Superpeso; no es oro todo lo que reluce

Ya en este espacio se había dado cuenta sobre espejismo que representa el llamado superpeso mexicano. Sin duda, la divisa nacional le entró duro al pollito con arroz, afinó su rutina Weider y se propuso hacer cardio en ayunas; el resultado: una moneda musculosa que ha venido apreciándose frente al billete verde desde finales de 2022, alcanzando niveles nunca vistos en los últimos siete años. 

Varios son los beneficios que se atribuyen al ahora poderoso peso mexicano. Un botón basta de muestra. De acuerdo con un reciente estudio del INEGI, en el primer cuatrimestre de 2023 más de 3 millones de mexicanos viajaron al extranjero; de los cuales, 1 millón 100 mil lo hicieron por placer, lo que representa un incremento de 35 por ciento en comparación con el mismo periodo del año anterior. Según el referido análisis, el aumento en el número de viajantes tiene dos razones principales; primero, la eliminación de las restricciones implementadas con motivo del COVID – 19 y segundo, el reciente e inusitado fortalecimiento de la moneda azteca frente a las divisas extranjeras. 

Cual si se tratara de un logro gubernamental, la narrativa oficial se ha encargado de glorificar la solidez del peso y ante cualquier cuestionamiento respecto al manejo económico del país, las huestes presidenciales alegan con lujo de estridencia que la moneda mexicana es la que más ha avanzado en los últimos cinco meses, ganando terreno en más de 14 por ciento, además de ser una de las divisas más negociadas en los mercados especulativos. 

Por supuesto, ser el fortachón del salón debe ser motivo de orgullo y presunción; sin embargo, antes de que mi amable y única lectora busque sus cómodos tenis y se proponga visitar cuando menos el Walmart de McAllen, debemos hacernos una pregunta: ¿Por qué, ante un escenario que parece positivo, los analistas financieros no echan las campanas a vuelo? La respuesta es sencilla y bien puede enunciarse con algo de trova a la mexicana: “no todo lo blanco es bueno ni todo lo negro es mal”, reza un poco conocido tema de Fernando Delgadillo. 

Para empezar, la apreciación de la moneda mexicana afecta directamente a las exportaciones; dicho de otra forma, un peso fuerte acarrea el encarecimiento de los productos mexicanos en el mercado extranjero lo que genera pérdida de competitividad y, por consecuencia lógica, una menor captación de recursos para nuestro país. 

Por otro lado, el fortalecimiento del peso acelera la importación de bienes de consumo con lo cual irremediablemente se castiga a los productores mexicanos al tiempo que se subsidia a los extranjeros. Al ser las importaciones más atractivas debido al abaratamiento de los productos que provienen del exterior, se reducen las inversiones locales, lo que debilita el empleo y los salarios. En materia turística el escenario es similar, pues es posible que se registre una reducción en los montos de divisas que ingresan al país gracias al flujo de visitantes extranjeros.  

Como si lo anterior fuera poco, no debemos olvidar que las remesas representan el 4 por ciento del PIB nacional. Así, el dinero que enviaron nuestros connacionales desde otras latitudes alcanzó un récord histórico de 58 mil 417 millones de dólares en 2022, lo que significa un aumento de 34 por ciento respecto al 2021. No obstante, ante la nueva paridad de nuestra moneda respecto al billete verde, los beneficiarios de remesas vienen recibiendo menos pesos por cada dólar, lo que reduce hasta en 20 por ciento su capacidad de compra; ello, con las correspondientes afectaciones al consumo en general. 

Aquí en confianza, la historia cuenta que allá por 1848 se produjo una migración masiva hacia el suroeste de lo que ya para entonces era territorio de los Estados Unidos, principalmente al estado de California; no pocos abandonaron sus trabajos habituales contagiados por la llamada fiebre del oro. Algunos de ellos, los más inexpertos, se deslumbraron con el brillo de la pirita, el oro de los tontos; los que así lo hicieron, fueron víctimas de la estafa que los llevó a  perder todo cuanto habían invertido en la búsqueda del enriquecimiento fácil. Muchos aventureros regresaron a casa con las manos vacías y, desde luego, las consecuencias económicas no se hicieron esperar. En lo dicho, frente al fenómeno del superpeso mexicano, “no es oro todo lo que reluce ni harina todo lo que blanquea”. Aquí nos leemos en un par de semanas.