que transformaron su conocimiento en productividad, sus universidades en centros de invención, sus empresas en generadoras de valor, y su gobierno en un facilitador del cambio.

Y para lograrlo, lo primero es vencer el miedo. En México tenemos talento, ingenio, creatividad y recursos, pero a veces nos falta confianza en nosotros mismos. Rompamos las barreras mentales y erradiquemos los temores naturales al cambio y a la destrucción creativa. Siempre será buen momento para aprender un nuevo oficio, iniciar un negocio o cambiar de giro.

Porque el crecimiento, como la historia misma, se escribe cuando alguien se atreve a imaginar lo que todavía no existe… y decide construirlo.