Cacahuates japoneses, de México para el mundo

Todos conocemos los cacahuates japoneses: esas semillas fritas y envueltas en una pasta crujiente sabor a soya. Siempre están disponibles para saciar nuestro antojo en cualquier puesto de dulces callejero o en la tienda del barrio, generalmente son baratos, aunque ya existen marcas menos accesibles a todos los bolsillos. Nos han hecho creer que se inventaron en otro país, que son de Japón, pero lo cierto es que es un alimento chilango. Sí, el cacahuate japonés nació en la Ciudad de México, en la calle de Carretones, en La Merced.

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Registro de inmigración de Yoshigei Nakatani (Archivo general de la Nación/ Sergio Hernández Galindo, Emma Nakatani Sánchez )

Todo empezó en 1932. Yoshigei Nakatani emigró de Japón a México para trabajar en los almacenes Nuevo Japón (especializados en hacer botones de concha nácar) de su compatriota, el empresario Heijiro Kato. En 1944, en plena Segunda Guerra Mundial, el gobierno mexicano le cerró sus negocios a Kato, argumentando que era un espía del Imperio Japonés.

Kato y otros japoneses fueron enviados de regreso a su país en barco, pero no Nakatani. En ese momento él tenía 33 años y ganas de salir adelante en un país que no era el suyo. “Espero triunfar y regresar, si no, no podría volver”, le dijo a su padre antes de salir de Japón rumbo a México.

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Emma y Yoshigei Nakatani (colección familia Nakatani)

Como muchos otros inmigrantes que vivían en la Ciudad de México, Nakatani vivía en el barrio de La Merced. Ahí conoció y se enamoró de Emma Ávila, una joven mexicana con la que se casó en el año de 1935 y con quien tuvo cinco hijos. Por eso, cuando cerraron el Nuevo Japón, encontrar trabajo era tan apremiante.

“Conoció a mi mamá porque le rentó a mi abuela materna un cuarto y le gustaba mucho cantar, fue el cantante oficial de la colonia Japonesa”, narró en un una entrevista el cantante Yoshio, hijo del señor Yoshigei Nakatani. “No hablaba nada de español y se subía a la azotea a cantar. Mi madre era la que lavaba la ropa de la familia y se veían en la azotea. Mi padre le preguntaba cómo se decían las cosas en español y al año se casaron. Nunca habló bien el español, pero se daba a entender”.

Antes de llegar a México, Yoshigei había trabajado como aprendiz de dulcero en su pueblo natal Sumoto, prefectura de Hyogo. En La Merced comenzó a elaborar muéganos con ayuda de su esposa y a venderlos. Como sus muéganos resultaron ser muy buenos, comenzó a hacerse conocido como “el japonés” en los pasillos de La Merced. Así se animó a crear un segundo producto que llamó ‘oranda’: una tira alargada de trigo, aderezada con sal.

Ya con la confianza de las buenas ventas de su producto, Nakatani buscó elaborar una nueva botana que le recordara el sabor de su infancia en Japón, a base de cacahuate, harina de arroz y soya. En el país no había materia prima suficiente para crear el producto y comercializarlo, por lo que tuvo que mexicanizar la receta.

Cambió el arroz por trigo, lo que encantó al paladar de los vecinos de La Merced, Las distribuidoras de dulces lo bombardearon con pedidos a tal nivel que en poco tiempo el matrimonio Nakatani se vio en la necesidad de crear maquinas, con ayuda de los soldadores del barrio, para que les ayudarán con la producción del Cacahuate Japonés, como lo bautizaron, en honor a su creador.

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Los paquetes del cacahuate japonés de la Nipon (Colección familia Nakatani)

Fue un negocio familiar, literalmente. Participaban el matrimonio y todos los hijos. En la década de 1950, se establecieron formalmente como la empresa Nipon y a partir de ese momento comercializaron sus cacahuates japoneses en una hermosa bolsita de celofán rojo, con la figura de una geisha dibujada por la hija menor de la familia japo-mexicana, Elvia. Esa imagen es la que ha acompañado a la marca desde entonces.

El negoció pasó a manos de su hijo Armando. “Él fue contador público y se hizo cargo del negocio. Mi papá aceptó. En vida era el director de la empresa, cuando fallece le deja a mi cuñada y mis sobrinas la fábrica. Siguen produciendo junto con una de mis hermanas”, dijo el hijo menor de la familia, Yoshio.

El cantante Yoshio narró que la década de los 80 fue difícil para la familia. “Tuvo dos problemas muy fuertes en la parte financiera. Era muy difícil conseguir el cacahuate en México porque lo escondían y especulaban con el precio. Luego llegan las grandes compañías y acaparaban la producción nacional. Batalló con eso”.

A principios de esa década tuvieron que importar el cacahuate de Brasil. La fábrica tuvo problemas, pero salieron adelante. Aunque la empresa aún existe, desde hace mucho ya no son los únicos que venden cacahuates japoneses.

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Familia Nakatani

Así fue como un hombre que vino a México a fabricar botones terminó creando una botana fundamental para los habitantes de nuestro país. Un dato curioso es la forma en que se conoce a este alimento en Japón: cacahuates mexicanos.

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Emma y Yoshigei Nakatani (colección familia Nakatani)

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