Aquí en confianza

Tan poco el amor …

Si algo caracteriza al actual gobierno coahuilense es la prudencia. Lo mismo en materia de seguridad que en desarrollo económico o educación, las decisiones tomadas de manera sensata han generado un clima de estabilidad que es comentado y hasta envidado en otras latitudes. La salud pública no ha sido la excepción a la regla; desde el inicio de la pandemia del COVID – 19 las autoridades domésticas han dado cuenta de un manejo excepcional. La instalación de los llamados subcomités técnicos regionales; el redireccionamiento de recursos públicos con el propósito de crear espacios de atención especializada y la coordinación con la federación para llevar a feliz puerto las jornadas de vacunación en el estado, han sido aspectos fundamentales para correr velozmente hacia la luz que en forma discreta comienza a mostrarse al final del túnel. Es cierto, no podemos cantar victoria; la pandemia no ha finalizado, pero la baja positividad sumada a los pocos casos en los que la condición de los enfermos se ha agravado, hacen posible el dictado de trascendentales resoluciones. 

El pasado 19 de septiembre, mientras algunas localidades se cimbraban con un nuevo terremoto que vino a redefinir la palabra coincidencia, las y los coahuilenses recibimos la noticia sobre la eliminación del uso obligatorio del cubrebocas en espacios cerrados. ¿Cómo así? (léase con el tono utilizado por cualquier personaje de serie colombiana exportada al mundo gracias a Netflix). Vámonos por partes. Primero, la autoridad local identificó el momento idóneo; para esa fecha, la entidad registraba apenas 225 casos activos, de los cuales 8 se encontraban en cuidados hospitalarios; uno de ellos reportado como grave. Luego, mediante el análisis de las antes referidas cifras y tomando en cuenta las recomendaciones de la OMS, se asumió el reto de suprimir la obligatoriedad de la mascarilla. Nadie cuestionó la medida; tirios y troyanos sabían que se había decidido de manera responsable atendiendo a los indicadores correctos. Adicionalmente, el encargado de la salud en el estado fue contundente al establecer los casos de excepción; señaló que el uso del cubrebocas debe formar parte de la cultura social cuando se está enfermo o en los casos de alta transmisibilidad viral y, finalmente, expuso que el área a su cargo estaría atenta a la eventual aparición de nuevas variantes. Al lado del mandatario coahuilense, el galeno infundió tranquilidad, de eso no cabe la menor duda. 

Por supuesto, es de reconocerse que las campañas de vacunación encabezadas por el Gobierno de la República han permitido reducir notablemente los contagios, hospitalizaciones y defunciones generadas por el bicho que agarró a mundo entero de bajada; sin embargo, siempre hay un prietito en el arroz (de eso, créame – amable y única lectora -, se bastante). Si bien, la autoridad federal anunció con bombo y platillo (no es para menos) que se logró el objetivo de inocular al 70 por ciento de la población mexicana, lo cierto es que a la fecha no se han ofrecido datos sobre el número de personas  que aún no cuentan con el esquema completo de vacunación; además, el gobierno mexicano tuvo que reconocer que más de 5 millones de dosis irán a parar al drenaje porque alcanzaron su fecha de caducidad; lo anterior, sin contar las 856 mil vacunas que se perdieron en las entidades federativas. Casi tres millones y medio de los biológicos desperdiciados corresponden a la marca Astra Zeneca y se encontraban bajo el resguardo de Birmex tras ser donados por el Tío Sam; el resto fueron comprados con el dinero de las y los mexicanos. Como era de esperarse, ante la terrible falla logística, las reacciones se hicieron presentes en los medios y redes sociales. Hay quienes califican el desecho de las vacunas como un acto de negligencia criminal, al tiempo que exigen sanciones ejemplares a los funcionarios involucrados. Por otro lado, no faltan los que minimizan el hecho bajo el argumento de que la pérdida pudo ser mayor, además de que las vacunas que serán arrojadas por las alcantarillas fueron regaladas. 

Aquí en confianza, entre que son peras o son manzanas, el otrora galán otoñal y hoy villano favorito, Hugo López Gatell, anunció que podría llegar a tierras aztecas una sexta ola de COVID durante los últimos meses del año, esto como parte de un patrón regular en épocas invernales. Por si fuera poco, en mi México di´oro se vive un periodo de influenza interestacional de mayor intensidad al habitual, lo que podría agravar la situación de salud pública. En tal contexto, se torna indispensable reforzar las acciones de vacunación en el país, por lo que la injustificada pérdida de dosis en las condiciones antes relatadas resulta altamente reprochable. Dijera Don Héctor: “tan poco el amor y desperdiciarlo en celos”. Ahí se los dejo para la reflexión.